En pocos días más termina este complicado 2012 para nuestro sector agroindustrial, y comenzaremos un 2013 con más incertidumbres que certezas. Podría resumir el año con estas siglas, algo que ahora está de moda: AP (aciertos: pocos), EM (errores: muchos), ET (enseñanzas: todas), y OM (oportunidades: millones).
A nivel coyuntural sabemos todos cómo estamos o cómo fue este año: sequía inicial, seguida por una feroz inundación en gran parte de la pampa húmeda (Buenos Aires, la provincia más afectada por más de $ 13.000 millones de pérdidas iniciales y casi 12 millones de hectáreas afectadas); suba exponencial de impuestos que hacen cada vez menos rentable las producciones en este contexto; trabas a la comercialización de granos, lácteos y carnes, que continúan sin sentido dejando escapar las oportunidades que nos da el mundo; economías regionales complicadas; sector de carne casi paralizado con sobreoferta -producto del cierre de las exportaciones desde hace más de 6 años - con productores que cobran casi el mismo precio por kilo vivo desde hace un año, y consumidores disconformes porque pagan la carne más cara. A su vez, los productores lecheros están soportando aumentos de costos de casi 75% en 2 años y cobrando un precio por litro de leche casi igual desde hace 18 meses; sembramos menos trigo que hace 100 años; aumentamos la siembra de cebada con resultados de diversos a malos en algunas zonas; perdimos nuevamente la posibilidad de aumentar fuertemente el maíz; vamos a sembrar más soja (menos de los esperado, pero con precios de entre US$ 500-520 en mayo/13) otra vez; además de que no se toma el toro por las astas en el tema de la inflación, dólar, aumentos generales de costos y pérdida de competitividad.
Tampoco vimos cambios sustanciales en materia de infraestructura: las rutas y caminos siguen estando en mal estado; castigaron a las pymes productoras de biocombustibles cuando la oportunidad en el mundo de este mercado es cada vez mayor; vimos que EE.UU. perdía 110 millones de toneladas de maíz por su sequía y no fomentamos a nuestros productores para hacer más de este cultivo; nadie piensa en el cuidado real del suelo, planificando las rotaciones de cultivos en consecuencia, salvo contadas excepciones que lo impulsan (Aapresid, por ejemplo); no se habla demasiado de hacia dónde va el mundo en materia de producciones, como el tema de agricultura certificada, menos del tema del control de huella de carbono.
Es decir, el mundo va para un lado y nosotros vamos a otro. La Argentina es, luego de Venezuela, el único país de la región que cierra su economía a los países que mejor pagan los productos primarios y alimentos. Mientras todos los países de la región están recibiendo desde 2011 récords de inversiones externas para su desarrollo, no pasa lo mismo en la Argentina (y Venezuela). Lamentablemente enviamos misiones comerciales a países como Angola, Vietnam o Nigeria con los que difícilmente se puedan obtener beneficios, particularmente en la energía, el principal problema actual para el desarrollo del país (para crecer un 4% por año la Argentina necesita de US$ 15.000 millones por año de inversiones en energía)
No les vendemos productos agroindustriales a los países que mejor pagan, desde hace casi 70 años. Pero, así y todo, hay gente del sector, grupos, entidades, gremios que están trabajando bien pensando y presentando propuestas para una agroindustria en desarrollo. Muchas veces no son escuchados ni tomados en cuenta por autoridades o políticos. En otros caso, sí. Pero la pregunta que surge a todos los que quieren un país mejor, en desarrollo y con más oportunidades, es: ¿qué estamos esperando?, ¿qué nos paraliza para actuar?, ¿la ideología de algunos y la ineficiencia de otros? Veremos qué nos depara 2013, un año electoral.
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