Con políticas acordes que favorezcan la industrialización del cereal, el país tiene una plataforma para impulsar el desarrollo
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“El maíz siempre está” es el lema del Congreso Maizar de este año. Lo elegimos porque, aunque muchas veces no nos demos cuenta, el maíz está presente en la vida de los argentinos, en productos que consumimos a diario: está en los cereales del desayuno, en el pochoclo, en las sopas, en la leche, en el huevo, en la carne vacuna, de cerdos y de aves; las burbujas de las gaseosas son gas de maíz; hay derivados del maíz en jugos y bebidas alcohólicas; el alcohol sanitizante y el alcohol en gel provienen del maíz; cada auto naftero de la Argentina tiene en su tanque bioetanol de maíz.
El maíz es la estrella de la bioeconomía global a la hora de generar alimentos, bioenergías e innumerables productos biológicos, pero en la Argentina aún hay mucho camino por recorrer. Tres de los cuatro principales países productores de maíz -Estados Unidos, Brasil y la Argentina, ya que China no exporta - concentran el 75% de las exportaciones mundiales de este cereal. Estados Unidos, el principal productor del mundo, consumió en su propio mercado el 84% de los 384 millones de toneladas que produjo la campaña anterior, y destinó el 35% del total a elaborar bioetanol. Brasil, tercer productor mundial, utiliza más del 60% en su mercado interno, con una cantidad creciente destinada a bioetanol combustible. En cambio, la Argentina, cuarto productor mundial, exporta el 75% como grano. Esto nos ofrece una enorme oportunidad para crecer en la industrialización local y/o en transformación del maíz en proteína animal.
La producción argentina de maíz tiene un importante efecto multiplicador en la economía. El mejoramiento genético y la incorporación de biotecnología producen semillas de alta productividad. El uso de agroinsumos para la protección y la nutrición del cultivo, con asesoramiento de profesionales agrónomos, representa más empleos en el interior del país.
l transporte del cereal hasta las industrias locales y puertos de exportación significa más empleos directos e indirectos. La transformación del grano en proteína animal -carne de vaca, cerdos y leche- genera agregado de valor en el campo del productor y ahorro de costos logísticos.
La industrialización del maíz en plantas de molienda seca y húmeda, en fábricas de alimentos para humanos y para animales, en plantas de bioetanol, en el recupero de dióxido de carbono del maíz para gasificar bebidas son ejemplos de la enorme importancia del maíz en materia de agregado de valor y generación de empleos.
El trabajo del productor agropecuario argentino es sumamente relevante, pues la inclusión del maíz -al igual que la del sorgo- en los sistemas de rotación de cultivos es un factor esencial para la conservación de nuestros suelos. La obtención de mayores rendimientos de maíz por hectárea implantada, con el uso inteligente de insumos agropecuarios a partir de ambientaciones de lotes y prescripciones variables para la siembra de la semilla y la fertilización, ayudará a la mejora de nuestra huella ambiental del maíz, ya de por sí, de las mejores a nivel global.
Bioetanol
A título de ejemplo, nuestro bioetanol de maíz puede ingresar al mercado europeo con certificaciones que acrediten que su huella genera un ahorro de emisiones de gases efecto invernadero (GEI) superior al 70% respecto de la huella de carbono de la nafta, bajo estándares europeos. La Argentina ha cumplido este parámetro, lo que le ha permitido ingresar con bioetanol a ese exigente mercado. El maíz es un cultivo imprescindible para una agricultura sostenible.
Resulta necesario que en nuestro país se siembre más maíz, y que los productos a partir de este “grano mágico” crezcan en forma significativa. Para esto, se requieren políticas acordes. Por ejemplo, una nueva ley de biocombustibles que eleve el corte de bioetanol en las naftas a un 15% (del actual E12 a E15), mínimo y obligatorio, y que establezca un sendero de mayores cortes hasta llegar a E85, como en Estados Unidos y Francia. La nueva ley provincial de biocombustibles de la provincia de Córdoba muestra el camino para ir hacia una matriz energética más limpia.
El autor es subgerente general de ACA y presidente de la Cámara de Bioetanol de Maíz
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