El objetivo general que debemos seguir para gestionar los efluentes en un establecimiento lechero es generar las condiciones adecuadas para que estos puedan ser conducidos, almacenados, tratados, evaporados, transpirados y reutilizados en condiciones seguras para el ambiente y las personas.
Para ello debemos diseñar sistemas acordes con estas premisas, que estén acoplados al componente humano en su funcionamiento y alineados con la idiosincrasia del productor lechero de cada región. Los criterios de diseño y dimensionamiento dependerán principalmente del sistema productivo en cuestión y no puede haber una solución para un establecimiento lechero genérico, sino que esta variará de acuerdo con como sea el sistema de extracción de leche y las viviendas de las vacas de esa explotación en particular.
Por otro lado, cada establecimiento estará compuesto por una sala de ordeñe y por uno o más de los siguientes sistemas de vivienda: campo abierto (aquí no se gestiona el efluente), corral, open-lot, pista de alimentación, compost barn y freestall.
La discriminación entre sistemas productivos es fundamental porque el origen del agua que constituirá una parte importante de nuestro efluente tiene génesis distintas. Por un lado, la lluvia que caiga sobre los sistemas a cielo abierto en corrales, pistas o inclusive patios de espera de ordeñe que no estén techados, y por otro, el agua para limpieza de fosas o las viviendas bajo techo, proveniente de perforación y extracción de pozos freáticos.
En los primeros, no podremos regular la generación de efluentes a nuestra conveniencia, ya que dependerán de la frecuencia e intensidad de las tormentas, pero en los segundos sí, asociado más al tipo de sistema de limpieza usado, prácticas de ahorro de agua y capacidad para su reúso.
Las formas de gestionarlos son diversas aunque implican el uso de herramientas comunes: separadores de sólidos (pasivos o activos), pozos estercoleros, bombas, y piletas para estabilización.
Es importante enfatizar que la utilización de los purines con fines agronómicos se presenta como una condición favorable y a veces indispensable para eliminar residuos y darle un uso sustentable, donde en lugar de gastar energía para ‘‘tratar’’ grandes volúmenes de efluentes, debemos pensar en utilizarlos.
Y aquí debemos distinguir entre el reúso y el uso agronómico, ya que mientras que en el primero se pone foco en la sustentabilidad del recurso hídrico, en el segundo se tienen en cuenta necesidades nutricionales del suelo y de los cultivos.
Una vaca lechera produce a lo largo del año unas dieciséis toneladas de estiércol fresco, lo que en volumen es alrededor de veinte metros cúbicos. Veremos que cien vacas en un año producirán una pila de treinta metros de alto, dos y medio de largo y dos de ancho. Imaginemos algunos íconos como el obelisco de Buenos Aires y la Estatua de la Libertad de New York, para darnos cuenta de la dimensión que toma el estiércol en producciones animales y el costo energético para su manejo y distribución al campo.
Otras estrategias de puesta en valor son las de compostaje a campo o túneles, la producción de enmiendas enriquecidas o la generación de biogás, dependiendo ya de la escala de la empresa.
En conclusión, en la mayoría de las áreas lecheras de climas templados y tropicales y en la mayoría de los suelos sobre los que se producen pasturas y cultivos, la separación de sólidos, el uso agronómico de enmiendas y purines supone una ventaja y una razón más para tener establecimientos lecheros sustentables.
El autor es consultor ambiental
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