A Matías Márquez, productor en Irazusta, Entre Ríos, el animal de la raza maremmano le protegió, en medio de una noche helada, un corderito recién nacido
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“El perro es el mejor amigo del hombre. Pero también lo es de las ovejas”. Las palabras pertenecen a Matías Márquez, que desde su cabaña ovina Don Alberto, en Irazusta, un pueblo entrerriano de 300 habitantes, cerca de Gualeguaychú, aseguró que son los animales más leales que ha conocido.
Nunca dudó de los dones que tenían, pero su perro de la raza maremmano, de dos años y medio y llamado Raptor, le demostró que entre las ovejas y él se había construido un lazo importante.
Como de costumbre al atardecer, una tarde Márquez rejuntó las ovejas hacia el corral, cerca del galpón y de la casa. Con ellas siempre regresaban los dos perros, Hanna y Raptor. Pero Raptor no apareció. El cabañero siguió haciendo sus labores con la tranquilidad que en algún momento el perro volvería.
El tiempo seguía pasando, la helada se empezaba a asentar en la noche y Raptor no regresaba. Fue entonces que decidió salir a buscarlo. Recorrió cada uno de los potreros y hasta que cerca de un arroyo lo encontró echado. Lo que llamó su atención fue que ante su llamado, el perro no fue a su encuentro y solo movía la cola.
“Me pareció muy raro que no venga a mí, porque siempre corre cuando lo llamo. Ya estaba oscuro y no se veía casi nada por lo que me acerqué aun más. Él seguía ahí quieto, con una actitud diferente, moviendo la cola como haciéndome señas de que algo estaba pasando, quería demostrarme algo. Caminé despacio y vi a su lado a un corderito recién nacido, hecho una bolita”, dijo a LA NACION el cabañero, de 44 años.
“Ahí entendí lo que estaba ocurriendo, cuando la majada volvió, la madre del cordero regresó sola al corral y Raptor decidió quedarse ahí, cuidándolo. Por suerte se quedó, de otra manera hubiese muerto porque fueron noches de grandes heladas. Ahí nomás agarré al cordero y regresamos juntos al corral. Cuando llegué había una oveja que balaba”, añadió.
Hace 22 años que Márquez decidió dejar su trabajo en el conurbano bonaerense y dedicarse a criar ovejas, primero con un rodeo general. Luego su entusiasmo lo llevó a hacerse cabañero para competir no solo a nivel regional sino también en las grandes exposiciones nacionales. En ocho hectáreas, tiene una majada de 60 madres Hampshire Down, siempre a campo y desde 2014 concurre a competir en la Exposición Rural de Palermo.
Según relató, la historia para tener un perro protector comenzó tres años atrás, días antes de ir a Palermo con unos ejemplares, cuando unos perros atacaron y mataron a 33 del total de las 60 ovejas que tenía su majada plantelera. “Fue un desastre para la familia, todo lo que había construido de un día para otro lo perdí. En ese momento, cada oveja se vendía a $30.000, fueron en total unos $900.000”, detalló.
Así fue que con su mujer Érica buscaron la manera de defenderse de esos hechos y en Uruguay conocieron una gente que criaba esa raza de perros protectores de ovejas. Se pusieron en contacto con ellos e importaron una cachorra y un cachorro maremmano para comenzar el adiestramiento de convivencia con las ovejas. La característica del pastor de Maremma o maremmano es que es una raza que fue utilizada durante mucho tiempo por los pastores para defender a sus rebaños de los lobos.
“Son perros protectores que se acostumbran a convivir en sociedad con las ovejas. Los trajimos de cachorros y con asesoramiento de los uruguayos les dimos la impronta para que quieran a las ovejas como parte de su familia. Tienen la particularidad de tener genes de lobo”, describió.
Contó que en una primera etapa los encerraron con algunas ovejas durante un tiempo en un lugar chico para que no se escapen y de a poco fueron viendo cómo iban modificando sus comportamientos.
“Es una doble enseñanza, por un lado para el perro y por otro para las ovejas, para que se acepten mutuamente. Lleva un tiempo hasta que ese roce se haga habitual. Luego se los pasa a un potrero más grande con más ovejas, donde va madurando la convivencia. Hasta que llega la etapa final donde los perros conviven permanentemente con la majada como uno más”, dijo.
“Hoy, tanto Hanna como Raptor marcan su territorio y cada uno cuida su majada. Son intimidantes ante cualquier perro o depredador que busque atacar a sus ovejas. Esa es la diferencia del pastor protector con el de trabajo”, añadió.
En cuanto a su progreso como cabañero, Márquez apuntó que en un principio para poder crecer tuvo que complementar con otras actividades secundarias como ser contratista rural, hasta que logró vivir de su cabaña.
“No fue ni es fácil poder desarrollar y llevar adelante un emprendimiento sin capital. Fue todo a pulmón y lo sigue siendo: yo armé los corrales, hice los alambrados, soy partero y me encargo de descolar los corderos. No tengo ningún empleado y solo pude crecer porque soy solo yo y mi familia quienes hacemos las cosas”, finalizó.
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