Se llama Marito Laurens y, a través de las redes sociales, comparte para su más de un millón y medio de seguidores recomendaciones y recetario con cortes
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“Soy Marito Laurens, tu carnicero amigo, el fiel, el de siempre. Así me conocen en las redes”. Con esa espontaneidad se presenta desde su local en El Palomar, en el partido bonaerense de Morón. La historia en este oficio de este influencer de 36 años comenzó de muy pequeño, como es común, cuando sus padres le trasmitieron el amor por este trabajo y que ahora, a través de las redes sociales, comparte consejos para la gente.
“Hace 20 años que soy carnicero. Mi padre había empezado como aprendiz de un italiano y yo, ni bien terminé la escuela, me puse a ayudarlo. Pero como la economía del país no es estable, muchas veces tuvo que cerrarla y ponerse de empleado porque, abrir un negocio y que te vaya bien es muy difícil, los márgenes son muy chicos”; cuenta a LA NACION.
Un día su padre le dijo que necesitaba ayuda en la carnicería que había puesto en un supermercado chino y así arrancó bien de abajo, haciendo hamburguesas y milanesas y limpiando el local. “Al tiempo mi viejo decidió abrir otra carnicería en otro supermercado y me pidió que le diera una mano con la parte administrativa, junto a otro carnicero. Pero es un rubro muy informal, que falta mucho, que no se compromete. Es un oficio medio complicado y buscar gente que te cumpla es muy difícil. Y empecé a suplir yo ese trabajo, y fui adquiriendo mucha sabiduría”, detalla.
Todo iba muy bien y la familia Laurens llegó a tener hasta cuatro carnicerías dentro de los supermercados donde el comodín era Marito, que siempre estaba donde un carnicero faltaba. Hasta que llegó un tornado que arrasó el oeste bonaerense y dejó al barrio 11 días sin luz por lo que la venta cayó estrepitosamente porque la gente no compraba porque no podía guardar la mercadería. Solo se quedaron con un local.
Eran tiempos difíciles en los que había que apechugar. Se quedaron trabajando juntos por seis años, donde Laurens terminó de aprender todo del oficio. Luego el joven decidió buscar su propio destino. Tras pasar por otros rubros, un día se enteró que en otro mercado asiático necesitaban gente en la carnicería y se presentó. Un cliente que lo reconoció dio buenas referencias y fue aceptado pese a su corta edad. Allí trabajó 12 años.
“La vida me hizo laburar con muchos carniceros viejos que sabían todas las mañas, de cómo lavaban la carne con pomelo o con Sprite para realzar el color. Si los pollos no estaban muy frescos me decían que había que lavar en un balde con agua helada con dos papitas de lavandina para quitarle el olor. Un montón de cosas más que yo no podía creer y que cuando sos empleado la tenés que hacer”, detalla.
“A uno le pueden enseñar un montón de cosas malas, pero si uno tiene una determinada educación tu camino no se va a desviar. Papá siempre me remarcaba y me exigía muchas cosas que con el tiempo entendí que me estaba preparando para el día de mañana. Acá no hay un me duele la panza, la cabeza, falto al trabajo porque estoy cansado, me decía. Tenía que tener claro que era un trabajo duro que solo tiene medio franco el domingo”, agrega.
Si bien nunca llevó a cabo “esas estafas y malos consejos” de los colegas, esas cuestiones que le mostraron le iba a servir tiempo más tarde, en la pospandemia para dar recomendaciones a la gente a través de las redes sociales.
Fue hace cuatro años cuando se le ocurrió publicar un video para dar a conocer la virtudes de las alitas de pollo. “Siempre hacía videos, pero nunca los subía. No todos somos lo mismo. Hay muchos secretos detrás de un mostrador que entendí que les podía servir a la gente. Hasta que un día publiqué uno donde mostraba cómo hacer un chupetín de una alita, como los venden en los restaurantes, la gente se enganchó y fue un boom. Y luego que esa grabación la pegó se me ocurrió seguir publicando cosas que el carnicero no quiere que sepan los clientes”, dice.
Con esa misión de ayudar a la gente, Laurens se convirtió en una suerte de superhéroe de la economía familiar: “Se me prendió la lamparita para darle soluciones de cómo comprar, qué fijarse a la hora de hacerlo. Encima, como me gusta cocinar, comencé a darles tips de cómo utilizar mejor un corte Uno de los primeros posteos tenía el tag ‘lo que tu carnicero no quiere que sepas’”.
“Así se empezaron a viralizar las publicaciones y también así me empecé a llenar de un montón de enemigos. Mostrarle a la gente las cosas que esconden los carniceros, produjo que muchos de ellos que hacían las cosas mal me enfrenten. Y me convertí en su blanco, que comentaban que era un muerto de hambre, me denigraban porque ni siquiera tenía carnicería propia y me ponía a dar consejos, que tenía tablas de madera. La realidad es que yo no tenía un peso para comprarme las cosas y tenía tres hijos”, agrega.
La cosa seguía en ascenso y en un cerrar y abrir de ojos, consiguió una fama inexplicable en redes. Su manera sencilla y de barrio de contar las cosas lo llevó a ganarse el corazón de la gente y llegar a los 100.000 seguidores en TikTok. Y los medios comenzaron a ir a la carnicería para conocer aquel muchacho que, a través de videos, aconsejaba sobre las virtudes de cortes de carne. Lo empezaron a llamar “el carnicero desenmascarado” y la gente se agolpaba en el local ya no tanto para comprar carne, sino para pedirle una selfie.
Fue así que, hace un año y medio, un día la causalidad y la suerte se juntaron para darle una mano: “Un amigo me dijo que había una carnicería para agarrar. Pese al miedo que me daba comenzar de cero, me la jugué y le dije que sí, desde ese tiempo tengo carnicería propia. Fue un sueño”.
Según cuenta, son muchos los videos que se viralizaron: “Los que más impactan son cuando enseño adónde comprar, cómo hacerlo y dónde tener cuidado. Siempre son muy largos, de cuatro minutos, porque cuento todo en detalle. Uno emblemático fue de cómo deshuesar un pollo”.
Pese al contexto económico que tiene la Argentina, la carnicería va sobre rieles, las ventas andan: “Gracias a Dios, y toco madera, el negocio camina, pero igual no dejo de atenderlo personalmente. Porque uno es más que un vendedor de carne, debe escuchar al cliente, poner la oreja, donde con el tiempo uno genera un vínculo que va más allá del negocio”.
Ahora, Laurens tiene un nuevo proyecto en marcha: “Además de saber atender a la gente, es importante saber del oficio. Hoy no existe quién te enseñe a ser un buen carnicero. Por eso el año que viene voy a abrir una escuela de carniceros en Ituzaingó. Ya se está armado la cámara y el salón. La idea es capacitar a la gente para que pueda tener el oficio: saber de números, cómo se corta, qué hacer para que no haya desperdicios”.
Hoy, con más de un millón y medio de seguidores, realiza al menos un posteo diario, sus seguidores lo esperan. Su padre ya no está, pero alcanzó a verlo crecer en las redes sociales: “Aprendí todo de mi viejo. Fue uno de los primeros en descargarse en el celular la aplicación para mirarme. Era mi primer fan. Por eso en mi remera tengo una foto con él, una manera de rendirle homenaje a todo lo que me enseñó”.
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