Franco Bruno, que tiene abejas en Melo, Córdoba, prevé una caída de entre un 20 a 25% en su producción
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Desde hace al menos cuatro meses que, en gran parte de los establecimientos rurales ubicados en la región agrícola núcleo, los pluviómetros no marcan milímetros significativos para las diferentes actividades productivas. Una de ellas es la apicultura.
“Panorama muy complicado... Pleno octubre alimentando colmenas por la sequía (la falta de agua hace que no suba el néctar a la flor). En estas fechas se debería nuclear”. Escribió en su cuenta de Twitter Franco Bruno, un productor apícola de la localidad cordobesa de Melo para expresar su desazón. Por efecto de la sequía prolongada, estima una caída de entre un 20 a 25% de su producción de miel y teme que la situación empeore si continúa la falta de precipitaciones. En diálogo con LA NACION contó que este año no pudo hacer la multiplicación de las colmenas, que es lo que le permite crecer.
Bruno, que tiene 25 años, es técnico agropecuario y perito clasificador de granos, y actualmente estudiante de agronomía en la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). “En 2016 tomé conciencia de la importancia que tiene la polinización. Pasaba muchas horas mirando videos sobre las abejas y me dieron ganas de empezar con la actividad”, comentó.
Fue así que ese año, con sus ahorros y la ayuda de su padre, compró las primeras colmenas y, de forma simultánea, comenzó a trabajar en un campo para volcar el sueldo en su nuevo emprendimiento.
Al poco tiempo el esfuerzo dio frutos y nació “Abejas del Sur”, la marca con la que comenzó a vender la producción en frascos para el mercado interno. Sin embargo, el gran salto lo dio en 2020: por medio del contacto de un apicultor más grande se le abrieron las puertas al mercado internacional.
Desde entonces, exporta todo. Vende un 70% a Estados Unidos y el 30% a Europa en tambores de 300 kilos. Al año produce entre 4000 y 6000 kilos. Actualmente posee entre 80 y 120 colmenas, pero se lamentó: “Como fue un año difícil, se me han ido varias”.
En rigor, en los años de sequía, como el néctar no sube a las flores, deja de estar disponible para la abeja y, por ende, tampoco lo puede llevar a la colmena. “La abeja queda en una encrucijada y comienza a comerse las reservas hasta que finalmente muere de hambre”, comentó.
Para tratar de que eso no ocurra, indicó, el apicultor queda obligado a alimentarlas con incentivos proteicos y colocarle el agua a los apiarios. “Son tareas que demandan mucho más trabajo, que un año normal no se realizan, se aumentan mucho más los costos y se achica aún más el margen de ganancia”, apuntó.
Por otro lado, Bruno explicó que, entre mediados de octubre y noviembre, es la época en la que se debería nuclear, es decir, el apicultor divide la colmena para multiplicarse en cantidad. Sin embargo, en medio de la sequía las abejas no llevaron el néctar que es lo que incentiva a la reina a poner huevo. Las colmenas quedaron chicas y eso dificultó aún más la división para hacer los núcleos.
Todos los años, el joven hace un núcleo cada tres colmenas. “Al igual que el 80% de los apicultores de la zona, decidí no multiplicarme porque corría el riesgo de dañar las colmenas”, indicó.
Para el joven, a la apicultura la azota la “tormenta perfecta” porque, además de los efectos de la sequía, desde hace dos años no se actualizan los precios de la miel, mientras que los insumos, la cera, azúcar y tambores, subieron un 370% en ese mismo periodo.
“El apicultor argentino está transitando un momento difícil a comparación de cualquier país. El precio de la miel no se paga igual, tenemos un dumping de comercialización, tenemos que volver a comprar los tambores, siendo que en Uruguay, Chile y Brasil se los devuelven. Todo eso, sumado a la inflación del país, que no se puede pensar a largo plazo porque siempre te cambian las reglas de juego”, dijo.
El precio de la miel ronda los $310 a $330 el kilo, pero por los costos de los insumos, según el productor, debería venderse a $500.
“Hay seis amigos míos que se fueron afuera y les va bien; yo me quedé para lucharla, pero me cuestiono todo el tiempo si hice o no mal”, concluyó.
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