Cabañas y productores ponen la lupa en las diferencias en la eficiencia de conversión de alimento en carne de cada animal
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En poco tiempo, los ganaderos ya no van a pensar solo en su rodeo, sino que pondrán el foco en los individuos que lo componen. Sucede que, como en cualquier población, en la bovina hay diferencias de comportamiento y de performance por razones genéticas. Así, dos bovinos similares en su aspecto visual pueden mostrar grandes diferencias en su potencial productivo, vinculadas al engorde que desarrollan con determinada cantidad de alimento. Expresado de otra manera: hay diferencias en la eficiencia de conversión de alimento en carne por parte de los vacunos.
La eficiencia de conversión de un bovino se puede medir de distintas maneras. Por ejemplo, en Estados Unidos actualmente se produce mayor cantidad de carne que hace 40 años, pero con la mitad de los animales. Aumentó la producción de la cría y la performance de cada animal, lo que permitió producir mayor cantidad de kilos en menos tiempo, pero los animales son más grandes, más pesados y no necesariamente son más eficientes en el uso de la comida. Por esa causa, la industria cárnica invirtió mucho dinero para desarrollar indicadores para poder medir y seleccionar animales con mayor eficiencia de conversión del alimento en carne.
“Si se logra mejorar en 5% el proceso de aprovechamiento del maíz y de los otros ingredientes de la ración, el impacto económico sería revolucionario y generaría millones de dólares en Estados Unidos”, proyecta Santiago Debernardi, gerente comercial de Select-Debernardi, quien visitó distintos establecimientos de ese país que están utilizando esta nueva herramienta de selección.
Sin embargo, hay varios problemas para lograr ese objetivo. Por ejemplo, ¿cómo se hace para medir el consumo? Si se pone un grupo de animales a comer en una pastura, se podría asumir que todos consumen igual cantidad, pero la realidad muestra otro comportamiento. En el engorde a corral pasa lo mismo. Para enfrentar ese inconveniente, se crearon comederos inteligentes, que “leen” un chip de la caravana electrónica de cada animal cuando introduce la cabeza en el comedero, que permite que ingrese uno solo. El comedero tiene una balanza de precisión que mide el consumo realizado por cada individuo. De esta manera se puede conocer con mucha exactitud cuál es la cantidad de alimento, en gramos, que ha ido consumiendo cada día cada animal.
También se han desarrollado sistemas de medición con balanzas en los bebederos, de modo que los animales son pesados cada vez que van a tomar agua. Con estas instalaciones se puede determinar el consumo y la ganancia de peso de cada individuo.
Con estas mediciones se pudo determinar cuáles fueron los animales con mayor eficiencia de conversión de alimento en carne. “Se vio que hay diferencias notorias entre bovinos en este carácter: por ejemplo, hay animales que consumen 14 kilos de materia seca para producir un kilo de carne y hay otros que solo necesitan 5 kilos”, diferencia Debernardi.
Otra cuestión que se comprobó es que no hay correlación directa entre la eficiencia de conversión con el biotipo, con el aspecto visual de cada animal: altos o bajos, flacos o gordos no muestran una relación estrecha con su tasa de transformación de alimento en carne.
Por otro lado, al analizar los datos de los animales más eficientes -comparando cuánto consumieron y cuanto ganaron- se observó una correlación estrecha con los animales que más crecen y más consumen. Entonces, si se selecciona por eficiencia de conversión, indirectamente se va a seleccionar por animales que crecen más, consumen más y, por ende, van a tener tamaño final más elevado, con más kilos de peso adulto, lo cual es inconveniente para los ganaderos y para la industria.
Indicadores objetivos
Entonces, los investigadores empezaron a ver de qué manera podían disociar la eficiencia de conversión del crecimiento, para no quedarse con animales muy grandes, altos y pesados. Por eso “se creó el RFI (Residual Feed Intake) o Consumo Residual Promedio. Este índice evalúa lo que un animal realmente consumió versus lo que debería haber consumido para la cantidad de kilos que ganó en un periodo de tiempo”, explica Santiago. Por ejemplo, si un animal ganó 100 kilos, por tabla debería haber comido 1000 kilos de materia seca. Si comió 900, ese animal tiene un RFI negativo, conveniente para la raza, y viceversa.
Es decir, estas evaluaciones miden cuántos kilogramos consumió un animal y lo comparan con lo que debería haber comido. Si consumió menos de lo que debería resulta muy eficiente; si comió más de lo que debería, es ineficiente. Esta metodología disocia la conversión del crecimiento porque puede haber animales que crezcan poco, hayan ganado pocos kilos y, sin embargo, son muy eficientes en la conversión de alimento en carne. Es resumen, el RFI es una manera de evaluar la eficiencia de conversión de un animal disociándolo del ritmo de crecimiento.
Otro indicador que se creó con el mismo propósito es el RADG (Residual Adjustment Daily Gain). “Mide cuánto crece un animal en engorde con la misma cantidad de comida que otros. Se equiparan todos los animales recibiendo la misma alimentación para ver cuántos kilos carga cada uno”, apunta el empresario.
Uso en la práctica
La Asociación Americana de Angus pública DEP para RADG y esa información está disponible en todos los toros que vienen importados.
En nuestro país, en el INTA Anguil, Aníbal Pordomingo desarrolló un sistema de comederos inteligentes adaptado a las condiciones locales, que provee información precisa para identificar los animales más eficientes en conversión de alimento en carne.
El sistema incorporó un chip agregado a la caravana de cada animal y un sensor en el comedero, vinculado una balanza, que mide durante cuánto tiempo se alimenta y la cantidad consumida por cada animal. A partir de los datos recabados, se puede establecer los consumos individuales diarios y los promedios semanales, para detectar los animales más eficientes.
Los comederos inteligentes ya se fabrican en el país por empresas privadas, que las instalan en cabañas y campos ganaderos “llave en mano”.
Varios empresarios ganaderos están poniendo en marcha estos sistemas de diferenciación de individuos. Por ejemplo Daniel Bovetti, de la cabaña La Tregua, instaló comederos inteligentes para medir la eficiencia de conversión de sus toros mediante el índice RFI. Con esos datos selecciona sus reproductores y puede ofrecer información de toros con RFI negativo. Hay que destacar que la eficiencia de conversión es un carácter con buena heredabilidad en la descendencia.
En publicaciones recientes, el cabañero midió diferencias del orden del 14% en eficiencia de conversión a favor de toros con RFI negativo. Y los mejores reproductores muestran una eficiencia de conversión 5-6 kilos de alimento por kilo de carne.
En síntesis: la evaluación de la eficiencia de conversión de distintos individuos bovinos es una técnica con amplia difusión en Estados Unidos, con resultados contundentes sobre la productividad y la rentabilidad de la ganadería. En la Argentina ya se está trabajando en la misma línea y se espera que esta sintonía fina tenga un impacto importante sobre la actividad pecuaria en los próximos años, tanto sobre la calidad genética de los reproductores, como en la reducción de la huella de carbono y de las emisiones de gases por los rumiantes.
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