Aunque el cereal tolerante a sequía no presenta diferencias en lo nutricional respecto del producto común ni implica riesgos para la salud, exportadores, acopiadores y entidades gremiales creen que existe un potencial riesgo si hay una mezcla que llegue a países que aún no lo autorizaron; el trabajo de la empresa argentina desarrolladora
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Luego de que el Gobierno aprobara hace tres semanas la comercialización de las variedades del trigo transgénico HB4 tolerante a sequía, de la firma Bioceres, en la cadena del cereal persiste un interrogante que viene de larga data: ¿representa un riesgo comercial para la Argentina en los destinos donde no se consiguió las autorizaciones necesarias? Por más que no hay ninguna diferencia nutricional -más allá de la característica de la tolerancia al estrés hídrico- entre el cereal común y el transgénico ni se presentan riesgos para la salud, los temores de quienes tienen reparos apuntan a una eventual mezcla entre ambos productos en importantes mercados que no han dado su veredicto en favor del nuevo producto, algo que, alertan, podría significar un castigo en precios para la Argentina.
La investigación inicial del cereal tolerante a sequía viene de un descubrimiento que la doctora Raquel Chan, del Conicet y de la Universidad Nacional del Litoral, halló con su equipo en el girasol, que mostraba un mejor comportamiento ante situaciones de estrés hídrico. Bioceres, una compañía fundada en 2001 a partir de un grupo de productores y que sumó entre sus accionistas a empresarios como Gustavo Grobocopatel y Hugo Sigman, se interesó en el desarrollo. El gen se pasó a la soja y el trigo. En el caso de la soja, cuyo principal cliente del grano en el mundo es China, ese país viene de darle su visto bueno para la comercialización. En el trigo, Brasil otorgó una aprobación para harina el año pasado, pero no aún para el grano, producto este último que tiene para la Argentina como mayor cliente al vecino país. Recientemente, además se sumó para los derivados del trigo un ente de Australia-Nueva Zelanda. Antes lo había hecho Colombia.
Cuando el 12 del actual el Ministerio de Agricultura que conduce Julián Domínguez publicó en el Boletín Oficial la resolución 27 que autorizó la comercialización de la semilla y de los productos y subproductos derivados de ese trigo, entre los fundamentos mencionó las aprobaciones conseguidas en Brasil, Australia y Nueva Zelanda, además de en China para el caso de la soja. En la Argentina la autorización de cualquier evento transgénico debe pasar por tres estamentos que hacen observaciones: la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia), el Senasa -para la inocuidad para la salud animal y humana- y el área de Mercados de Agricultura.
En 2021, como año calendario la Argentina le vendió al mundo 11,62 millones de toneladas de trigo, según un reporte de Zeni. De ese volumen, Brasil se llevó 5,20 millones de toneladas, el 45% del total. Chile fue el segundo mercado en importancia, con unas 839.300 toneladas (7% de market share), luego Indonesia con 722.650 toneladas (6% del total), después Marruecos con un volumen de 642.500 toneladas y, en quinto lugar, Kenia con 642.500 toneladas, entre otros mercados. En harina del cereal, en tanto, de 577.000 toneladas que exportó la Argentina unas 266.000 toneladas fueron a Brasil.
Por el lado técnico, al cereal transgénico tolerante a sequía se le destaca un impacto positivo en materia de producción en cuanto a la mayor eficiencia en el uso del agua en un momento en que se sienten las consecuencias del cambio climático. Es un producto que puede ampliar la frontera del trigo y asegurar mejores rindes en esas condiciones.
No obstante, quienes ponen el foco en un posible riesgo comercial señalan, entre otros puntos, dos cosas: por un lado, que la Argentina es solo entre el 7 y el 8% del comercio mundial del cereal y que no tiene un peso por sí sola para actuar; por otra parte, indican que más allá de la aprobación para la harina los compradores no avanzaron en las autorizaciones para el grano. Se agrega a esto la percepción de que los consumidores, más allá de la expandida difusión de los transgénicos, no quieren que el pan venga de un organismo modificado genéticamente. Una percepción que, no obstante, podría estar modificándose luego de que una encuesta en Brasil revelara que más de un 70% de los consumidores de ese país aceptarían productos del cereal transgénico.
