En su libro, El nacimiento del gaucho, Jorge Emilio Gallardo indaga los misterios del arquetipo campero
Lo dijo Martín Fierro, y es éste, el tema de la libertad, el primero que el escritor Jorge Emilio Gallardo trae en su libro El nacimiento del gaucho. Si es cierta la siguiente ecuación "a mayor desprendimiento mayor libertad", el gaucho es, sin duda, en la austeridad de su vivir, un ser libertario casi por definición. Es verdad también que la movilidad que le es propia al gaucho, el caballo, es un recurso imprescindible para su condición de libre.
La paciente investigación llevada a cabo por Gallardo en Sevilla, en los manuscritos del Archivo General de Indias, y en Madrid, en el Archivo Histórico Nacional, asegura profundidad en el conocimiento del gaucho, su evolución y su lenguaje. El autor viajó a España en esa oportunidad con el propósito de desentrañar cómo fue precisamente ese nacimiento del gaucho. Desde luego que para ese entonces ya había revisado cuanto archivo estuvo disponible en Buenos Aires, Montevideo, Porto Alegre, San Pablo y en Río de Janeiro. La propia experiencia rural de Gallardo estuvo en la base de toda esta investigación.
Mi reseña es muy breve y no podrá mostrar en cuánto el libro de Gallardo es un estudio lúcido y necesario. Simplemente, señalaré que en el tema de la libertad, Gallardo se extiende y muestra que la libertad del gaucho no es precisamente, o solamente, soledad. Tampoco es misoginia, según le adjudica un extendido estereotipo. Así lo muestra en distintos momentos.
El autor hizo un seguimiento desde el que fuera escenario primigenio del personaje y su corrimiento a través de los siglos, asimismo de la transformación de sus características. En su obra, Gallardo se detiene en el modo de decir, el porqué de su rico lenguaje metafórico. Recuenta el cómo y el dónde del decir gauchesco y en qué fuentes abrevó.
Y analiza la manera por la que el gaucho, por un lado, transformó del español recibido y, por otro, retuvo arcaísmos olvidados tiempo ha; así como tomó prestados del portugués muchos vocablos, arista un poco desconocida en la que Gallardo pone el acento, al igual que lo hizo en su opúsculo El habla del gaucho.
Según los archivos que Gallardo estudió, durante el siglo XVIII el gaucho tuvo características fuertemente negativas, rasgos que fueron lavados con el tiempo hasta que llegó a ser, como dijo Francisco Bauzá, "hospitalario, generoso y ajeno a toda curiosidad con respecto al que llamaba a su puerta".
Finalmente, ¿qué significa la tan traída y llevada palabra gaucho? Al igual que el gaucho mismo, el vocablo se resiste a una sola interpretación. Al momento de hablar del origen de la palabra, muchas veces se habló de la homonimia entre guacho y gaucho. Pero si hubo un origen común, el significado se bifurcó claramente, por eso se pide una "gauchada" y quien la realiza es un tipo "gaucho". Y nunca a la inversa.
El de Gallardo es un valioso aporte para acercarse al misterio de qué fue realmente un gaucho –utilizo el pretérito por si se considera que ya no hay un vivir gaucho– y cuáles de las virtudes y de los defectos que se le atribuyen fueron reales. Lo que sí es real es que la figura de este señor del desierto sigue atrayendo generación tras generación.
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