Se trata de un proyecto del INTA en su sede de Castelar y estará vinculado con la producción bovina
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A poco más de 40 minutos en auto desde la Capital Federal está una sede del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Castelar que, en alrededor de 600 hectáreas, alberga una serie de laboratorios de investigaciones que han sido clave para la salud animal, y que con la pandemia por el Covid-19 se convirtió en una pieza importante para distintos desarrollos de PCR para humanos. En esa sede, ahora, se llevan adelante investigaciones que se convertirán en un hito para el país en el futuro.
En febrero pasado, por citar un ejemplo, se inició la construcción de un laboratorio único en América Latina con seguridad nivel 4, donde trabajarán hasta con 19 animales de gran porte [vacunos] en box y pequeños [cerdos] integrados con distintos estancos donde se contemplarán todas las medidas de bioseguridad internas y de control.
El equipo de expertos, compuesto por los investigadores de “Biotecno” Oscar Taboga, Fabiana Biggi, Silvio Cravero, Gabriela Calamante, Guido Konig, además del equipo de virología integrado por Karina Trono y Juan Schammas, y por INCUINTA, la plataforma técnico-organizativa para el desarrollo de proyectos tecnológicos del INTA Castelar, Andrés Wigdorovitz y Juan Pablo Malito, recibieron a un grupo de periodistas en un recorrido organizado por el Círculo Argentino de Periodistas Agropecuarios (CAPA) y el INTA.
Estos indicaron que este proyecto le permitirá a la Argentina “sentarse a trabajar a la par con países muy desarrollados”, con instalaciones de montos millonarios para discutir temas sobre la bioseguridad, incluso, en la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los expertos también explicaron que el INTA invirtió 4,5 millones de pesos en esa obra que promete convertirse en un hito, ya que va a ser la única en la región y en el país.
“El laboratorio va a permitir dar una respuesta muy rápida con una celeridad que no está puesta en el continente. Vamos a tener la capacidad para salir o para aprobar las vacunas antiaftosa acá”, señalaron.
A pocos metros de este nuevo proyecto está plasmado uno que se desarrolló en 2018, el INCUITA, un laboratorio hecho con normas GMP (Good Manufacturing Practices), donde se trabaja las 24 horas en distintos emprendimientos. Para poner en marcha el INCUITA, explicó Andrés Wigdorovitz, quien es coordinador de esa oficina, investigador del Conicet y director científico de Bioinnovo, los investigadores debieron sacar un subsidio de US$1 millón del Gobierno para poner la cuestión regulatoria “en orden” para fabricar vacunas humanas en ese espacio.
A partir de las nuevas instalaciones que estarán en funcionamiento dentro de dos años, también se prevé alcanzar una dimensión y capacidad importante para hacer pruebas de forma conjunta con el Senasa, que también tiene un espacio de trabajo en ese centro. Los investigadores coinciden en que el Covid se convirtió en una ventana de oportunidades para mejorar la capacidad instalada que tiene el INCUITA, donde encaran proyectos que han servido para potenciar los temas de salud ambiental, animal y humana.
“El Ministerio de Salud nos convocó a hacer diagnósticos de PCR en marzo, abril y mayo, del primer año de pandemia, para ponerlo a punto y después transferirlos a los laboratorios de la región Oeste. Eso fue bueno porque les permitió trabajar para el área humana con el conocimiento previo animal que teníamos. Se hicieron en el laboratorio que tenemos en las instalaciones y gracias a eso se le dio respuestas a la salud humana”, indicó durante su presentación Karina Trono, directora del Instituto De Investigación Virología.
“Hoy, por la regulatoria de la salud, uno necesita adecuarse a los requerimientos que van viniendo. Esto (por el nuevo proyecto) está bueno porque estamos a la vanguardia y no nos quedamos atrás tanto en los boxes [de animales] como en los espacios ganaderos del INCUINTA, donde usamos los mismos equipos para hacer vacunas veterinarias que sirvieron para desarrollar la vacuna de la pandemia”, agregó Wigdorovitz.
En ese centro de investigaciones se desarrolló la vacuna contra la aftosa. Destacan que los estándares de calidad fueron subiendo año tras año, junto con los requerimientos de controles estrictos. “Esto es estratégico. Hoy el mundo remarca y pide mayores controles, más exhaustivos en materia de riesgos”, dijo Juan Pablo Malito.
“En pocos años los estándares van a ser mucho más alto y estas instalaciones son únicas en el país para fines de investigación y desarrollo en INTA y en trabajo de alto riesgo biológico”, puntualizaron los investigadores.
Una de las vacunas que se desarrolló en ese lugar es la Vedevax block, la primera vacuna a subunidad direccionada contra el virus de la diarrea viral bovina (VDVB). Además, desde hace 10 años se puso en marcha el kit de anemia infecciosa equina, una enfermedad de origen viral que afecta a los caballos.
Durante el recorrido, también estuvieron Natalia Gattinoni, Patricio Oricchio, del Instituto de Clima y Agua de ese organismo, y Pablo Mercuri, director del Centro de Recursos Naturales.
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