En la tecnología el siguiente paso es poner la información al servicio de todos los productores para que trabajen de forma colaborativa, sustentable y enriquecida por los datos
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“Controlamos el planeta porque somos el único animal que puede cooperar de manera flexible y a gran escala”. La frase pertenece a Yuval Noah Harari, autor de best sellers como “Sapiens: de animales a dioses” y “Homo Deus: breve historia del mañana”.
La reflexión de Harari es muy interesante en estos tiempos de big data. Durante los últimos años hemos pasado de la era de la información al poderío de los algoritmos, una serie de herramientas que permiten cruzar y enriquecer los datos para que los seres humanos cooperemos y tomemos mejores decisiones: Waze nos ayuda a evitar horas de tráfico, Spotify nos sugiere una nueva canción de nuestro artista preferido y un reloj inteligente nos advierte cuando las pulsaciones del corazón van demasiado aceleradas. Estos inputs no son solo información, sino ingeniería de datos a partir de múltiples variables que se conectan en un proceso complejo.
Estoy convencido de que la evolución en el uso de los datos mejora nuestras vidas considerablemente, en la medida que los usuarios estemos educados y empoderados en ese camino. No es cuestión de entregar las decisiones humanas a las empresas que controlan la información, sino de incorporar la tecnología de manera responsable y al servicio de nuestro propio progreso.
En ese contexto, el 65% del PBI mundial va estar digitalizado en 2022, de acuerdo a las proyecciones de la consultora internacional IDC. Ya es sabido que la pandemia tuvo un efecto catalizador para que muchísimos sectores productivos volcaran su oferta a la virtualidad. Las compras online se dispararon exponencialmente, y las empresas hoy tienen la capacidad de medir con precisión el “viaje de consumo” del usuario para ofrecerle más y mejores productos y servicios. La inteligencia de datos fue y sigue siendo fundamental en esa curva de mejora comercial.
¿Y cómo vivió el sector agropecuario argentino todos estos cambios digitales? No hay una única respuesta. El campo es, por un lado, uno de los sectores más pujantes del país, con sistemas productivos de primer mundo y tecnología de punta, capaz de hacer un aporte superior al 20% al PBI nacional. Sin embargo, hace tiempo que tiene una deuda: la tan mentada transformación digital, en el sentido de cómo se aprovecha la información, parece más un eslogan que un cambio estructural consolidado. Falta mucho por hacer.
En términos generales, los productores agropecuarios comparten una visión común: el sector tiene que modernizarse y trabajar con sentido de comunidad. Los productores deben poder tomar mejores decisiones y para hacerlo necesitan información trazada, confiable y que genere un impacto de valor en sus labores diarias. Los informes de la ONU, por ejemplo, estiman que si a los sistemas productivos actuales se le suman la robótica y la inteligencia artificial, se podría triplicar la producción de alimentos sin necesidad de incrementar la superficie productiva y al mismo tiempo garantizar el suministro alimentario.
¿Cómo empezar a gestar algunos cambios en el campo argentino? Esa es la gran pregunta. Muchas aplicaciones tecnológicas llegaron para impulsar la transformación digital y con la promesa de potenciar los datos, pero lo cierto es que cada una de esas herramientas hace foco en aspectos puntuales de la producción, sin una mirada integral. “Estamos hartos de subir información a distintas aplicaciones, lleva mucho tiempo y no nos da los resultados que esperamos. Buscamos simplicidad y eficiencia”, es lo que dicen quienes trabajan en el campo.
Los productores necesitan disponer de los datos en tiempo real e integrarlos con una mirada holística, del campo a la góndola. Si el objetivo es convertir al agro en una industria revitalizada por la fuerza de la información, el camino es pensarla como una cadena de valor que actúa en un flujo continuo. Y hacerlo no solo en los procesos productivos, sino también en el recorrido digital de los datos que se van acumulando y enriqueciendo, de punta a punta.
El siguiente paso es poner la información al servicio de todos los productores para que trabajen de forma colaborativa, sustentable y enriquecida por los datos. El sector tiene la capacidad de impulsar un salto de innovación que lleve los procesos productivos a niveles nunca imaginados.
También hay que mirar un poco más allá: es necesario crear comunidad, sentido de pertenencia, un espacio que incluya a todos los productores, del más chico al más grande. Cooperar de manera flexible y a gran escala, como bien dice Harari. En un sector tan federal y diverso como el agro, esa meta es tan prioritaria como urgente.
El autor es CEO de Agrology
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