Luis Devoto es productor agropecuario. Vive en la localidad de Gancedo, al sudoeste de la provincia de Chaco, casi en el límite con Santiago del Estero. A pesar del calor sofocante, salió ayer a la ruta para protestar contra la decisión del Gobierno de restringir la exportación de maíz. El punto de encuentro fue el cruce de la Nacional 89 y la Provincial 6. "Seremos unos 15 productores, y hay gente que está llegando. Ayer fue un día complicado, porque comienzaba la semana y tenía que dejar todo acomodado", dice Devoto en diálogo con LA NACION.
"El grupo nuestro es la Asociación Productores del Sudoeste. Yo soy de Gancedo, que está en línea con Charata y Las Breñas. La problemática de todos los productores es básicamente la misma", señala Devoto, que se dedica a la siembra de soja y maíz. "Por la zona geográfica en la que estamos, siempre tenemos inconvenientes para producir. Es un clima bastante duro el de acá. Si no es por las inundaciones, es por la sequía. Así y todo, son cosas con las que estamos acostumbrados a convivir", señala.
Devoto es uno de los tantos de productores que, a lo largo y a lo ancho del país, adhirieron al paro de 72 horas convocado por la Mesa de Enlace, que comenzó este lunes y se extenderá hasta mañana inclusive. "En el 2008 estuve involucrado desde el primer momento. Fue una convocatoria espontánea, y a partir de ahí comenzamos a generar grupos", recuerda. "De aquel tiempo a esta parte, lo único que hicimos fue retroceder. Es un déjà vu, como quien dice. Hoy estamos viviendo algo que ya vivimos".
Al rememorar su rol durante el conflicto por la resolución 125, Devoto relata: "Alguien tenía que hablar. Y todos tenían miedo de alguna represalia. Yo en ese sentido nunca tuve problema, ni tengo problema. Voy al frente, no tengo nada que ocultar. Así que me fui comprometiendo cada vez más. La actividad que yo desarrollo me encanta, la siento desde adentro, y defenderla me parece que es lo mínimo que podría hacer".
Sin embargo, Devoto considera que el paso del tiempo también modificó algunas cuestiones. "A diferencia de 2008, considero que hoy estamos viviendo más en una realidad virtual. Yo veo que, para muchos de los productores, pesan más los grupos de WhatsApp, el Twitter, y se deja bastante de lado lo personal. Eso afecta, ya que muchas veces no se está presente en los lugares cuando hay que realmente estar", señala el productor.
"En aquella época no teníamos acceso a las redes como sí tenemos hoy. Eran mensajitos de texto, a veces con poca señal. Me acuerdo que cada vez que necesitaba hacer un llamado tenía que buscar un lugar específico para hablar porque, si no, no me podía conectar. Era otra forma de comunicación. De todas maneras, estábamos siempre todos alertas", recuerda.
Tenemos un Estado con una voracidad confiscatoria impresionante, que avanza y quiere seguir avanzando
Para Devoto, a su vez, tampoco hay que dejar de prestar atención a los cambios generacionales en el mundo del campo: "Muchos de los que participamos en 2008 hoy ya estamos bastante grandecitos. Somos personas que pasamos los 60 años. Lo que falta hoy es más sangre joven. No hay que olvidarse que, según los censos de la última década, han desaparecido alrededor de 82.000 productores. El problema es que los hijos de aquellos productores, que quizás no tenían superficies demasiado grandes en esta zona, en los últimos años comenzaron a dedicarse a otras actividades. Esto también influyó".
Finalmente, al ser consultado por la decisión tomada por el Ministerio de Agricultura de reabrir parcialmente la exportación de maíz y permitir hasta 30.000 toneladas diarias, Devoto es contundente. "Es un ROE (cupo de exportación) encubierto, nuevamente. Otra mentira. Es el mismo mecanismo que tanto nos perjudicó durante años. Faltan 48 días para que llegue marzo. Si calculás, son 1.400.000 toneladas de maíz para exportar, con un saldo exportable, al día de hoy, de más de 10 millones de toneladas. ¿Qué hacés con el resto de las 7, 8 o 9 tonelada que te quedan dando vuelta?", se pregunta.
"Lo que generan este tipo de políticas es angustia. Tenemos un Estado con una voracidad confiscatoria impresionante, que avanza y quiere seguir avanzando. Cuando ve que vas a tener una cierta rentabilidad, viene y te la saca. Y eso cansa, son cosas que agotan. Este avasallamiento también es algo que desmoraliza a los jóvenes. Realmente genera muchísima preocupación, más que nada por el futuro", concluyó.
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