Reparos
“Recordemos que el total del comercio mundial de trigo es no transgénico y ningún otro país exportador tiene bajo cultivo variedades transgénicas. Adicionalmente, ningún mercado importador de la Argentina ha autorizado el ingreso de trigo transgénico por lo que cualquier detección en origen será un rechazo de embarque”, señaló Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales (Ciara-CEC).
“La siembra y comercialización del trigo HB4 pone en peligro la comercialización de todo el trigo argentino, lo cual podría llevar a un cierre del origen argentino en el mercado mundial con la consecuente caída del precio en el mercado doméstico por no poder vender nuestro trigo fuera de nuestras fronteras”, agregó.
Idígoras señaló que las empresas exportadoras “están a favor del desarrollo de la biotecnología y no tienen dudas que este trigo no genera inconvenientes desde el punto de vista de la inocuidad y lo ambiental”.
Pero agregó: “Sí podrá generar pérdidas muy importantes desde el punto de vista comercial al no estar aprobado en ninguna otra parte del mundo para su comercialización como grano”. Detalló que los exportadores continuarán realizando controles en los puertos para “mitigar riesgos”, mientras “seguirán manteniendo su política de no comprar trigo genéticamente modificado”.
Ante una consulta de este medio sobre los supuestos riesgos que se indican, desde Bioceres respondieron: “Venimos trabajando con la cadena desde hace tiempo y vamos a seguir produciendo bajo identidad preservada [un sistema de producción cerrada donde toda la producción es controlada por la empresa]”. Hace poco, la firma se acercó hasta el Congreso A Todo Trigo en Mar del Plata para mantener un mejor diálogo con la cadena del cereal.
Para Santiago del Solar, coordinador de la Comisión de Granos de la Sociedad Rural Argentina (SRA), es “imposible” hacer una segregación de este trigo para diferenciarlo del cereal que no es transgénico.
“Es imposible que no se mezcle una variedad con otra”, dijo. Señaló que hay sembradoras, cosechadoras, plantas de silos, camiones, buques, en síntesis una extensa cadena vinculada donde persistiría un riesgo de mezcla de un solo grano del cereal aprobado con el común.
“1000 granitos de trigo pesan 32 gramos”, ejemplificó para luego remarcar “lo difícil” de una segregación a cero y limpiar ya sea una sembradora, tolvas, cosechadoras “donde pasan toneladas de trigo”, apuntó.
Para Del Solar, al margen de lo sucedido en la Argentina, “no hay ningún trigo genéticamente aprobado para su siembra”. Dijo que con la expansión de la producción en el país será “una cuestión de tiempo” para que “salte trigo genéticamente modificado argentino” en algún país y haya un “castigo”.
“¿Cuando se de el problema, quién paga? Más de 20 millones de toneladas -el volumen de la cosecha del país- son unos 10.000 millones de dólares [en valor de producción]. Estamos jugando con el valor de eso, ¿para qué?”, reflexionó.
Del Solar, que era jefe de Gabinete del Ministerio de Agricultura cuando el gobierno de Mauricio Macri evitó una aprobación comercial del evento, recordó que productores de Estados Unidos, Canadá y Australia en 2009 buscaron coordinar una estrategia conjunta para un posible trigo transgénico, pero desistieron.
Bioceres ha venido produciendo semilla de su trigo en los últimos años bajo un esquema cerrado [fueron más de 50.000 hectáreas en la campaña pasada]. Desde la semilla hasta lo producido es de su propiedad. Lo ha hecho con un sistema donde lo cosechado, y luego almacenado en silobolsas, es seguido mediante sensores remotos y geolocalización a la que solo puede acceder la empresa. El Instituto Nacional de Semillas (Inase) ha realizado auditorías en torno de este sistema.
