Menos de una semana después de que el ministro de Economía, Luis Caputo, anunciara que los derechos de exportación (DEX) que gravan al complejo oleaginoso se iban a mantener sin cambios, el secretario de Agricultura, Fernando Vilella, les dijo a los dirigentes rurales de la Mesa de Enlace y a los directivos del Consejo Agroindustrial que el Gobierno quiere aumentar en dos puntos porcentuales los DEX a la harina y el aceite de soja para equipararlos con los que pesan sobre el poroto (33%). Al mismo tiempo, se propone dejar en cero por ciento la alícuota para 18 productos de las economías regionales.
Detrás de lo que podría parecer una mera decisión técnica se revela la urgencia del Gobierno por hacerse de recursos fiscales y postergar, sin fecha precisa, la promesa de eliminar las retenciones que hizo el propio presidente Javier Milei.
Desde el punto de vista del Estado, es más sencillo cobrar los DEX a una decena de empresas exportadoras radicadas en el complejo oleaginoso ubicado sobre el río Paraná que capturar ingresos de otros rubros más atomizados de las economías regionales como, por ejemplo, el de legumbres, que tiene más de un centenar de exportadores.
La harina de soja es el principal producto de exportación de la Argentina y representa el 48,8% de las ventas del complejo oleaginoso, con poco más de US$12.000 millones en exportaciones, según datos de 2022, un año menos afectado por la sequía que este. En importancia, le sigue el aceite de soja, con exportaciones por poco más de US$6900 millones, con el 28,2% de todas las ventas externas del complejo. Queda exceptuado de la suba el biodiésel, con exportaciones por más de US$1800 millones.
“Suben las alícuotas de los productos que tienen la base imponible más alta”, explica Juan Manuel Garzón, economista especializado en agro de la Fundación Mediterránea. “Pero la película no termina”, aclara, en referencia a que hay economías regionales no incluidas en la rebaja a cero por ciento. El maní, que es uno de los principales complejos exportadores con ventas por más de US$1000 millones, tributaría el 15%. “Seguramente habrá reticencia de los diputados y senadores de las provincias donde se originan estos productos”, anticipa Garzón. Otra vez hay que orientar el GPS de la política a Córdoba.
El pragmatismo y la postergación de ciertos principios liberales parecen llegar también a la carne vacuna, un producto sensible para el consumo y de alto impacto en la conformación del índice de precios al consumidor del Indec. Con una alícuota actual de 9%, quedaría comprendida en el incremento de los DEX al 15%.
La medida, además, abrió dentro del agro un gran debate sobre el concepto de “valor agregado”. La industria exportadora defiende la idea de un diferencial arancelario entre el poroto de soja y la harina y el aceite porque considera que es un arancel espejo a la protección que aplica la Unión Europea, principal comprador de harina de soja argentina, a los productos sin procesar. Hay productores, en cambio, que argumentan que el diferencial es un mecanismo de transferencia de ingresos que le sirve a la industria para mejorar sus márgenes de molienda, una situación que no tienen las mismas empresas que operan en Brasil y Estados Unidos, los principales productores mundiales de soja.
La discusión, lejos de cerrarse, se mantiene vigente porque el Estado, más allá del color político que lo conduzca, tiene todavía al campo como una de las principales fuentes de ingresos fiscales y generadora de divisas.
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