Herida de muerte por el flagelo de las inundaciones y por las sucesivas crisis económicas, esta pequeña población rural intenta resurgir gracias a la fuerza de voluntad de sus habitantes, que actualmente ensayan un proyecto de desarrollo local basado en el turismo y en lo que ellos consideran valores propios dignos de ser conocidos: la vida en el campo y la pesca
LA NIÑA, Nueve de Julio.- Acorralado por las inundaciones, el fin del paso del tren y el cierre de la única fábrica que funcionaba en la zona, el pueblo de La Niña, ubicado en el partido de Nueve de Julio, a unos 300 kilómetros de la Capital Federal, ensayó un proyecto de desarrollo local apostando al turismo sobre la base de lo que los vecinos consideran valores propios dignos de ser conocidos: la vida en el campo y la pesca.
Junto con pobladores de otras localidades cercanas, preparan para fin de año un megaencuentro que busca reunir las experiencias de muchos pueblos que, como ellos, también luchan por sobrevivir. El emprendimiento llevará un título inequívoco: "Pueblos que laten: turismo, cultura e identidad".
Fundado en 1911, La Niña forma parte de la realidad de muchos pueblos que nacieron bajo el impulso de un modelo agroexportador con la expansión de los ferrocarriles. Llegó a ser la segunda localidad del partido, pero el cierre del ramal ferroviario, en 1961, inició su marginación y decadencia económica.
En 1987, una de las tantas inundaciones provocó el cierre y traslado de la planta láctea Nestlé, que daba trabajo a unas 80 familias y constituía el motor económico de la localidad. Esto generó una importante migración. El agua volvió a castigarlos en 2001, cuando el pueblo estuvo casi dos meses aislado. En 2002 la ruptura del canal Mercante volvió a afectarlos. "De los 2000 habitantes que llegamos a tener, hoy sólo quedamos unos 500", contó a LA NACION el delegado local, Rodolfo Martínez.
Pero para sobrevivir a la adversidad los lugareños se inventaron, a mediados de 2003, una esperanza: el agroturismo. "Pensamos que teníamos que poder sacar un rédito de lo que nos provocó muchas desgracias: el agua. Y así trabajamos para desarrollar el turismo asociado con la pesca", explicó el médico Ricardo Gallo Llorente, uno de los principales impulsores de la iniciativa y dueño de La Catita, un viejo casco de estancia reacondicionada para recibir contingentes.
Al principio no fue fácil, pero poco a poco los vecinos fueron tomando conciencia de que había una alternativa en brindar alojamiento en sus propias casas. Y así se habilitó una docena de casas que hoy reciben visitantes, la mayoría atraídos por el nuevo recurso de la zona: el pejerrey y otras especies traídas por el río derramado sobre los campos. "Yo tenía un susto bárbaro, pero ahora estoy feliz y orgullosa de haberme animado", dijo Bety Pereyra, la primera que abrió su casa a los forasteros.
Bety y su marido, Antonio, habían emigrado del pueblo tras el cierre de la fábrica láctea, pero después de que sus hijos se fueron decidieron volver. Sus huéspedes recorren las polvorientas calles de La Niña y visitan la panadería, el boliche, la capilla o el almacén. "Para nosotros es la vuelta del perro, pero para muchos es un mundo de pueblo que descubren y valoran", explicó la mujer.
"Nuestra oferta apunta a que quienes vengan conozcan la vida de pueblo rural, sus actividades, sus personajes y sus paisajes", indicó Gallo Llorente.
Visitantes europeos
La propuesta de La Niña ya despertó curiosidad internacional: una estudiante de la universidad holandesa de Breda llegó en 2003 hasta este pequeño pueblo bonaerense para realizar su tesis de graduación sobre turismo rural. Incluso la estancia La Catita, de los Gallo Llorente, ya recibió varios visitantes europeos que descubrieron el lugar por Internet y se sintieron atraídos por conocerlo. La venta de carnada y elementos para la pesca se convirtió en una fuente de ingresos para varias familias.
