En Rafaela, Santa Fe, la firma Sodecar advierte que no puede importar más carne de cerdo y otros productos desde julio pasado; también frenó inversiones
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Las restricciones a las importaciones impuestas por el Gobierno están causando estragos en la cadena de suministros en el sector productivo local. Desde hace meses que distintas empresas vienen alertando sobre la imposibilidad de hacerse de insumos para trabajar en sus industrias, donde el sector alimentaria no es ajeno.
En la localidad santafesina de Rafaela se encuentra el frigorífico Sodecar que elabora salazones, chacinados y fiambres. Si bien desde hace mucho tiempo que esta planta trabaja, hace 25 años que industrializa con ese nombre.
Con el objetivo de crecer en capacidad operativa, el ejercicio pasado los directivos de la firma invirtieron más de $350 millones para la mejorar la infraestructura y este año, antes de que se conociera la medida del Banco Central, pensaban volcar nuevamente ese mismo monto, apuntando a triplicar la capacidad (como la construcción de secadores de jamones crudos y salames y ampliaciones generales en la fábrica) pero, ante esa nueva realidad macroeconómica decidieron achicar esa cifra y que sean solo $200 millones. En ese ejercicio pasado, industrializaron unas 18.000 toneladas de productos, aunque este año dudan en alcanzarlo.
“Estamos desesperados, nuestra situación es crítica. Con las restricciones a la importación, hay insumos que están al límite, como las tripas artificiales que se traen de Brasil o Estados Unidos, que por una cuestión de escala no se fabrican en el país. También tenemos problemas con los aditivos de soja que vienen de Brasil para emulsiones, el nitrito, los colorantes y saborizantes, hasta los clips para las piezas envasadas al vacío“, contó a LA NACION, Rubén Burkett, gerente general de la compañía.
Con este panorama, dijo que para algunas producciones prácticamente ya no tienen stock. “El 40% de nuestra producción son las salchichas de viena y nos estamos quedando sin las tripas para industrializar. Si esto sigue así, en menos de un mes, vamos a tener que discontinuar alguna de nuestras líneas de producción. Nos fuimos comiendo todos los stocks y hoy estamos en el día a día”, agregó.
Semanas atrás, la Cámara Argentina de la Industria de Chacinados y Afines (Caicha) ya había alertado de esta situación, donde muchas empresas comenzaban a tener que bajar sus niveles de producción para no cortar de lleno la fabricación de algunos de sus productos.
Un problema no menor está en conseguir la materia prima que utilizan que ahora también están teniendo faltante. A mediados de julio pasado, el BCRA pasó a licencias no automáticas, con pago a 180 días, a los cortes porcinos que son parte de la materia prima para chacinados y salazones.
“La producción porcina local no alcanza a abastecer a los frigoríficos de carne fresca y la industria que procesa en conjunto, por lo que nosotros importamos una parte de Brasil. Pero ahora lo pasaron a licencia no automática, lo que implica que te obligan a pagar a 180 días y eso no aceptan nuestros vendedores y es entendible que no quieran, porque las reglas de juego en la Argentina cambian todo el tiempo y seis meses es mucho. Desde julio pasado que no pudimos importar más carne”, subrayó.
“Estamos rogando que de afuera nos carguen los insumos pero si no pagamos es casi imposible que nos manden los productos. Estábamos acostumbrados a planificar por semestre pero hoy es el día a día, para ver si nos habilitan las compras”, añadió.
Sodecar emplea de manera directa a unos 378 empleados pero cuando comienza la temporada alta en octubre se suman otros 30 trabajadores eventuales. Cuando la cosa se empezó a poner más oscura, los directivos comunicaron al gremio que nuclea a los empleados, de la situación, “quienes también se mostraron preocupados por el difícil escenario que enfrentan”.
“Antes veníamos trabajando en un 80% de nuestra capacidad, veníamos creciendo, pero ya agotamos todo el stock de la carne importada y ahora estamos en un 70%, porcentaje de la capacidad de trabajo, que irá bajando mientras no se solucione”, expresó.
Con 61 años y con 40 en la empresa, nunca vivió algo semejante. Ni en la crisis del 2001, hubo este nivel de “desconcierto e incertidumbre productiva”, aseguró. “En las cuatro décadas que llevó en la compañía, nunca nos sucedió algo parecido. La vamos a seguir peleando hasta donde podamos. Por respeto a las fuentes de trabajo, no está en nuestra filosofía parar, pero hay cosas que nos exceden. Venimos sufriendo a diario a ver si nos dejan pagar. Es muy duro lo que se vive”, cerró.
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