Dos cabañas de la raza Hereford viajaron con sus ejemplares para participar de la Exposición del Centenario de Hereford en el predio de la Rural en Palermo; los obstáculos que superaron
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Más de tres meses de preparación, decenas de trámites que iban, se rechazaban y volvían para volverse a enviar, cuatro “aduanas” que atravesar y unos 3000 kilómetros en cuatro días y medio de viaje fue la larga odisea que tuvieron dos cabañas de Tierra del Fuego para poder participar de la Exposición del Centenario de Hereford, que se lleva adelante en el predio de la Rural de Palermo.
Todo comenzó hace un año cuando varios criadores de la raza de esa provincia patagónica se entusiasmaron en formar parte de la muestra que estaba organizando la asociación por los festejos de sus 100 años de vida.
Con el correr del tiempo, lo engorroso y costoso del plan hizo todo muy cuesta arriba y ese entusiasmo fue flaqueando y diluyendo la participación de los productores. Solo fueron dos las cabañas de Río Grande que, contra viento y marea, se animaron y decidieron continuar con ese anhelo: Cabo Peñas y Estancia Sara.
Vale recordar que la Patagonia posee una condición sanitaria diferente al resto del país: libre de aftosa sin vacunación hacia el sur del río Colorado (incluyendo el partido bonaerense de Patagones). Esto frena cualquier ingreso de animales en pie a la región desde las zonas al norte y una vez ingresados no pueden regresar a su lugar de origen.
Hace más de 13 años que Elis Alazard, de 47, es administrador de Cabo Peñas, que tiene un rodeo de aproximadamente 1500 madres Hereford, donde hacen PR y también pedigree. “Es la primera vez que salimos de la isla hacia el continente, ni siquiera habíamos ido a las exposiciones de Santa Cruz. Teníamos muchas ganas de participar del Centenario para acompañar a la asociación y mostrar la genética ganadera que hay allá en la isla”, contó a LA NACION.
La estancia Cabo Peñas es de la familia Paz Menéndez y tiene 14.700 hectáreas, donde solo hacen ganadería bovina. Hace siete años, con embriones arrancaron con la cabaña. “La idea era mejorar nuestro rodeo y ese fue el puntapié para arrancar con la cabaña. Así fuimos avanzando y comenzamos a vender reproductores a otros ganaderos en la isla. Hacemos cría, se vende el destete a un engordador de Río Grande y con gran parte de las hembras de reposición hacemos una recría”, dijo.
Con un invierno durísimo, en mayo pasado el equipo de trabajo de Cabo Peñas comenzó la preparación de los ejemplares para la exposición en piquetes cercanos al casco, donde los animales tenían algo de reparo. Luego comenzó el tema de trámites y papeles porque, al tener que pasar por Chile, debían hacer los papeles como una exportación, eso les llevó mucho más tiempo del pensado.
Cada trámite solicitado por la Aduana se convertía en otro obstáculo. “La verdad que hubo días complicados que daba ganas de bajarse y no venir. Cuando solucionamos un trámite aparecía siempre otra cuestión para resolver y hasta último momento, cuando ya los tiempos estaban muy justos como para que nos den los días para viajar, logramos tener todos los papeles requeridos”, detalló.
El mismo panorama ocurría a 70 kilómetros de ahí, al norte de la isla. En la Estancia Sara, de la familia Braun, las complicaciones eran parecidas. También era la primera vez que iban a salir de la isla con bovinos. Allí, Jorge Barría hace 28 años es administrador de la estancia. Su fuerte en el campo es el ovino: en 63.000 hectáreas tienen 60.000 ovinos de la raza Corriedale. Pero, con 400 madres, la cabaña nació hace seis años para el mejoramiento genético interno, nada más. Venden los terneros y algunas vaquillonas para poder ingresar algún padre nuevo a la cabaña. También hacen inseminación a unas 60 vaquillonas.
Para que sea factible esta “aventura”, ambas cabañas decidieron compartir los gastos del viaje. Diez días atrás, con un camión propiedad de los Braun, cargaron primero las cuatro vaquillonas de dos años PR, preñadas de Cabo Peñas. Luego se dirigieron hacia el norte, donde Barría esperaba para hacer lo propio también con sus ocho vaquillonas PR, cuatro preñadas y cuatro sin servicio. Cuando los animales ya estaban en el acoplado, los funcionarios precintaron el camión, como exigen los requerimientos.
Y así arrancaron rumbo a Buenos Aires. La primera parada fue en la frontera de salida de la isla: San Sebastián. Ya en territorio chileno continuaron por tierra unos 100 kilómetros hasta llegar a la barcaza para cruzar el estrecho que los llevaría al continente. Luego marcharon hasta el paso internacional Monte Aymond para después ya pasar a territorio argentino.
Ya en Río Gallegos se hizo el desprecintado y, de ahí en más, fue ir viajando y parando en lugares donde el camionero considerara para descansar. Finalmente, llegaron al predio de la Sociedad Rural Argentina (SRA) en Palermo. Alazard detalló que los animales no podían bajar del camión, pero que el vehículo estaba acondicionado de una manera de respetar su bienestar con camas, comida y agua.
“Valió la pena el esfuerzo. Es gran experiencia y un enorme orgullo estar acá. Misión cumplida. Tenemos una alegría inmensa”, dijo Alazard.
“Fueron cuatro aduanas, sumado una enorme logística que tuvimos que hacer. Por suerte los animales llegaron muy bien. La rusticidad de esta raza hizo posible para que hagamos la admisión y estemos adentro. Luego, para nosotros, la competencia es una anécdota más”, señaló Barría.
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