En 2003, La Niña se constituyó en sede de la Primera Clínica de Pesca provincial, auspiciada por la Secretaría de Turismo bonaerense. Y hasta organizó un campeonato para aficionados. En los cuatro pesqueros que funcionan en la zona concurren, según estimaciones locales, unas 500 personas por fin de semana.
El pueblo también trabaja, desde 2001, en un proyecto que da cuenta de la importancia que los vecinos le otorgan a la identidad. Se trata de un almanaque que muestra en fotos actividades, personajes y lugares del pueblo. El primer almanaque fue presentado en el Centro de Cultura Municipal y distribuido por los comerciantes entre sus clientes, amigos y conocidos. La repercusión que tuvo hizo que el proyecto tuviera continuidad hasta hoy.
Ahora los vecinos de La Niña preparan una gran fiesta: "Pueblos que laten: turismo, cultura e identidad", es el nombre de un encuentro de pueblos rurales que se realizará entre el 10 y el 18 de diciembre. "En el interior profundo, dispersos en la geografía de nuestro país, los pueblos con pocos habitantes se resisten a morir, se niegan al olvido, al atraso, a la migración de sus jóvenes, se resisten a dejar de ser", reza el afiche que convoca a participar de las diversas actividades que aún están en planificación, y que incluirán música, teatro, cine, artesanías y talleres.
"Desde hace tiempo, vecinos e instituciones trabajamos para revertir esta realidad y transformarla de diversas maneras, a través de la música, la fotografía, el deporte, las fiestas populares, el turismo rural; mostramos cómo somos, cómo vivimos, rescatamos nuestras raíces", dijo Gallo Llorente, que también integra la comisión organizadora del encuentro.
El camino fantasma
LA NIÑA, Nueve de Julio.- La principal vía de ingreso al pueblo, ubicado a 300 km de la Capital Federal, en el partido de Nueve de Julio y a 40 de esta ciudad cabecera, es el denominado "camino fantasma".
En el kilómetro 281, sobre la ruta nacional 5, comienza el acceso, de 22 kilómetros, que debió haberse construido en 1940, cuando los fondos para su construcción fueron girados desde la gobernación a la Municipalidad de Nueve de Julio.
Sin embargo, pese a que la traza comenzó a aparecer en la cartografía oficial, los fondos se esfumaron misteriosamente y sólo se construyó en 1958. Por eso, los lugareños lo conocen como "fantasma".
En épocas de inundación, "el fantasma" revalidó su nombre por otros motivos: la mayor parte de su trayecto desapareció bajo el agua. Por eso, aunque hoy ese camino está transitable, hay otra alternativa de acceso que se encuentra en el cruce de la ruta 5 con la ruta provincial 65. Por allí, en dirección a Junín, a cuatro kilómetros del acceso a la cabecera del distrito, hay una bajada al camino vecinal de tierra con cartel indicador. "El camino de tierra de 35 kilómetros aproximadamente lo lleva hasta nuestro pueblo." También se puede llegar en tren hasta las estaciones de Nueve de Julio o de Quiroga.
Propuesta atractiva
LA NIÑA, Nueve de Julio.- La "Asociación de turismo La Niña, pueblo rural" fue fundada en agosto de 2003 y surgió de la unión de una docena de familias que ofrecen alojamiento en sus casas a los visitantes. "Nuestro objetivo es hacer de La Niña un lugar atractivo para venir y quedarse, descansando, compartiendo nuestros trabajos rurales, nuestros juegos y fiestas populares, saboreando nuestras comidas caseras, en especial los platos de comida silvestre, pescando, avistando nuestra riquísima fauna, conociendo nuestra gente y disfrutando del paisaje, el horizonte infinito de la pampa, su cielo pleno de estrellas....", reza el texto elaborado por la entidad.
Sus propuestas incluyen visitas a un tambo, a la fábrica de quesos, a la panadería y a la capilla. También ofrecen jornadas de pesca, avistaje de fauna silvestre, paseos en carro o sulky y cabalgatas. Además, en 2004 hubo varias fiestas populares como corsos, fogones, yerra, concurso de empanadas y de dulces, carneadas y jineteadas.