Un centenario caserón, “El mirador de Espinel”, guarda la memoria de Juan Manuel de Rosas y los gauchos que lo seguían en la campaña bonaerense
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Descendemos varios peldaños por la escalera de la historia, “El mirador de Espinel” es una imponente edificación del siglo XIX que nadie sabe con exactitud en que año se construyó. Su silueta que aún impacta lucha por mantenerse en pie a pesar del azote de los años que la horadan sin prisa y sin pausa. Se levanta a orillas del manso arroyo Zapata, a la altura del kilómetro 25 de la ruta provincial 11, a medio trecho entre la ciudad de La Plata y Magdalena. La naturaleza lo sitió con talas y otros añosos árboles que limitaron la amplia visión que otrora tenía desde sus altos, para dominar la llanura sin lindes.
La tradición oral y los fogones entre los gauchos, compusieron más de mil historias bucólicas y costumbristas y todas parecen haberse refugiado tras los gruesos muros del centenario caserón. algunas de ellas son incomprobables y no hacen más que aumentar el halo de misterio que rodea al mirador majestuoso.
Don Miguel de Espinel fue el primer dueño del edificio con azotea y mirador, un estilo arquitectónico muy difundido en la llanura.
El escritor costumbrista Carlos Raúl Risso, descendiente directo de Miguel de Espinel, describió en su libro Asuntos magdalenenses cómo se dibujaba este solar “…el casco y el lote, como de media manzana, se encuentran encerrados por un zanjeo, y todo el conjunto se ubica en una vuelta del arroyo Zapata, un típico rincón de los que tantas veces se citan en las estancias de antaño”.
Cuando se podía llegar a los altos del mirador a través de una escalera de hierro, desde la azotea se podía divisar el campo a varios kilómetros a la redonda. a caballo de la tradición oral y fruto de la profunda admiración que le dispensaba el gauchaje de estos parajes, Juan Manuel de Rosas parece estar omnipresente. Relatos de vecinos sostienen aún hoy que “por el medio de mi campo cruza un arroyo cuyos antiguos dueños era una familia de apellido Espinel. Por esos pagos de la Magdalena vivió don Juan Manuel de Rosas, encontrándose un caserón con mirador a orillas del arroyo Zapata”.
Rosas nació en 1793 y se dice que entre los 16 y 22 años administró los campos de sus padres León Ortíz de Rozas y Agustina López Osornio, que en realidad era la dueña de las extensiones.
Anécdotas y leyendas de la tradición oral se encargaron de agigantar la presencia de Rosas, no tan sólo en “El mirador de Espinel” sino por todos los campos existentes al otro lado de la cañada de Arregui, camino a La Plata por la ruta provincial 11. Los gauchos magdalenenses de aquella época lo ungieron en su líder indiscutido y fue admirado por su gran valor y audacia. “La existencia entre paisanos y la naturaleza salvaje – citan Moisés Herzcovich y carlos gallo en su libro Magdalena perfil histórico y económico – lo hicieron un diestro jinete, conocedor de las cosas gauchas y del ambiente pampeano”.
Descendientes de sus militares y colaboradores como Carlos Gutiérrez (nacido en El mirador de espinel), cuyo tío abuelo fue “guesero” de Rosas, encargado de acomodar los huesos salidos de lugar de gauchos y soldados. Dicen que Rosas pasó en “El mirador de Espinel” su adolescencia y parte de la juventud consignando que en el viejo caserón “paraba; en esta silla se sentó y que éste lugar lo usaba como posta”.
Diego Gatti, que es el dueño actual de “Los ombúes” el campo donde se alza “El mirador de espinel”, nos permitió el ingreso para fotografiar este verdadero tesoro de la pampa. La tradición oral y la comprobada presencia de Rosas en la zona forjaron una leyenda que fundió en una sola pieza al llamado “Restaurador de las leyes” y a este misterioso solar que otrora fue el dueño absoluto de las alturas del arroyo Zapata.
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