En el World AgTech South América Summit que se realizó en San Pablo, se destacó la oportunidad que tienen los países de la región con herramientas como la inteligencia artificial, la pulverización inteligente y el trabajo en red
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La Argentina, Brasil y gran parte de los países del Cono Sur se están posicionando como uno de los lugares del planeta con mayor potencial para conjugar la respuesta a la demanda mundial de seguridad alimentaria con un enfoque de sustentabilidad, basado en los avances de la ciencia y la tecnología.
Esto quedó reflejado durante el World AgTech South América Summit que se desarrolló esta semana en San Pablo y que reunió en un mismo espacio a los emprendedores tecnológicos del agro, inversores y la industria de la protección de cultivos y semillas. Hubo numerosos participantes argentinos en carácter de disertantes, expositores, productores y consultores que organizaban reuniones de trabajo.
En una semana en la que Nvdia, el fabricante de chips que está ganando la carrera por los desarrollos de la inteligencia artificial, se convirtió en la empresa más valiosa del mundo al superar al gigante Microsoft, el encuentro realizado en la capital paulista demostró que el foco tecnológico del agro es correcto.
“En tres años, los chips de Nvidia van a duplicar su capacidad de procesamiento”, aventura José Gobbée, líder de The Context Network, una consultora especializada en tecnología para el agro.
El escenario de la inteligencia artificial no es de ciencia ficción: ya está ocurriendo. “La startup argentina Deep Agro utiliza estos chips para la pulverización inteligente”, informa.
Otro ejemplo del avance tecnológico que la producción puede aprovechar es la baja del costo de la tecnología. “Por diez dólares por mes se obtienen imágenes satelitales en un lapso muy corto”, dice Gobbée.
Tomás Peña, de Yield Lab Latam, que gestiona fondos para inversiones en agtech, destaca las mejoras en conectividad. “Por 50 dólares al mes ya se puede acceder a internet satelital en el campo”, señala, en referencia a Starlink.
Gobbée, en tanto, cuenta que un gigante de la tecnología como Google tiene un proyecto en sus plataformas de inteligencia artificial especializado en agricultura que apunta al mapeo de malezas en el campo.
Para el especialista, la inteligencia artificial será la vía por la cual se integrarán las distintas plataformas y aplicaciones que hoy están disponibles para el agro y que requieren de integración.
Además de los avances en tecnologías es clave el trabajo colaborativo. Uno de los casos presentados en el encuentro de San Pablo fue el de la Red de Innovación Agropecuaria (RIA) que agrupa a unas 14 empresas del agro argentino, que van desde 20.000 a 200.000 hectáreas, en la que comparten información sobre la adopción de tecnología, la innovación y la sustentabilidad.
“Hay muchas tecnologías que agregan valor, trabajamos juntos para ver cuáles se adaptan a nuestras necesidades”, dice Pedro Hales, coordinador de RIA. Entre otros objetivos, lograron bajar un 70% los costos de aplicación en la zona central del país al utilizar sensores y herramientas de inteligencia artificial sobre los cultivos. “Fue importante desde lo ambiental”, señala. En ese trabajo colaborativo, compartieron información de los aciertos y de las equivocaciones. “Apuntamos a la sustentabilidad”, explica.
Por su parte, Alejandro López, de Adecoagro, recuerda que sin rentabilidad de la producción no puede haber sustentabilidad. “Esta idea tiene tres pilares, la ambiental y la social y la económica; si la empresa agropecuaria no es rentable, la sustentabilidad no es completa”, enfatiza.
Interés inversor
En ese contexto se destacan las AgTech de base científica con productos que despiertan el interés de los inversores. Es el caso de Unibaio, una startup argentina especializada en tecnologías de formulación que está por cerrar una ronda de inversión por dos millones de dólares con fondos de Australia, Estados Unidos y Brasil.
La compañía, que nació a partir de una investigación de científicas de la Universidad Nacional de Mar del Plata y del Conicet, creó un producto biológico con micropartículas que potencia el rendimiento de los cultivos y reduce el impacto ambiental de los productos de síntesis química. Ya tiene alianzas con siete empresas de insumos y realizó numerosas pruebas a campo. En su etapa inicial, recibió inversiones por US$850.000 del fondo SF500, de Bioceres, y del fondo Indie Bio.
