A Gustavo Dignani, un productor del sur de Santa Fe, le sacaron 35 toneladas de la oleaginosa valuadas en $3 millones
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Después de casi cinco meses desde que se reportó el último caso de rotura de silobolsa y robo de mercadería, un nuevo hecho volvió a sorprender a un productor en un campo en la provincia de Santa Fe. Ocurrió en un establecimiento sobre la ruta 13, km 9, entre las localidades de Las Rosas y Los Cardos.
El incidente habría ocurrido la noche del miércoles pasado, cuando individuos ingresaron al establecimiento del productor Gustavo Dignani y destruyeron un silobolsa con soja. Según trascendió, se habrían robado alrededor de 35 toneladas de la oleaginosa por un valor aproximado de $3 millones. Los vecinos no vieron ni escucharon nada raro. A nivel país, según un relevamiento que lleva LA NACION, desde abril de 2020 fueron vandalizados 279 silobolsas.
En diálogo con LA NACION, Dignani contó que ayer por la mañana fue hasta el campo para verificar una pulverización realizada para sembrar trigo y se encontró con el desolador panorama.
“Ayer salí temprano de Cañada de Gómez, donde vivo, a unos 60 kilómetros del campo y cuando llegué vi una huella de camión extraña. Entré al lote y me encontré con un desastre. Había un silobolsa de soja roto en dos partes, la primera rotura la usaron para cargar el camión y la segunda para cargar el chasis. Se llevaron un camión completo, unas 35 toneladas por un valor de $3 millones. Yo paso todo el tiempo sobre la ruta donde el campo y estoy en alerta permanente, más no puedo hacer”, relató.
Según comentó, el grano estaba almacenado para ser usado como semilla en la próxima campaña, ya que por la sequía fuerte que hubo los rindes fueron muy malos y era una buena manera para seguir adelante. “Es una práctica común que hacemos los productores y pensaba guardarla pero en este país no se puede programar nada más”, remarcó.
“Todo es una debacle en esta Argentina. A nadie le interesa cambiar las leyes, los políticos en lo único que piensan es en sus puestos y no buscan cambiar la realidad de los argentinos que todos los días trabajan”, añadió.
No es la primera vez que el productor sufre delitos en el campo. Tiempo atrás le desvalijaron la casa, luego le robaron los postes de luz, el transformador, el techo completo del tambo, herramientas, entre otras cosas. “Luego que llegó la siembra directa, yo guardaba con mucho cariño las maquinarias que había comprado con tanto esfuerzo, como arados, rastras, sembradoras de grano fino y de grano grueso, pero un día llegué al campo y las habían cortado a todas y se las habían llevado, solo me dejaron algunos fierros tirados en el lote”, dijo.
“Mirá lo difícil que estará la situación que este fin de semana largo el puestero tiene franco. Entonces yo me voy a instalar en el campo a cuidar las vacas y no sufrir otra desgracia de este tipo”, agregó.
Para Dignani este ataque fue un punto de quiebre. Por lo pronto no va a sembrar el trigo que tenía pensado y no sabe si va sembrar soja a fin de año. “Planeaba sembrar trigo pero ¿para qué? Mejor me quedo quieto. Te van agotando, me van retirando de la actividad que tanto quiero. Tampoco sé si voy a sembrar soja. Entre las políticas en contra del campo y el odio que generan en la sociedad contra el sector, es imposible continuar. Te sacan las ganas de seguir”, se lamentó.
Contó que nació en la actividad, donde gran parte de su infancia pasaba arriba de un tractor junto a su padre. Ahora con 54 años está cansado de luchar. “Estudié contador, me recibí y lo ejercí por tres años pero me tiró el campo y decidí dejar los papeles y volver a lo que me encanta que son las vacas y la agricultura. Y acá estoy renegando, con mucha impotencia encima. Trabajamos todo el año y el daño se hace en un rato”, subrayó.
Como debe ser, hizo la denuncia correspondiente, aunque cree que no se va a llegar a nada: “Nunca se resolvió ninguna denuncia que realicé. No sirve para nada, porque una vez que la soja salió del campo es de cualquiera y así la pueden comercializar”.
Antes de este ataque, Dignani tenía pensado volver a tener tambo, que tuvo que cerrar en 1997 en medio de la Convertibilidad que, indicó, afectó los números del sector. “Estaba pensando en la posibilidad de reabrir el tambo pero ahora no lo veo ni cerca. Cada vez más nos alejamos de esa Argentina pujante. Lo peor es que nuestros hijos lo ven, uno trata de convencerlos que apuesten al país y ellos se quieren ir porque no hay futuro, lo más doloroso es que tienen razón”, finalizó.
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