Parecía que esta región del país, sudeste cordobés, estaba inmune a la falta de humedad, más todavía si recordamos que los anegamientos fueron una constante durante las recientes campañas pasadas, pero no, "siempre que llovió paró" dice el dicho y acá no fue la excepción.
Saliendo de un abril muy pobre para terminar la recarga previa a la siembra le siguieron un mayo, junio, julio, agosto y septiembre muy pobres, condicionando la peor campaña de fina de los últimos años.
Las precipitaciones en Monte Buey, al sudeste de la provincia de Córdoba, en abril pasado fue de 12 milímetros; en mayo, junio y julio 0 milímetros; en agosto solo 9 milímetros y en septiembre, 27 milímetros.
Por esta razón, no es raro encontrarse hoy en plena cosecha de trigo, lotes recién recolectados con rendimientos de 1400-1600 kg/ha donde el año pasado rendían 5000-6000 kg/ha.
Si bien en producción en secano las precipitaciones son el factor más importante en la determinación de rendimiento, en la zona el frio hizo lo suyo ya que la región fue afectada por heladas durante todo su ciclo con intensidades que llegaron hasta -9°C y duraciones superiores a las 10 horas.
La variación entre los rendimientos reportados hasta ahora oscila entre los 800 kg/ha de piso hasta los 4000 kg/ha en los menores casos con una media que ronda los 1500 kg/ha. Los resultados obviamente están asociados a cómo interactuaron los lotes y sus decisiones de manejo con las condiciones climáticas desfavorables que sufrieron.
La falta de precipitaciones no solo influyó claramente en pobres crecimientos y desarrollos del cultivo sino también en la capacidad de dejar disponible el nitrógeno aplicado, ya que numerosos lotes optaron por "volear" el nitrógeno que luego nunca obtuvieron precipitaciones para su incorporación y disponibilidad del trigo.
El daño que producen las bajas temperaturas en trigo depende del estado de desarrollo del cultivo en el momento que ocurren. Si bien ésta gramínea tiene buena adaptación a las bajas temperaturas durante gran parte de su ciclo, hay momentos en que los cambios bruscos de temperatura (amplitudes características de nuestra región) pueden afectar tejidos en activo crecimiento.
Si bien en los estados iniciales y durante macollaje el cultivo es muy resistente a las bajas temperaturas, pudiendo resistir hasta -11 ºC durante periodos de dos horas, en la zona sufrimos temperaturas entre macollaje y encañado de -7,88°C con eventos que duraron hasta 10 horas acomplejado por la falta de humedad en el suelo.
Desde encañado la sensibilidad aumenta teniendo el máximo de susceptibilidad alrededor de floración o antésis con un umbral de -1 ºC con una exposición de dos horas. También el estado fisiológico del cultivo tiene incidencia sobre la magnitud del daño. Y es aquí donde juega un rol importante la previa exposición a bajas temperaturas antes de la ocurrencia de la helada y por supuesto, el tiempo de exposición a las temperaturas extremas.
Si a esta situación le sumamos la falta de humedad edáfica y humedad relativa del ambiente, en el momento de ocurrencia de la helada empeoran aún más su situación y su capacidad de recuperación post estrés.
Es por esto que los mejores rendimientos obtenidos hasta ahora los estamos encontrando no solo en los lotes sembrados tempranos, donde mejor pudieron ir copiando la humedad del perfil principalmente en los primeros centímetros del suelo y donde, además, se incorporó el nitrógeno presiembra. Se están logrando buenos rindes en los lotes donde se decidió la implantación de variedades con mayores requerimientos de frio, que sobrellevaron las intensas heladas bajo estrés hídrico de una manera diferencial del resto, con diferencias de hasta 2000 kg/ha en el mismo lote.
El autor de la nota es coordinador de la plataforma de Innovación Territorial INTA del este de Córdoba
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