El mismo día que el Presidente anunciaba un “fondo de estabilización” para el precio del pan, la harina y los fideos con el propósito de hacer frente a la suba de los precios internacionales del trigo por la invasión de Rusia a Ucrania, el cereal experimentó una baja de US$12,59 por tonelada en Chicago. Aunque permanece en niveles históricamente elevados, ayer cerró en US$390,82, el dato no deja de revelar la volatilidad que suelen expresar los mercados de granos ante cualquier dato que, eventualmente, pueda generar oportunidades de ganancias o pérdidas. Pero también expresa que la capacidad de reacción y las contradicciones internas que tiene el Gobierno frente a un contexto global complejo pueden llegar fuera de tiempo.
Si finalmente llega la paz a la convulsionada zona del Mar Negro, por la que se exporta casi el 30% del trigo que se consume a nivel mundial, muy probablemente los mercados reaccionen como suelen hacer cuando la oferta de un bien está garantizada: bajan los precios. En ese caso, todo el arsenal que ayer no anunció el presidente Alberto Fernández, pero que en el sector se da por descontado que se lanzará hoy –la suba de los derechos de exportación a la harina y al aceite de soja- debería ser desactivado. No hay garantía de que eso ocurra.
En el campo ya saben, por historia, que nunca es temporario un aumento de retenciones. Por ese motivo, los productores agropecuarios hacen asambleas para analizar un cese de comercialización de granos y carne y organizar marchas a Buenos Aires, Rosario y Córdoba, entre otras ciudades. A ese malestar se suma que los altos precios de Chicago y Kansas aquí tienen descuentos de entre el 40 y el 50% por los derechos de exportación y por la brecha cambiaria entre la cotización oficial del dólar, a la que tienen que vender los granos, y la no oficial, con la que tienen que comprar los insumos para seguir produciendo.
La Argentina viene de alcanzar la mayor cosecha de trigo de su historia, con 21,8 millones de toneladas, producto de la inversión en tecnología y del trabajo de miles de productores, así como de condiciones climáticas favorables. No falta trigo. Antes de que termine la cosecha y de que los tanques rusos entraran a Ucrania, el Gobierno ya había cerrado prácticamente las exportaciones de trigo por un mecanismo burocrático llamado “volumen de equilibrio”-
En menos de dos meses, los productores deberán comenzar a sembrar el trigo que cosecharán a partir de noviembre próximo. Pese a los buenos precios, los especialistas del sector dudan de que se vuelva a alcanzar esa cifra por las restricciones que impuso el Gobierno, el freno a la importación de fertilizantes por las restricciones cambiarias y por la suba de los costos de los insumos. Un cóctel para evitar que se produzca más y que el interior crezca.
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