Seguramente parte del título de esta nota tiene la frase más dicha, leía y utilizada en el mundo -o por lo menos en el gran mundo futbolero- en estos últimos 15 días. Cuando nuestro querido Leo Messi dijo esa frase en una nota al aire, creo que todos primero nos sorprendimos porque no es habitual que él tenga reacciones de ese tipo, sino todo lo contrario, sea por su sencillez, timidez, y fundamentalmente por su don de gente y respeto permanente. Por eso sorprendió esa frase, pero también nos gustó. Mostró firmeza, respeto -a que no se lo falten-, rectitud, ética, códigos.
Terminado un difícil 2022 para nuestro país en todos sus sentidos, se me ocurrió “pedirle” prestado la frase a nuestro gran capitán por un ratito. Sé que me va a entender...Cuando vemos que, por ejemplo Brasil, nuestro país vecino y socio estratégico, va a terminar el año con una inflación proyectada de 5,7%, y nosotros en la Argentina con una inflación proyectada de casi el 100% en 2022, es evidente que algo no anda bien, o directamente algo anda muy mal.
Una macroeconomía que no funciona, donde el Gobierno le miente a la gente mostrando que hay reactivación económica sustentable, y todos sabemos que esto no tiene un buen final. Es lógico que los argentinos, si podemos vamos a gastar los pocos pesos que se puedan tener, porque la inflación “quema” los pesos, y es “cero” la capacidad de ahorro de los ciudadanos. Pero no es así como se debe vivir. Se sabe, lo sabemos. Y este Gobierno no lo corrigió, lo corrige ni lo hará con la excusa que es un problema estructural.
El cambio vendrá, seguramente, por decisión de la gente allá por octubre del año próximo. Nos merecemos un país mejor en todo sentido. En materia productiva, donde la agroindustria es el motor y protagonista del movimiento económico de cada pueblo, localidad, ciudad, provincia de nuestro país, terminamos un año muy complejo, otro más...
Sequías duras y prolongadas que hicieron fracasar la campaña fina, con resultados malos en trigo con casi 12 millones de toneladas menos de producción, y habiendo partido allá por junio/julio pasado con más de 1 millón de hectáreas menos sembradas, con una cebada con resultados pobres, con una campaña gruesa aún no finalizada pero seguramente con resultados malos también, pero ya sabiendo que en septiembre se sembró un 25-28% del maíz que se debería sembrar en ese momento, hay maíz tardío y habrá de segunda, la soja siempre está, pero...finalmente veremos resultados de rindes y económicos malos con aproximadamente unos US$13.000-15.000 millones menos de entrada de divisas al país producto de estas pérdidas que mencionamos.
¿Qué más pasó en el año agroindustrial? Varias cosas: fideicomisos fracasados, dólar “soja I y II” con buenos resultados (en el I) para el Gobierno que disfrazó la salida urgente a buscar dólares nuevamente al “campo” levantando su valor por un tiempo determinado para “tentar” a productores a vender sus granos, falta total de políticas estables para el agro, cambio de autoridades y disminución de rango de Ministerio a Secretaría, poca asistencia a los productores para la sequía, continuo “señalamiento” al sector del campo buscando “enemigos donde no hay”, ningún esfuerzo de medidas para buscar disminuir los derechos de exportación -ni ningún otro impuesto- de las producciones agropecuarias, ayudas insignificantes a las economías regionales con llamativos silencios de gobiernos oficialistas del interior, con exportaciones de carne disminuidas en casi 180.000 toneladas, y podemos seguir.
Escenario
Ahora bien, tan difícil es poder plantear políticas públicas para un sector que lo único que hace siempre es empujar, invertir, generar empleo directo e indirecto, apostar cada año, cada campaña, buscar exportar y poner sus productos en el mundo – y muchas veces no los dejan-, producir alimentos en cantidad y calidad, adoptar tecnologías e innovar cada vez que puede y esté a su alcance.
¿Tan complicado? Cuando uno mira lo que el gobierno busca aplicar hacia el “sector” más dinámico y competitivo -pese a todo- de la Argentina es siempre complejo, engorroso, de imposible implementación, de corto plazo, ninguna medida de fondo, todo es incertidumbre, nada que motive a confiar, a invertir, a tener esperanza. Todo es “sensación de tirar la pelota afuera, aguantar y que después el que venga haga algo”,
El 2022 fue un (otro) año de oportunidades perdidas en materia agroindustrial para la Argentina: Desde septiembre de 2020 hasta ahora, todos los países del mundo que padecieron la pandemia, tienen y tuvieron necesidad de comprar alimentos al mundo y lo hicieron. De hecho, esos países -mix entre desarrollados y no tanto- aumentaron sus compras de alimentos entre un 12-22%, y la Argentina no está ni estuvo en esas discusiones, o mejor dicho en esas ofertas de alimentos. Se ha crecido en exportaciones de commodities por el alto precio de los mismos, no por acciones estratégicas o planes de expansión desde la Cancillería, ministerios, etc. La Argentina está cerrada al mundo, cuando el mundo hace todo lo contrario.
Los países vecinos nos “aman” no por amor real, sino por las oportunidades que les dimos de exportaciones, cerrándonos nosotros al mundo por ideologías, por mentirnos a nosotros mismos con el relato de “cuidar la mesa de los argentinos” y exportar menos. Tenemos un potencial inmejorable. Pero siempre es “potencial”.
Para que nos vaya bien hay que planificar, programar, pensar profesionalmente y estratégicamente, trabajar en equipo, sin ideologías tontas ni mintiéndole a la gente, sin confrontar, siendo firmes, defendiendo ideales y valores y tratando de buscar consensos, pero serios, no para buscar votos.
Somos productores de alimentos y lo hacemos bien. Adoptamos tecnologías y vamos para adelante, a los productores le roban a mano armada con impuestos distorsivos, con tipo de cambio insostenible, pagándole una soja casi US$280 menos por tonelada que lo que cobra un productor en Brasil, Uruguay, Paraguay, y sin embargo siguen adelante.
¿Pero saben qué? Messi tiene razón...Al Gobierno habría que decirle: ¡Andá pá allá! hacia la tecnología, biotecnología, bioeconomía, la innovación, las empresas AgTech, la inversión en genética y nuevos eventos biotecnológicos (HB4, emisión génica y muchas otras) a tener una ley de semillas justa, a pensar en todo lo bío (agrobioinsumos y agrobioindustria y agrobionegocios), a pensar que el control de los gases invernaderos, la captura de carbono y control de huella de carbono no es algo irreal, sino todo lo contrario, que el mundo “paga” por bonos verdes, y que hay empresas que tienen proyectos activos de emisiones de carbono y otras en el mundo que “compensan” esas emisiones a través de pagar esos proyectos, que el mundo necesita mucha proteína vegetal y proteínas alternativas para alimentar a una población mundial que hacia 2050 va a crecer más del 40%.
El autor es director General de CONFIagro. Fue ministro de Agroindustria de la provincia de Buenos Aires (2015-2019)
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