La obra de Alberto Vacarezza, el inventor del Viejo Irala, inspirado en el Viejo Vizcacha
El nombre de Alberto Vacarezza está ligado de manera indisoluble a la historia del sainete y el tango. Sólo baste mencionar que fue autor de las obras Tu cuna fue un conventillo y El conventillo de la Paloma, y letrista de "Araca, corazón" y "Otario, que andás penando", entre otros éxitos tangueros.
Sin embargo, dedicó no pocos esfuerzos a la temática gauchesca y criollista, también de manera destacada. Escribió el drama Los cardales y el guión de la película Viento norte, basado en un capítulo de Una excursión a los indios ranqueles.
Su producción poética fue recogida en Cantos de la vida y de la tierra, Dijo Martín Fierro y, en 1936, La Biblia Gaucha -ahora reeditada por Ediciones del Sol-, que aúna dos poemarios distintos: Refranes y consejos del Viejo Irala y El romance de Ciriaco Ponce.
Antes de ir a éstos, será bueno recordar que la producción de relatos y dramones criollistas en verso fue abundante durante décadas, aunque a prácticamente todas estas creaciones parece habérselas tragado la tierra. Nadie ha recordado que Nicolás Granada escribió sus Cartas Gauchas, en las que un paisano relata con aguda observación y verso gracioso las fiestas de 1910. Ponderable como obra literaria resulta, además, un valioso documento de lo ocurrido en esos días.
Los Refranes y consejos del Viejo Irala están escritos en sextinas hernandianas. El autor los vincula a los de Vizcacha con estas palabras: "Por los mismos fogones y pulperías que ambuló el Viejo Vizcacha, también anduvo en sus mocedades el Viejo Irala".
Sin embargo, los consejos de Irala distan del cinismo y la amoralidad de los de Vizcacha y se acercan, más bien, a los de Fierro a sus hijos.
Vacarezza -diestro verseador, cuyos versos mientras se leen parecen oírse- se luce en no pocas sextinas, como ésta: "Cuando una pena traidora / te engüelva en su cerrazón, / sacá en limpio la razón / que motivó tu tristeza. / Se atajan con la cabeza / los golpes del corazón". Otras veces recurre al humor: "Quien dijo ‘el amor es ciego’ / ha dicho exageración; / en mi modesta opinión / yo apenas digo que es bizco, / porque lo mira a Francisco / y lo está viendo a Ramón".
Como Fierro, el Viejo Irala expone sus diferencias con otros cantores: "Versiadores por versiar / güelta a güelta los encuentro, / mas yo no achico mi centro / por apurao que me vea. / y al cantar vuelco la idea / que ya he madurao adentro". Y como Hernández, Vacarezza habla por boca del personaje para objetar a quienes "cantan por cantar".
Casi un subgénero
También por influjo hernandiano, los consejos rimados que rematan con un refrán llegaron a constituirse casi en un subgénero. Lo ejercieron, por ejemplo, Andrés Cepeda, autor de Consejos; José Betinotti, de Consejos gauchos; Buenaventura Luna, con Sentencias de Tata Viejo, o José Larralde, que escribió y grabó Herencia pa’ un hijo gaucho.
El romance de Ciriaco Ponce, por su parte, es una novelita rimada, alejada de la gauchesca pura y ligada al folletín melodramático criollo, que se propagó a partir de los éxitos de Eduardo Gutiérrez. En ésta, Ponce es un noble capataz de estancia que se propone "sacar de la mala" a su amigo Juan Toribio Corrales. Sus respectivas historias y las que viven de aquí en más están llenas de emoción como de sucesivas desgracias.
En cuanto al lenguaje, y a diferencia de los consejos anteriores, aquí Vacarezza exagera la oralidad hasta convertirla casi en una caricatura del genuino hablar criollo campesino. A veces lo hace por imperio de la rima; otras como una fantasía literaria que puede entenderse como posible en un gaucho, pero en muchos casos de manera gratuita. Es una forma afectada en la que cayeron muchos por entonces, mediante deformaciones ridículas, que incluso derivaron al campo del humor.