Max Knüll está al frente de la Fundación Tierras Patagónicas que identifica, por ejemplo, lugares con potenciales conflictos ambientales y busca el consenso entre diferentes actores; el trabajo colaborativo contribuyó a mejorar el vínculo entre comunidades mapuches y ganaderos
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“El amor por el lugar donde me crie, el que mi familia eligió hace cuatro generaciones para vivir y producir, es lo que me motiva a hacer esto”. Con esta reflexión, el productor Max Knüll explicó el impulso que, hace cuatro años, lo llevó a tomar las riendas de la Fundación Tierras Patagónicas creada por su tío en 1988. Su objetivo era darle un nuevo enfoque: identificar lugares con potenciales conflictos ambientales y convertirse en un actor activo en la búsqueda de consensos, promoviendo el diálogo y el trabajo conjunto.
Un claro ejemplo de este enfoque fue su intervención en una zona de históricos conflictos territoriales entre comunidades indígenas y productores. Allí, Knüll lideró la creación de una brigada de incendios forestales integrada por jóvenes mapuches, quienes actualmente combaten los incendios en la región. “Nuestra misión es unir a las personas, porque si no lo hacemos, perderemos algo irrecuperable: las montañas, los ríos, los bosques y los lagos que hacen única a la Patagonia neuquina”, destacó el productor, quien trabaja en un campo ganadero familiar en el sur de Neuquén, sobre el río Caleufú.
El vínculo de la familia Knüll con la Patagonia se remonta a principios del siglo XX, cuando sus bisabuelos llegaron a Neuquén para producir. “El estilo de vida, los principios, valores y todo lo vinculado al campo patagónico siento como si los tendría en mi ADN. Es como si tendría una conexión. Es mi lugar en el mundo”, dijo. Contó que con los años empezó a ver que el lugar iba cambiando. “Algunos cambios son buenos, otros no tanto, y por eso me preguntaba mucho cómo preservamos esto para las futuras generaciones. No me considero ambientalista, pero cuando miro las montañas, los ríos, los bosques y los lagos me pregunto cómo puedo hacer para que esto siga igual”, reflexionó.
Con esa inquietud, Knüll comenzó a analizar opciones para actuar. Ya miembro del directorio de la Fundación Tierras Patagónicas, hace tres años le ofrecieron asumir la presidencia. Aunque al principio fue reticente, con el tiempo entendió que tenía una oportunidad para hacer un cambio. “Me di cuenta de que hacía falta que estas organizaciones se paren constructivamente en el medio de los conflictos y busquen unir a las personas. Acepté la presidencia con ese objetivo en mente. Desde entonces relanzamos la Fundación con una misión renovada: unir a las personas en el cuidado del ambiente”, explicó. La región patagónica enfrenta diversos tipos de conflictos: disputas territoriales entre pueblos originarios y productores, tensiones entre lo urbano y lo rural, problemas ambientales como contaminación e incendios forestales, e incluso conflictos entre actividades turísticas y la preservación del entorno.
Incendios
Knüll vio en el combate de los incendios forestales una oportunidad para fomentar la unidad. Así nació la idea de crear una brigada inicialmente enfocada en la prevención y el apoyo logístico, pero conformado por jóvenes de las comunidades mapuches Curruhuinca, Cayún y Vera. Con la guía de instructores calificados, como bomberos voluntarios y brigadistas experimentados, se formaron ocho jóvenes mapuches que en solo dos temporadas atendieron más de 30 incendios. “Ahora están por comenzar su tercera temporada. La brigada fue declarada de interés legislativo por la Legislatura de Neuquén y trabaja en coordinación con el Sistema Provincial de Manejo del Fuego”, detalló Knüll. El éxito del proyecto dio paso a la creación de dos nuevas brigadas en las comunidades Linares y Atreuco, ubicadas al norte de Junín de los Andes. “A partir de enero tendremos tres brigadas operativas con 30 brigadistas certificados”, anticipó con entusiasmo.
Este trabajo colaborativo contribuyó en mejorar el vínculo entre comunidades mapuches y productores rurales. “Cuando planteamos el proyecto lo hicimos para generar un espacio de trabajo conjunto. El enemigo es el fuego, que puede comenzar en el territorio de una comunidad y extenderse al campo vecino, o viceversa. Esto nos motivó a buscar soluciones colectivas”, explicó Knüll. “Funcionó muy bien porque hemos logrado un espacio de colaboración muy positivo, integrando a las brigadas mapuches con los productores rurales”, agregó.
Como ejemplo de esta integración mencionó las capacitaciones brindadas en la Sociedad Rural de Neuquén para productores y empleados rurales. “Hoy la primera brigada mapuche entra a cualquier estancia de la zona y tiene las tranqueras abiertas. Es algo muy lindo lo que está empezando a generarse”, señaló.
Entre otras acciones también se firmó un convenio de colaboración entre el Ministerio de Turismo, la Dirección de Fauna, el Centro de Ecología Aplicada, la Cámara de Guías de Pesca, una fundación, y diez propietarios ribereños de grandes estancias en los principales ríos del sur de Neuquén. Este acuerdo busca resolver los conflictos recurrentes entre propietarios y guías de pesca relacionados con el uso de terrenos privados para acampar durante las actividades de pesca deportiva, lo que genera impacto ambiental y riesgos como incendios.
Tras diez meses de diálogo y trabajo conjunto se logró establecer normas básicas y crear una mesa de trabajo permanente. “Este espacio obliga a los actores a reunirse dos veces al año para dialogar, consensuar y buscar soluciones a las problemáticas comunes”, dijo.
En los próximos 10 años, la Fundación trabajará en cada espacio donde exista un potencial conflicto, buscando sentar a las partes en una mesa para dialogar y colaborar. Para lograr esto, el elemento clave es generar confianza entre todos. “El amor por las montañas, los bosques, los lagos es algo que tenemos todos: mapuches, habitantes de la ciudad, productores agropecuarios grandes, chicos o medianos. Ese amor por el lugar en el que vivimos es un denominador común y lo que nos puede unir”, concluyó.
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