Los muestreos son cada vez más precisos, lo que permite ahorrar costos, incrementar los rendimientos y apuntar a la sostenibilidad
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El manejo nutricional suele ser uno de los ítems más relevantes en términos de inversión en la planificación de los cultivos agrícolas. Una correcta programación del plan de fertilización es un aspecto clave para optimizar la rentabilidad y debe partir del análisis de suelo como información básica indispensable de los resultados.
Sin embargo, el uso del análisis de suelos esta lejos de ser una práctica difundida en la producción agropecuaria argentina. El Relevamiento de Tecnología Agrícola Aplicada de la Bolsa de Cereales realizado en la campaña 2021-2022 indicó que 90% de los productores de todo el país se manejó con la práctica de siembra directa, 48% incluyó gramíneas en las rotaciones de cultivos, pero solo en una de cada cinco producciones se realizaron análisis de suelos previos al cultivo.
La baja adopción del análisis de suelo se lo atribuye, en general, a la performance de los análisis dentro de los laboratorios, que genera desconfianza entre los usuarios. Sin embargo el uso creciente de las normas IRAM que armonizan y unifican los procedimientos ha acotado esta heterogeneidad. El principal factor que influye en la falta de repetitividad en los resultados es el muestreo, hermano mayor del análisis, cuyo procedimiento impacta decisivamente en la calidad del análisis posterior.
El muestreo recoge de manera más eficiente una representación total del suelo, siendo el logro de la representatividad uno de los grandes desafíos, ya que los suelos son naturalmente desuniformes y, además, la actividad agrícola aumenta esa heterogeneidad espacial. Ambas cosas son especialmente ciertas para los contenidos de fósforo (P), el segundo nutriente en importancia para los cultivos.
Como para dar una idea concreta de lo exigente que resulta esta tarea, la relación entre una muestra de sangre y toda la sangre que tiene un cuerpo es de 1 en 110. Mientras que, si tomamos una muestra hasta los 20 centímetros de profundidad en 30 hectáreas, esta relación es de 1 en 150 millones.
Actualmente para lograr que el proceso sea más eficiente se hace un muestreo por zonas apoyado por mapas de rendimiento, de conductividad eléctrica aparente o incluso por mapas generados por imágenes satelitales, traducidos en índices de vegetación normalizados. Otro aporte a la eficiencia es el muestreo con caladores hidráulicos automáticos (en reemplazo del tradicional con barreno) que, además de tomar muchas submuestras en un período corto de tiempo, permiten georeferenciar cada extracción (y adicionalmente algunos tienen la tecnología para medir in situ las condiciones físicas de los suelos, como la resistencia a la penetración).
Herramientas
A simple vista, los costos de un muestreo bien hecho pueden parecer elevados, pero es claro que un análisis en el mejor laboratorio de suelos del mundo no puede corregir un muestreo llevado a cabo en forma deficiente. En un contexto de campañas complejas es usual que se adopten prácticas conservadoras en la fertilización, lo que conduce a un menor uso de las herramientas de análisis de suelos y a dosis de aplicación más bajas. Esto suele generar un lucro cesante que no se mide pero impacta negativamente en los establecimientos.
Tomando guarismos de esta última campaña, considerando un valor de muestreo más análisis de suelos de 3,5 dólares por hectárea, un productor de maíz que, por no realizar análisis de suelo, aplicó 100 kg de urea menos que lo necesario dejó de ganar entre 8 y 85 dólares por hectárea, dependiendo de la eficiencia de uso de N del cultivo.
Por otro lado, los costos de fertilizar de más con nitrógeno, que no es residual y por lo tanto no puede ser usado por cultivos posteriores (además de poder afectar la salud del ambiente y calidad de aguas subterráneas), siempre superan holgadamente los valores de muestrear y analizar los suelos. En números: el valor del análisis más el muestreo por hectárea es hoy de entre 5 y 8 kilogramos de urea.
Finalmente, vale destacar que, por casi el mismo costo, los análisis de suelos brindan información básica que va más allá de los nutrientes: permiten predecir la eficiencia con que los nutrientes (y otros insumos como los herbicidas) serán usados por los cultivos y, fundamentalmente, permiten monitorear el estado de fertilidad general de los suelos en cuanto a condiciones de acidez, salinidad, retención de agua o los contenidos de la materia orgánica. Este componente es clave en la fertilidad del suelo y es valorado cada vez más por la sociedad (y por muchos nuevos inversores del sector) como posible destino del carbono excedente en la atmósfera, y por lo tanto con capacidad de mitigación del cambio climático global.
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Integrantes de “Laboratorio IDAgro, investigación y desarrollo agronómico” y de la cátedra de Edafología de la Facultad de Agrononía de la UBA (Fauba), respectivamente
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