“En el exterior se sorprenden por la cantidad de empresas de biotecnología que hay en la Argentina”, apunta Matías Figliozzi, economista y cofundador de Unibaio.
Otro modelo de negocios es el que brinda soluciones a compañías de gran porte de la industria de protección de cultivos, semillas y el procesamiento de granos. Es el caso de Magoya, una firma que desarrolla software para estas empresas. “Nuestra inversión fue orgánica”, explica Leonardo Dopacio co-fundador de la compañía, en referencia a que no buscaron capitales para desarrollarse.
En el caso de la tecnología para el agro, Varina Baldi, cofundadora y CEO de Magoya, cree que falta una nueva etapa en el desarrollo de las tecnologías de las AgTech y de la agricultura digital que es la integración entre las diferentes plataformas y programas que brindan soluciones a las empresas.
Hay otros enfoques de innovación tecnológica que apuntan a explorar cambios en los modelos de negocios. Es el caso de b2b-agri, una consultora fundada por Pablo Ogallar, un exejecutivo de Monsanto que se enfoca en el asesoramiento de empresas agropecuarias, desde la introducción en la agricultura digital y el desarrollo de proyectos de inversión hasta el apoyo en recursos humanos y el impulso de canales de distribución de insumos. “En este segmento hay una gran transformación, con empresas que se orientan a la prestación de servicios al productor y no se quedan solo con lo transaccional de la venta de insumos”, asegura Ogallar. “Es el modelo que tienen los distribuidores en Estados Unidos y en Brasil”, señala.
Matías Saint André, director asociado de la firma, considera que hay una “gran oportunidad para la entrada de inversiones en la Argentina” por las perspectivas de recuperación y crecimiento de la economía. “Estamos hablando con una empresa de Australia en un proyecto de inversión en Sudamérica”, dice.
Tendencias
Al analizar las tendencias del negocio, Almir Araújo Silva, director digital de Nuevos Negocios para América Latina de BASF, cree que “el uso de las tecnologías digitales está aumentando por parte de los productores en América Latina”. Para el directivo, “cuando se compara con otras partes del mundo, es impresionante cómo la región está avanzando en este tema”.
Según Araújo Silva, las tecnologías que más están creciendo son las que ayudan a hacer aplicaciones variables para utilizar los insumos de una forma mucho más precisa.
Otra de las tendencias que vislumbra es “la adopción de plataformas online para llevar productos y servicios en un formato ciento por ciento digital”.
Este proceso, explica, se da en paralelo con el crecimiento en el número de startups en América Latina. “Brasil y la Argentina están liderando la innovación en nuestro sector”, destaca.
Respecto del crecimiento de estas compañías, Araújo Silva señala: “Vemos un mercado más maduro”. Enfatiza que “es fundamental conectar a los emprendedores con la realidad del campo” especialmente porque los impulsores de las startup vienen de otros rubros de la tecnología.
“Vemos el crecimiento de empresas que combinan diferentes herramientas para ayudar al productor a tomar decisiones”, destaca.
Otra tendencia que vislumbra para el futuro es la generación de créditos de carbono. “Aquí son claves las tecnologías digitales porque podemos tener toda la información del suelo, ayudar a las mejores prácticas agronómicas y formalizar los registros de todas las etapas de la campaña agrícola para determinar los créditos de carbono a los que los agricultores tienen derecho”, indica el ejecutivo.
Preparados
“En la Argentina y en la región estamos superpreparados para cumplir con los retos globales a la agricultura: producir más cantidad con mejor calidad, menor huella ambiental, abandonar la energía de origen fósil y pasarse a las renovables, preservar la biodiversidad y generar sistemas productivos resilientes”, dice María Beatriz “Pilu” Giraudo, productora agropecuaria y vicepresidenta del INTA, que disertó en el encuentro de San Pablo.
“Parece imposible, pero no lo es porque arrancamos muchísimo tiempo antes a estas agendas de exigencias actuales; tenemos que dejar de ser reactivos y ser proactivos”, enfatiza. Para Giraudo es clave contar con indicadores claros de trazabilidad para lo cual destaca el papel que pueden cumplir instituciones como el INTA. “En este camino de evolución y mejora continua permanente, las tecnologías de digitalización nos facilitan este proceso”, sintetiza.