Con la nueva intervención sobre el mercado de granos el Gobierno les da un marco de previsibilidad a los exportadores para liquidar divisas, pero a los productores les da una señal menos gratificante: el trigo y el maíz que sembrarán el año próximo tendrán precios con regulación del Estado, no por el juego de los factores del mercado.
En el corto plazo, la cosecha récord de trigo, estimada por el sector privado, entre 21 y 22 millones de toneladas, generará unos US$4070 millones por exportaciones, según calculó la Bolsa de Comercio de Rosario. Ya se levantó el 65% y en pocas semanas se completará la trilla. Desde la óptica del Banco Central son dólares imprescindibles para sostener las alicaídas reservas.
El maíz, que se convirtió en el principal cultivo del país al desplazar a la soja al segundo lugar, arrojaría también una cosecha récord en 2022 de 57 millones de toneladas siempre y cuando el fenómeno climático Niña que se pronostica para el verano no sea severo. La cosecha, a partir de marzo y abril, le traerá también al Gobierno las divisas necesarias para cumplir con el eventual acuerdo con el FMI.
Pero el llamado “volumen de equilibrio”, nueva terminología oficial de la intervención, enfriará la tradicional competencia entre los exportadores y las industrias procesadoras del consumo local (molineros, avicultores, tambos, feedlots y granjas porcinas, entre otros) por hacerse de mercadería. Cuando no hay puja, los productores no perciben el “precio lleno” de lo que venden, según explican los especialistas.
En ese contexto, el interrogante que se abre es si esta regulación servirá para bajar los precios de los alimentos en el mercado interno. Los industriales molineros, por ejemplo, se quejan de que la intervención no los favorece, porque ellos tienen el precio de la harina al público congelado desde abril pasado. Además, la evidencia que arrojaron otros esquemas de intervención creados por el kirchnerismo en sus primeros gobiernos como los cupos y los ROE no demostró que el precio del pan, la leche o el pollo, fuera más barato que antes de la regulación. Por el contrario, la combinación de derechos de exportación elevados y cupos a la exportación derivó, por ejemplo, que en la campaña 2012/13 se estuviera a punto de que faltara trigo para el mercado interno porque se cosecharon poco más de ocho millones de toneladas.
A su vez, cuando las retenciones fueron cero y no hubo cupos para exportar entre fines de 2015 y 2019, la cosecha de trigo se incrementó en un 74% y la de maíz, alrededor de 72 por ciento. En ese período, el mercado interno no corrió riesgos de abastecimiento.
En términos políticos, la nueva intervención significa que el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, le da un marco técnico a la teoría del “desacople” que fomenta el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti. Así, se cierra la grieta entre funcionarios del mismo gobierno que se había abierto durante la discusión por el cepo a la carne.
Con esta intervención sutil, menos evidente que una suba de retenciones o un cierre brusco del mercado como el que hizo hace un año el Gobierno con el maíz, la Casa Rosada evita abrir un frente de conflicto con el ruralismo. El buen nivel de precios internacionales de los granos, por una demanda externa sólida, permite morigerar por el momento el tono de las quejas. Otra forma de ganar tiempo.
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