Los contextos desafiantes como el actual obligan a planificar las estrategias de fertilización con tiempo; los cultivos de verano no son la excepción
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Pensar en la planificación de la siembra de cultivos de verano como maíz a fin de abril de 2022 en el actual contexto que está viviendo la Argentina y el mundo es desafiante. Es posible que en lo que queda de este año 2022 y quizás algún tiempo más, nos acostumbremos a ver precios altos de los fertilizantes, pero también a que las relaciones de precios (grano y fertilizante) permitan al agricultor realizar fertilizaciones con agregado de valor (mayor productividad, calidad del producto cosechado y rentabilidad).
En contextos difíciles como los que estamos enfrentando actualmente en la presente campaña es donde debemos poner a prueba los modelos de decisión, y tomarlo como una oportunidad para hacer reingeniería de procesos y repensar estrategias de manejo. A continuación, intentaré mencionar algunos aspectos que considero relevantes para tener en cuenta:
En primer lugar, veamos el escenario de los ambientes de producción, sus suelos y la interacción entre el genotipo y el ambiente.
Si partimos de la premisa que el rendimiento del maíz (como el de la mayoría de los cultivos), presenta una muy elevada variabilidad interanual debido al afecto climático, sobre todo disponibilidad hídrica, podemos apreciar que el “ambiente” (ya sea un lote completo o una zona dentro de éste), debe ser abordado no solo según su dimensión geográfica sino temporal. Así, los ambientes en realidad configuran una dimensión espacio-temporal. El gran desafío, entonces, consiste en reconocer que el potencial del ambiente varía con el tiempo (interacción del clima con la capacidad productiva del suelo).
La caracterización de los ambientes, para ser consistente, debe ser validada con la evaluación de los suelos a escala de detalle. Así, la integración de herramientas de teledetección y/o sensoramiento remoto integradas con estudios de los tipos de suelos, aptitud y fertilidad mejorarían considerablemente el valor agregado de estos esquemas de ambientación.
En los últimos años se observa también un mayor interés en desarrollar modelos de fertilización nitrogenada ajustados a nivel de genotipo, densidad y ambiente. Sin embargo, todavía es necesario seguir investigando y desarrollando herramientas para adicionar la dimensión climática (por ejemplo, en tiempo real o dentro de la misma estación de crecimiento) y su variabilidad dentro de los modelos de decisión.
¿Qué tecnologías priorizar?
Análisis de suelos: con dos a tres dólares por hectárea de inversión en análisis de suelos podemos evaluar presupuestos de fertilización que pueden superar los 500 dólares por hectárea, eso demuestra el elevado ROI (retorno sobre la inversión) de esta tecnología de proceso.
Modelos de diagnóstico integrales: en esta campaña de maíz el foco debería ser desarrollar modelos de diagnóstico dinámicos e integrales, con foco en el nitrógeno por la complejidad que implica definir la oferta de nitrógeno en el sistema suelo-cultivo
Fertilización balanceada: el agregado de todos los nutrientes que limitan el rendimiento de los cultivos (por ejemplo, nitrógeno, fósforo, azufre, potasio, zinc, boro, cationes básicos, entre otros), permite aprovechar las sinergias entre los nutrientes y maximizar la respuesta a la fertilización, aumentando la resiliencia y sustentabilidad del sistema de producción.
Múltiples fuentes de nutrientes: la integración de la fertilización tradicional, a la aplicación de fuentes no convencionales como rocas fosfóricas reactivas para mejorar la disponibilidad de fósforo a menor costo relativo; la inclusión de cultivos de servicio (aporte de nitrógeno en vicia); biofertilizantes (Azospirillum brasilense), bioestimulación (diversos productos PGPR), como así también la aplicación y/o reutilización de estiércol, residuos y efluentes pecuarios, entre otros, permitiría reducir y/o optimizar gastos o inversiones en nutrición vegetal.
Así se aumentaría la capacidad del agroecosistema de tolerar cambios en el ambiente, es decir mejorando la resiliencia y reduciendo la vulnerabilidad del sistema.
El autor es consultor Senior de Tecnoagro
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