Hace un par de días, Juan García se tomó una fotografía bajo ese árbol donde todo comenzó. Junto a ese ejemplar, en 2013, y luego de seis horas en una noche de otoño esperó a quien él sabía le daría un lugar en la ganadería. Juan Ezcurra, un reconocido asesor y consultor ganadero nacional, miró a ese joven treinteañero que le pedía trabajo y aceptó.
Hoy, con 46 años, García trabaja con sistemas de producción y asesora a 14 cabañas y productores comerciales que realizan mejoramiento genético, todos criadores de animales de la raza Angus. Empezó de chico dando de comer a las vacas, crió cerdos y trabajó en un feedlot. Solo terminó el secundario. Es un autodidacta que hizo de la observación y de la escucha su universidad.
Juan García nació en 1972 en Tres Arroyos, provincia de Buenos Aires. Cuando era muy chico su padre falleció y su madre, que tenía un comercio en esa localidad bonaerense, se volvió a casar con un médico veterinario. Para García, ese fue el comienzo de la historia: desde muy chico empezó a acompañarlo al campo. "Él despertó mi pasión por la ganadería", contó en diálogo con LA NACION.
El tresarroyense terminó el secundario y era hora de decidir. Luego de un fugaz intento en la Facultad de Ciencias Veterinarias de Tandil, decidió trabajar en el criadero de cerdos de la familia. "Ahí descubrí que me interesaba mucho la cría intensiva y la genética. Experimentaba mucho con cruzas de cerdos que ingresaban al país, sobre todo razas europeas", explicó.
Pero su amor hacia la raza vacuna seguía intacto: mientras se dedicaba a los porcinos realizó un curso de inseminación bovina y trabajó durante un año en un feedlot para aprender a racionar la comida a los animales.
"Me hice bien de abajo: me volví un autodidacta y logré descubrir lo que me apasionaba, el asesoramiento a cabañas. Empecé a aprender el oficio mirando, leyendo o instruyéndome con otras personas", afirmó.
García, además, acompañaba a distintos profesionales a remates y exposiciones ganaderas. "Fueron dos años de trabajo ad honorem donde aprendí muchísimo y conocí el oficio. No era fácil introducirse en el ambiente si uno no venía de una familia de cabañeros", recordó.
En 2001 comenzaron las dificultades para el criadero de cerdos hasta que finalmente tuvo que cerrarlo por la coyuntura del país. En ese momento comenzó a acompañar al equipo de cabaña La Legua a las exposiciones, donde antes había hecho el curso de inseminación.
Fue en el otoño de 2013 cuando el gran momento llegó. Juan Ezcurra estaba presente en una de las jornadas de campo que organizaba la cabaña La Legua. El reloj marcaba las 15 cuando concluyó el evento y el profesional entró en una reunión.
"Fueron seis horas hasta que me agarró la noche", recordó García. Ya no quedaba casi nadie en el evento. "Cuando lo vi aparecer, salí de lo oscuro, me presenté y bajo ese árbol le pregunté si podía trabajar con él, y dijo que sí", recordó entre risas.
Al mes siguiente comenzó a trabajar en la cabaña Los Abuelos, de la firma Stratum, asesorada y administrada por Ezcurra, Diego Añez y Horacio Aresi. Y logró el puesto de encargado. Pero no todo era color de rosa: la cabaña estaba ubicada en Brandsen, a 450 kilómetros de Tres Arroyos.
Ante la pregunta de LA NACION de cuál fue la dificultad más grande que tuvo durante su carrera, García no dudó en responder: "Siempre fui muy familiero; en ese momento mi señora Marcela y mis dos hijas mellizas, Mercedes y Pilar, se quedaron en Tres Arroyos. Mi mujer me bancó en todas, pero para mí fue muy duro. Durante dos años las veía cada 20 días".
El esfuerzo valió la pena: en 2016 comenzó a trabajar con algunas cabañas hasta el día de hoy que, junto a su equipo, asesora a catorce establecimientos, estancias y rodeos comerciales del sudeste de la provincia, todos criadores de Angus.
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