Marcelo Torres cree que falta una integración con la industria, los exportadores y los bancos para que la trazabilidad de los granos, la carne y los lácteos pueda ser monetizable para los productores
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SAN PABLO.- El desarrollo de la siembra directa le permitió a los productores argentinos reducir costos en la aplicación de insumos y el gasto en combustible en las últimas décadas. Ahora, el avance de las nuevas tecnologías de la información ofrece nuevas oportunidades para generar valor. Sobre estos temas y los desafíos para el futuro, Marcelo Torres, presidente de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) habló con LA NACION, durante el World Agri-Tech South America Summit que se está realizando en esta ciudad. Torres fue disertante en uno de los paneles del encuentro.
-¿Por qué ustedes hablan de innovación?
-Es importante crear un modelo interactivo de innovación, de verdad, que funcione y que tenga en cuenta al productor y a su conocimiento empírico. Y también, que las soluciones que abordemos estén basadas en la ciencia y la tecnología. Vengo de Europa, de hablar con productores y veo que estas conversaciones sobre los modelos productivos del futuro están bastante desacopladas de la realidad del productor, generan algunos modelos retóricos donde el productor no se siente involucrado en él como parte de la solución. Se generan políticas que no son aplicables con la realidad del productor. Por eso es importante trabajar con redes, en Aapresid lo hacemos.
¿Cuál es el principal limitante? ¿Tiene que haber más reconocimiento económico?
-Tiene que haber más reconocimiento económico, lleva tiempo, pero tiene que haberlo. Nosotros tenemos una cultura de networking y de innovación hasta el alambrado y la tranquera. Tenemos que ampliar esa red con los bancos, exportadores y la industria para ponernos de acuerdo en cómo vamos a transformar la manera que producimos alimentos, fibras y energías; cómo lo vamos a medir y monetizar, si vamos a tener nuestro certificado ambiental y, si lo vamos a comercializar aparte de los granos, cómo vamos a tener las medidas de captura y balance neto de carbono. Tenemos que saber cuál es la huella de carbono de nuestra producción, no solamente por lo que nosotros emitimos y capturamos sino por los insumos que usamos del transporte y entregar eso hasta la tranquera. La industria tiene que tomar eso y agregarle la huella de carbono, de la transformación, de la distribución y ver cómo estamos llegando con alimentos, con fibras, energías hasta el uso final. Se trata de trabajar en red construyendo canales confiables. Tenemos que ponernos de acuerdo en el lenguaje, crear buenos espacios de discusión e ir para adelante. Ahora eso no pasa porque trabajamos muy desarticulados.
-En ese contexto, ¿cómo ven la evolución del sistema de siembra directa?
-Los pilares son los de la siembra directa con una rotación de cultivos diversa y el uso de cultivos de servicio entre los cultivos de cosecha para mantener los campos verdes la mayor cantidad de tiempo posible, adaptándonos a cada ambiente. En lo que es adopción de cultivo de servicio, te diría que todavía es bajo el nivel, pero si uno no ve estas prácticas, el nivel de uso en la Argentina, inclusive en Brasil y en Uruguay, y las compara con el resto del mundo estamos varios pasos adelante. Yo creo que la región ha dado muchos pasos en función de cuidar el suelo con la siembra directa para evitar la compactación y la propagación de malezas resistentes. Otra estrategia es mantener el campo verde vivo y también si usamos legumbres fijando biológicamente nitrógeno hay mucho por hacer en Argentina.
En la Argentina, el nivel de adopción de siembra directa está entre el 80 y el 90% (de la superficie sembrada) y en el mundo, en el orden de 10/15%. Hay que ver cómo mejoramos en la Argentina, en la región, pero también ver cómo ayudamos a que otros países formen estos modelos interactivos de colaboración. Es una oportunidad para la Argentina para vender nuestra maquinaria agrícola y nuestro conocimiento, pero no para dar cátedra o clases, sino explicándoles lo importante que es formar asociaciones con los productores para trabajar juntos en ir más rápido en el aprendizaje. Hay mucho por hacer en la Argentina en orden de incrementar el nivel de uso de cultivos de servicios. Va a ayudar mucho que se moneticen estos servicios ecosistémicos en los granos que producimos, o bien en la carne o en la leche, generando certificados ambientales, pero también tenemos que contribuir a que estas tecnologías escalen rápidamente.
Por ejemplo, si uno va a una agricultura de sitio específico hay ambientes de baja producción. Quizás allí es más conveniente hacer un corredor biodiverso y monetizar los servicios ecosistémicos que producir un maíz que quizás de 5000 o 6000 kilos en los que no podés cubrir los costos de implantación. Tenemos que trabajar mucho con las tecnologías, hay una brecha entre las tecnologías y los reales problemas de los productores. Tenemos que contribuir a que esa brecha se cierre. También tenemos que digitalizar nuestras organizaciones, tenemos mucha información inconexa que hay que aterrizarla porque después de eso viene la inteligencia de datos, la trazabilidad y el uso de indicadores. Tenemos que ser firmes en ese rumbo.
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