En 1995, la familia de Néstor Nuñez perdió el 70% de la hacienda ovina; las similitudes y diferencias de hoy con el fenómeno de ese momento
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EL CALAFATE, Santa Cruz.- La persistencia de las nevadas y la demora para poder llegar hasta los lugares más recónditos de los campos en esta provincia preocupa y trae a la memoria “La nevada del siglo″, como se la recuerda aquí al evento climatológico del 26 de julio de 1995 del cual muchos establecimientos no pudieron recuperarse. Néstor Nuñez hoy tiene 80 años, es tercera generación de productores: las tareas del campo ahora la siguen sus hijos, pero él está en cada detalle. En 1995 perdió el 70% de la hacienda ovina y fue muy duro recuperarse.
“Fue tremendo, a medida que iba bajando la nieve, muy a finales de septiembre, empezamos a ver los animales bajo la nieve. Yo personalmente junté los animales con un tractor y un acoplado y los fui llevando para la casa; sacamos la lana a tijera a los que pudimos y recuperamos algo de lana. Esquilarlos muertos a tijera fue una tarea terrible”, recordó hoy en diálogo con LA NACION. Su estancia Chiripá se encuentra a 20 km de Esperanza, sobre la ruta 40. Ahí se encuentra hoy su hijo, arriando los animales, tratando de acercarles alfalfa. Pero aún no encontraron a todos.
Desde Río Gallegos, donde reside, recuerda que la de 1995 fue una nevada terrible, pareja, desde la costa a la Cordillera, no como esta que es del centro a la cordillera; había 60 centímetros de nieve pareja en toda la provincia. “Perdimos mucha hacienda, muchas ovejas, era muy difícil llegar al campo. Después de muchos días, cuando las máquinas pudieron abrir, llegamos, pero ya no podíamos hacer nada. Apenas pudimos salvar algo, las que pudimos sacar debajo de la nieve”, contó.
De 5500 animales se quedaron con apenas 1800. Al ser en julio la nevada, a la mayoría las encontró preñadas. No solo nevó en el campo, incluso en Río Gallegos las viviendas amanecieron con las puertas tapadas por la nieve.
Nuñez es tercera generación de productores. El primero en llegar fue su abuelo quien emigró desde Asturias, España, en 1903. Trabajó de peón en el campo, se compró un carro y llegó a tener diez, transportando lana y víveres entre los campos. De los carros pasó a los camiones y en 1918 pudo comprar su primer campo. Para cuando falleció en 1964 había comprado entre toda la familia un campo para cada hijo. Chiripá, es la estancia que compró el padre de Néstor Nuñez en la que aún siguen produciendo. Hoy su hijo es quien recorre la estancia, aún no encontraron animales muertos, pero tampoco han podido encontrar a toda la hacienda.
“Este invierno lo que tiene quizás, es que es más riguroso, porqué empezó muy temprano y mucho frío. Si bien no fue tan grande, vienen con varias nevadas, mi hijo, que está yendo al campo, encontró una parte, les vamos acercando alimento. Ayer recién, con bastante demora, nos llegó un camión con alimento, estaba demorado en el limite con Chubut por el estado de las rutas”, detalló.
Otro recuerdo de 1995. “La oveja es nuestro sustento, la lana, la carne, todo nuestro capital está expuesto, podemos meter en galpones apenas un número muy reducido, nos costó años recuperarnos. Sacamos un crédito en dólares del Banco Nación que se hizo terrible para poderlo pagar. Recién lo pude terminar de pagar en 2010. A 15 años después de la nevada”.
Pasaron entre cuatro y cinco años hasta que pudieron incorporar algunas ovejas nuevas, siguieron trabajando con las que tenían. Hoy, a diferencia de entonces, cuentan con alimento balanceado, y compraron un tractor grande, con el cual van repartiendo en la nieve.
Nuñez señaló que el fenómeno de 1995 les dejó una gran enseñanza: “Contra el clima no es mucho lo que podes hacer, cuando te encontrás un panorama como este cambia todo. Se complica un montón”.
Encontrar las ovejas en un desierto blanco es una gran dificultad. “Mientras nieva y la nieve está blanda, la oveja puede comer, va escarbando y viendo el pasto. Lo malo de ahora, es que venimos de muchos años de sequía y no hay la cantidad de pasto que tendría que haber. La oveja puede estar sin comer unos 20 días, si pasa mas tiempo se comen la lana unas a otras y terminan muriéndose”, señaló.
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