Como un acto reflejo, el miércoles a la mañana, el corredor de granos revisó su teléfono para ver si le habían entrado más mensajes de whatsapp que de costumbre. Tenía la remota esperanza de que tras los anuncios del Banco Central para ofrecer una nueva modalidad cambiaria para la venta de soja quizás alguno de sus clientes estuviera interesado en hacer una consulta. No esperaba una orden de venta, pero al menos una pregunta.
“No me llegó nada”, se lamentó frente a este cronista, que lo consultó por la nueva resolución del Central que llegó luego de una ola de rumores y desmentidas en la misma proporción. “Hasta que lo reglamenten, llegue la notificación a los gerentes del Banco Nación en las sucursales y lo ofrezcan, pueden pasar dos semanas”, conjeturaba. Parece un plazo exiguo frente al 31 de agosto, fecha que el Banco Central dispuso como límite para utilizar el incentivo. “Dejan a los acopios afuera, ¿el productor chico que ya entregó la soja, qué hace?”, se preguntaba el corredor tratando de encontrarle alguna virtud a la medida. Algo de esto también se discutió en la reunión que el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, y el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, mantuvieron el miércoles pasado con las bolsas de comercio y cereales, entidades gremiales y otros actores de la cadena para despejar las incógnitas del nuevo mecanismo. Las autoridades propusieron formar una comisión técnica.
Ahogado por la caída de las reservas y necesitado de dólares, el Gobierno recurre otra vez al campo. Pesce calculó que el Central busca que al menos se liquiden divisas por US$2300 millones en agosto. La forma en que quiere lograrlo es curiosa: ofrece un incentivo, aunque débil, luego de que el presidente Alberto Fernández maltratara al campo. “La Argentina sigue creciendo en un contexto que pone otros desafíos: enfrentar la inflación, a los que especulan con el dólar, a los que guardan 20.000 millones de dólares en el campo y no los liquidan esperando una mejor rentabilidad cuando el país los necesita”, dijo el mandatario. Más allá de que la cifra sea menor (la analista del mercado de granos Paulina Lescano calculó en LA NACION que en rigor serían apenas US$4600 millones si se toma a precio FOB al tipo de cambio oficial por lo que resta por vender) el párrafo pareció un llamado a la violencia. Acaso necesitado de la aprobación del kirchnerismo, que lanzó en redes sociales una campaña de mentiras contra el almacenamiento en silobolsas, el Presidente exhibió también una dosis de ingratitud. En los primeros seis meses de este año, la agroindustria liquidó divisas por US$19.145 millones, lo que la ubicó como el principal sector de la economía en aportar dólares genuinos por exportaciones.
La cifra, si se la sitúa en el contexto histórico, representa un incremento de 15% respecto del año pasado y la más alta desde 2003, cuando se comenzó a registrar ese dato, según un trabajo no oficial de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. A ese monto se llegó por la suba de los precios internacionales, muy cercanos a los valores nominales de 2012.
No hay especialista del sector que no reconozca que hay una demora en las ventas de soja. La incertidumbre económica y la necesidad de calzar las ventas con las compras de insumos de la próxima campaña son las dos más importantes, pero también hay un cambio en los planteos agrícolas y las estrategias comerciales de los últimos años. El mismo informe de la Bolsa de Cereales lo explica: “las ventas de los productores de maíz y trigo (del ciclo 21/22), se encuentran en un 67% y 93% de la producción, ubicándose por encima del promedio de las últimas ocho campañas de 51% y 81%, respectivamente”.
En rigor, el sector no tiene por qué explicar por qué vende o no lo hace, cada uno asume sus propios riesgos. Y en el caso de la comercialización de la cosecha son numerosos. Esta semana, Enrique Erize, analista del mercado de granos, explicó en una charla realizada en la Exposición Rural, que agosto se presenta con una gran volatilidad en el mercado de granos. “Si la semana que viene hay una ola de calor en Estados Unidos van a ver a la soja subiendo 30% y si no, va a bajar”, dijo. Este es un riesgo habitual que enfrenta la producción, del que puede cubrirse con herramientas de cobertura o de futuros. Con lo que es más difícil cubrirse es si un día hay un ministro de Economía (o ministra) y al siguiente hay otro. Y más con un Presidente que un día lo acusa de avaro y a las 72 horas habilita que le ofrezca un incentivo para vender su cosecha. En rigor, sabe que tiene que apostar a lo seguro: el fruto de su trabajo.
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