¿Qué es un gaucho? ¿Cómo vive? ¿Cómo se viste? ¿Cuáles son sus herramientas? Para responder a estas preguntas hay un sinnúmero de obras literarias, poemas y relatos que completan el vasto mapa de ese personaje tantas veces explicado y otras tantas malentendido.
Pero hay una obra, un verdadero hito, que no se puede soslayar si se quiere entender lo que fue y lo que es el gaucho. Se trata de Conozcamos lo nuestro, homenaje ilustrado al gaucho, de Enrique José Rapela, que la editorial El Ateneo reeditó recientemente. Acaso podría decirse que es una verdadera enciclopedia del gaucho.
Rapela, hombre de campo, había publicado su trabajo en tres fascículos y ahora se presentan unificados en áreas temáticas. Con textos explicativos e ilustraciones del propio autor, se describe al gaucho con sus prendas, sus implementos de trabajo, sus habilidades y la vida cotidiana. Ninguna de estas facetas podían estar completas sin su compañero inseparable, como lo define Rapela, el gaucho. En forma precisa, se explica la anatomía del caballo, la forma de cuidarlo y sus mañas. También los diferentes usos para el trabajo y el transporte.
Con recursos siempre escasos en un medio hostil, aquella figura de las pampas enfrentaba con inteligencia los desafíos que tenía por delante. "Nada hizo el gaucho que no tuviera una importante finalidad", señala el autor en el prólogo. Recuerda que "todo lo que salió de sus manos hábiles probó el notable ingenio del que era poseedor". Esto queda reflejado, por ejemplo, en el capítulo dedicado al uso de las sogas para dominar el caballo. De igual forma, se rescata en las descripciones de los rebenques, cuchillos y boleadoras que el gaucho usaba con un doble propósito para la defensa y el trabajo cotidiano. Sujeto y objeto parecen ser solo uno.
El valor estético de la obra de Rapela es destacado por Pilar Altilio, licenciada en Arte de la Universidad Nacional de La Plata. En un estudio señala que "hay que destacar especialmente las imágenes donde registra el paisaje retratando un cielo sereno con sutiles rayas verticales; o cuando describe unas siluetas negras con ligeros toques blancos que señalan la luz lunar en contraste con las figuras".
Con precisión, las ilustraciones muestran la vestimenta del gaucho: "el tipo de tela se nota en sus arrugas que están representadas con soltura", dice. También se describen los ranchos, los senderos, los árboles y las diligencias, explica la especialista. "Se trata de un dibujo sobrio, aplomado, clásico, pero con grises que enriquecen no solo la composición, sino que funcionan como ornato", añade.
El periodista y escritor Mariano Francisco Wullich repasa la trayectoria de Rapela como creador de historietas célebres en revistas como El Tony o diarios como La Razón. "Cirilo el Audaz", "Fabián Leyes" y "El Huinca", entre otras, que lo convirtieron en uno de los pioneros de la historieta gaucha. "Idoneidad, educación campera, rigurosidad y dedicación lo hicieron un referente para que conozcamos lo nuestro", dice. "Es que desde chico, en la estancia La Carolina (Roque Pérez) se contagió del aire, la historia y sus gauchos, siempre legendarios", afirma.
Otro aspecto interesante de la obra es que no hay un solo gaucho, el de la pampa húmeda, como habitualmente se cree. "Es imposible que un gaucho de la montaña vista como el de la pampa. Son otros los colores, son otros los calores", recuerda Wullich. Y esa variedad está presente en la obra de Rapela porque también atraviesa el devenir histórico del gaucho, su relación con el indio y los cambios que enfrentó, por ejemplo, con la aparición del alambrado a partir de 1845, con Ricardo B. Newton.
Autodidacta, Rapela nació en Mercedes, provincia de Buenos Aires, en 1911. Además de dibujante y escritor, fue editor, historiador, pintor, emprendedor y entusiasta difusor de las tradiciones y costumbres criollas. Falleció en Buenos Aires en febrero de 1978.
LA NACIONTemas
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