En medio de la actual revolución tecnológica, desde hace algún tiempo discutimos y construimos escenarios sobre cómo será el futuro de la producción agropecuaria.
Como consenso general, podríamos decir que será necesario producir más y mejor, que crecerá la demanda de alimentos en general y especialmente saludables, con bajo impacto ambiental y accesible desde lo logístico y lo económico. También, sabemos que para atender estas demandas será necesario incrementar la adopción de nuevas tecnologías, entre ellas las digitales, que seguramente se sumarán a las herramientas actuales y serán parte del futuro del agro.
Pero, ¿cómo y cuándo llegaremos al futuro?, ¿cómo será la convivencia y transición entre las tecnologías actuales y futuras? Estos y otros interrogantes plantean desafíos importantes, ya que mientras desarrollamos las innovaciones que atenderán las necesidades de los agricultores en el futuro, no podemos desatender la necesidad de continuar produciendo hoy.
Las nuevas tecnologías digitales llegan como herramientas de mucho potencial, como también muchos insumos biológicos se presentan como alternativas o complementos prometedores a la hora de proteger el creciente potencial genético de los cultivos. No obstante, la adopción de estas innovaciones aún es relativamente baja a nivel mundial y la explotación de su potencial tecnológico por parte de los usuarios es aún menor.
Existen algunos relevamientos locales sobre tecnologías digitales que nos muestran un cierto grado de adopción en la Argentina. Pero, profundizando un poco en el tema, podemos ver que existe un gran espacio por conquistar en términos del tipo de tecnología o sus funcionalidades (monitoreo, diagnóstico, predictivas, trazabilidad, eficiencias, etc.) y, especialmente, en la extracción de valor por parte de los usuarios que, en general, está distante del potencial real que estas herramientas pueden entregar.
Algunos estudios recientes muestran que factores como el tamaño de la empresa, edad de los usuarios, facilidad de uso y, por supuesto, su beneficio, serían claves para incrementar la tasa de adopción, no obstante, la educación y la capacitación continúan teniendo un papel fundamental y sin ellas, será difícil extraer todo el valor que contienen los distintos dispositivos, técnicas y tecnologías.
Deberemos necesariamente desaprender y volver a aprender cómo hacer agricultura, y encontrar nuestro nuevo rol en la cadena de valor, garantizando que generar más y mejores alimentos con menos impacto ambiental continúe siendo el propósito principal.
Por esto, el desafío de la innovación para el agro es doblemente complejo, ya que algunas tecnologías demandan mucho tiempo para su desarrollo final y, en algunos casos, es necesario tener una mirada predictiva de más de diez años hacia el futuro, mientras que, al mismo tiempo, es imprescindible garantizar un correcto recambio tecnológico, que nos permita continuar produciendo como el mundo lo requiere.
Mirando el pasado y el presente, podríamos decir que el futuro del agro es hoy, y también mañana, y que tendrá la forma que cada uno de sus actores quiera darle, ya que como leímos y escuchamos algunas veces: “La mejor forma de predecir el futuro, es crearlo”.
Doctor en Ciencias Agropecuarias (UBA) y gerente senior de Investigación y Desarrollo en BASF
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