Ante una consulta, Fernando Rivara, presidente de la Federación de Acopiadores, cuantificó cuánto podría bajar el precio del trigo argentino si se detectara en algún mercado que no compra el cereal transgénico.
“El mundo compra trigo libre de transgénicos. No hay un solo comprador que compre trigo transgénico. Si se llegara a descubrir un barco con alguna contaminación no deseada, el trigo argentino bajaría 60, 70 u 80 dólares. Todo el trigo. Porque pasamos a ser proveedores de trigo potencialmente sucio”, dijo Rivara. Agregó que “cualquier sistema de trazabilidad o segregación es sumamente costoso”.
Rivara apuntó a la gran cantidad de lotes sembrados, maquinaria involucrada en el proceso de producción y reflexionó: “Al no tener conocimiento de cómo es el sistema de trazabilidad, cómo es el sistema con el que se preserva la identidad del HB4, tenemos terror. Es muy probable que haya una contaminación no deseada, presencia adventicia, como le llaman. Si aparece alguna contaminación no deseada y aparece alguna fuga en algún barco, ¿quién se hace cargo de los costos que implica el rechazo de esa carga? Hoy nadie puede hacerle un juicio a Bioceres porque el trigo está liberado. ¿Qué pasa si se contamina un barco? Nadie se hace responsable”.
Posturas
Carlos Achetoni, presidente de Federación Agraria Argentina (FAA), indicó que en la entidad ven con “cuidado” el tema del trigo transgénico que aprobó el Gobierno.
“Encontramos varios riesgos comerciales. Por un lado, porque Brasil al momento aprobó la compra de harina derivada de trigo transgénico, pero no del grano, por lo que nuestro país aún sigue en modo de ensayo, porque hasta que no tengamos la posibilidad de comercializar el trigo HB4 afuera, no van a habilitar la inscripción de la semilla, por lo que aún no está regulada la cuestión”, dijo.
Para el dirigente, la expansión de la cantidad de hectáreas sembradas “empieza a generar mayores posibilidades de que con el grano físico, ya sea por proximidad de lotes o en los traslados, manipulación, acopios, camiones o boquillas, haya contaminación de una partida de trigo convencional con este gen”.
“Es evidente que el trigo convencional, que sí tiene aceptación en todo el mundo, puede verse afectado si se detecta en algún lado, en algún puerto, o en alguna sección comercial a nivel internacional; eso podría generar que sea rechazado todo ese trigo. Ese es el problema y la afectación comercial que puede haber. Hasta tanto no estén dadas las condiciones de aceptación de todas las etapas y todos los procesos, no consideramos conveniente que se siga desarrollando de manera discrecional, porque podría generar ese rechazo en nuestro trigo y su inserción, haciéndonos perder importantes mercados internacionales”, opinó.
Pese a la aprobación para las variedades, la empresa ya tenía definido seguir con su esquema de identidad preservada para este cereal. En rigor, en diálogo con LA NACION en la última edición de A Todo Trigo en Mar del Plata, Claudio Dunan, director de Bioceres, había expresado: “Por varias razones, tenemos que seguir generando la propuesta de valor que representa nuestra tecnología: es un trigo que tiene menor impacto ambiental, anda mejor en áreas más marginales y eso se lo tenemos que asegurar al consumidor final. Es absolutamente clave, sobre todo porque todavía no está desregulado en mercados que son importantes [como el sudeste asiático]. Lo hacemos para reducir también el riesgo de presencia adventicia en la cadena convencional”.
También allí aclaró sobre el sistema: “Los únicos que pueden comercializar ese trigo es Bioceres. Todo es muy seguro y para que haya una presencia adventicia debería ser algo adrede, casi delictivo. El sistema funciona, no ha habido riesgos y vamos a repetirlo. Si ocurriese y tuviéramos una catástrofe hoy tenemos mercados en donde se podría renegociar y reacomodar sin impacto de precios”.
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