Ocurrió en distintos campos de la provincia de Entre Ríos debido que el ganado consumió pasturas que estaban con excesos de nitratos en plena sequía
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Unos 200 novillos murieron por consumir pasturas con exceso de nitratos en un campo de Entre Ríos. La presencia del elemento se debe a la excesiva mineralización del suelo anteriormente fertilizado con nitrógeno y que careció de agua suficiente debido a la sequía que afectó a toda la región del Litoral argentino.
Desde la Agencia de Extensión Rural del INTA de Victoria, su titular, el ingeniero agrónomo Raúl Brassesco, dio una explicación técnica de lo que produjo la masiva muerte de vacunos y calculó que las pérdidas económicas superan los 30 millones de pesos para los productores perjudicados.
El fenómeno se produjo en distintos departamentos del territorio entrerriano, en especial en la zona denominada Rincón de Nogoyá, perteneciente al departamento Victoria.
“Esto que ocurrió es habitual cuando hay sequías, pero no en esta magnitud”, dijo el funcionario del INTA ante una consulta de LA NACION.
“Como el cultivo sembrado anteriormente (en el campo del que comieron los novillos) era un maíz que había sido fertilizado con nitrógeno, que es uno de los macroelementos más importantes que necesitan los vegetales para crecer, lo que pasó es que hubo una mineralización extraordinaria de este elemento en el suelo y que explotó por el efecto de la sequía. Al haber mucho sol y no llover -explicó Brassesco-, se acumuló ese compuesto en el suelo y se trasladó a las hojas y los tallos. Los animales, que eran novillitos de poco kilaje, que recién comenzaban su proceso de engorde, ingresaron al verdeo y empezaron a comer”.
El ingeniero explicó también que “el nitrato que está en las plantas se transforma en nitrito dentro del animal y transforma la hemoglobina en metahemoglobina; eso impide que el oxígeno circule por la sangre y el animal se termina asfixiando”.
“Hay muchos productores que están viendo pasturas de avena que tienen un color verde azulado y en realidad lo que tenemos ahí, por efecto de la naturaleza, es un potencial veneno”, advirtió el profesional, tras lo cual sostuvo que el fenómeno no se ha visto en ninguna planta de consumo humano.
“Tengo que empezar de nuevo”
Nazareno Ferrero es un joven productor del norte entrerriano con campo situado en el departamento La Paz. Sufrió la pérdida de 18 vacas que, en su caso, constituyen más de la mitad de la hacienda con la que contaba.
“Soy un productor chico; se me murió la mitad de la hacienda que tenía y ahora no sé cómo seguir. Me toca empezar de nuevo, casi de cero. Hace años que vengo tratando de mejorar la hacienda y en un ratito se me murió la mitad de la hacienda”, dijo a LA NACION.
Ferrero señaló que la zona está muy castigada por la sequía y que las lluvias que golpearon la semana pasada a la capital provincial no se registraron en el norte entrerriano. “Acá venimos muy castigados por la sequía porque los tajamares están totalmente secos y necesitamos estar sacando agua con motores que funcionan a nafta porque no nos llega la electricidad al campo”, testimonió.
El productor dio precisiones sobre el modo en que se dio la mortandad masiva de vacunos en su campo. “La avena que utilizamos -explicó- es cosechada en campos naturales, no se había siquiera fumigado, pero sí se había preparado la tierra para sembrar soja, pero como luego no llovió no se sembró la soja aunque luego sí la avena. La verdad es que nunca supe, ni nadie acá sabía, que la avena estaba venenosa. Yo venía largando las vacas todos los días, tres o cuatro horas para que se alimenten y que la avena alcance para todo el invierno. Las dejaba que comieran unas tres horas y cuando fui a buscarlas estaba el tendal de vacas muertas”.
La muerte se produce de manera rápida una vez que el animal ingiere la pastura afectada por los derivados del nitrógeno. Antes, comienzan a advertirse cambios de conductas y en la apariencia de los vacunos aparecen dificultades para respirar y caminar, temblores, orinan más de lo habitual y el color de la mucosa pasa de ser rosada a grisácea. La muerte se produce entre una y cuatro horas después de la ingesta del verdeo afectado.
Según las explicaciones de los veterinarios, el hecho tiene tratamiento, pero hay que actuar de modo urgente. El semanario Paralelo 32, del departamento Victoria, señaló la explicación de veterinarios que afirman que lo indicado es aplicar 1 a 2 miligramos por kilo de peso vivo de azul de metileno en una solución al 1 por ciento por vía intravenosa lenta. También se trata con derivados del sodio. Si el procedimiento se realiza con premura se logra salvar al animal.
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