La familia de Tomas Föhrig adquirió un establecimiento de 1250 hectáreas a modo de inversión, ahí había un lote de 200 cabezas de ganado y 30 caballos criollos que fueron salvados; las pérdidas reales se reflejarán en el largo plazo
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Tomas Föhrig tiene 27 años y en su voz se refleja un halo de optimismo, pese a que la familia sufrió semanas atrás significativas pérdidas por un incendio que arrasó con el 95% de las pasturas del campo de 1250 hectáreas, donde estaban un lote de 200 vacas y 30 caballos criollos. Si bien, por ahora, los daños son por las pérdidas de las pasturas y seis kilómetros de alambrado, los efectos los verán a largo plazo, por el número de preñeces de las vacas que sufrieron estrés alimenticio en este tiempo.
El fuego, que se inició a partir de un rayo, se llevó todas las pasturas del campo que compró la familia de abogados allá por el 2000 como un punto de encuentro y tardó dos días en apagarse. Por la problemática de la conectividad, explicó el joven, la familia se enteró horas después del incendio. “Con el incendio este, así como el de cualquier otra novedad nos enteramos en diferido. Gracias a Dios había un vecino, y esto es importante mencionarlo, porque el apoyo ante estas crisis nos la damos entre vecinos, los empleados de todos los campos, productores y Defensa Civil de la provincia de La Pampa”, sostuvo.
Roberto y Andrea, los padres de Föhrig, habían adquirido el campo que está en Jagüel del Monte, un paraje en el cruce de las rutas 14 y 15, en La Pampa, porque tenían la convicción de que los chicos que se crían con animales lo hacen diferente. “El grupo humano que se reúnen ante estas crisis es impresionante y es una muestra de lo que el campo puede hacer, porque puede reunir gente cuando sufren pérdidas las familias”, contextualizó.
Agregó: “Las pérdidas económicas aún son difíciles de cuantificar porque fue al final del entore, justo en una época que nosotros hacemos un manejo de vacas especial para aumentar las preñeces, donde necesitamos que la vaca engorde para entrar en celo”.
“Justo en ese tiempo que es crucial se nos quema todo. Vamos a saber los costos reales cuando hagamos el tacto en mayo y sepamos cuántas vacas preñadas y cuántas vacías hay, porque un evento así de estresante y donde escasea el alimento en esta época de mayor requerimiento de la vaca, puede ser extremadamente negativo”, manifestó.
El joven, que si bien vive en Buenos Aires y viaja cada tanto al campo, manifestó que ver el campo arder le generó una sensación “rara”, de “tristeza” por árboles como los caldenes que toman muchos años que crezcan, y que fueron consumidos por las llamadas. “La parte que aún no ha sido cuantificada, sino hasta mayo, es cuando se realice el tacto para la revisión de preñez de las vacas porque son terneros que van a venderse en el otoño de 2024. Todas esas vacas que por estrés alimenticio y la situación de este incendio, por el cambio de parcela, van a ser terneros que no van a llegar al mercado de engorde. Todo eso genera una merma”, resumió.
Föhrig es el vicepresidente del Ateneo de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y rescató también el trabajo que hacen los productores en el campo, que muchas veces son señalados por las prácticas agrícolas. “Los productores ganaderos somos los primeros ambientalistas. Somos socios aliados de la naturaleza, convivimos con ella y si la naturaleza está mal, nosotros también. Un rayo, que es una cuestión natural, cayó sobre un árbol y quemó montes y pasturas. En esos campos no se siembra nada y no pasa nada, pero ante esa situación en toda la zona nos juntamos para resolver el problema en conjunto”, extendió.
Además, indicó que esta es la forma en que se controlan las malezas de manera natural o las pasturas en exceso de agua en una zona franco arenosa y semidesértica. “De la misma manera que pasó eso hay que aprender a administrar esa situación y aguantar hasta que el rebrote llegue, si bien el panorama no es bueno, porque hubiese sido bueno que no se queme nada, estamos en una situación mejor de la que estábamos”, narró.
El rayo surgió por una tormenta de verano, algo que puede derivar en incendios. “El optimismo lo saco con el convencimiento de que estamos trabajando aliados con la naturaleza y en paralelo con ella. Es un optimismo que te impulsa ver los ciclos de estas, del campo y el sector en que producimos. Ser optimista es una obligación para los productores en la Argentina. Sin serlo no pueden hacer nada, porque día de por medio salen noticias que van en contra de lo que hacemos o que parecen dar señales de que lo que hacemos no es lo ideal, en una sociedad con una política tan complicada, donde a los productores agropecuarios y ganaderos se los ve más como la lata de donde sacar recursos cuando hay que tapar agujeros que vienen de problemáticas ajenas al sector, más que como un aliado estratégico del gobierno, la sociedad y la gente”, extendió.
“Nosotros producimos alimentos para nuestro país y para el mundo que genera arraigo, empleo, futuro, posibilidades y federalismo. Los productores lo hacemos desde nuestros lugares y campos. El optimismo es obligatorio; creemos que mañana es mejor que hoy y que ayer, porque no tenemos otra que seguir para adelante. Cuando se prendió fuego el campo teníamos dos opciones: ponernos a llorar por lo perdido, que fue mucho emocionalmente, o ver para adelante y analizar el panorama que se nos planteó”, sintetizó.
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