Alan Lowenstein, dueño del frigorífico General Pico y Ohra Pampa, busca darle un plus al producto con foco en innovaciones
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Alan Lowenstein (53) pertenece a la séptima generación de una familia ligada a la industria cárnica. Su abuelo, que llegó desde Alemania escapando del Holocausto, tenía una carnicería cerca de Frankfurt, se reinventó en la Argentina y continuó con lo que ahora su nieto dice que todos llevan en la sangre. Actualmente, son dueños del frigorífico Pico y el marketplace, Ohra Pampa, con los que promueven el uso de nuevas tecnologías para que la Argentina mantenga el estándar de calidad y trazabilidad por cabeza de ganado a nivel mundial.
La historia de reinvención de los Lowenstein en el país continuó en Basavilbaso, Entre Ríos, lugar donde el patriarca se casó con una austríaca e instalaron una carnicería.
Alan relata que Ernesto “Tito” Lowenstein, su papá, con 20 años, se independizó del negocio familiar allá por los 70 para abrirse camino por su cuenta y fundó, junto a Luis Juan Bameule y José Moché, la marca Paty de las famosas hamburguesas. Por una decisión personal vendió su parte del negocio y se involucró de lleno en el negocio familiar que hoy lideran. Los Lowenstein han creado y reinventado diferentes negocios, ejemplo de esto fue el desaparecido proyecto Valle de Las Leñas. Fundaron Land, un frigorífico de exportación de carne equina en Río Cuarto, Córdoba.
“En los 90 me abrí por mi cuenta, me fui a vivir a Trenque Lauquen y decidí comenzar a trabajar como usuario de un frigorífico del oeste con la carne vacuna. Adquirimos, con el tiempo, la firma frigorífico General Pico, en La Pampa, cuando mi padre se retiró de la empresa familiar que había quedado en manos de un cliente extranjero y comenzó a trabajar conmigo en la nueva empresa”, relató.
El frigorífico hoy tiene dos plantas: una en General Pico y la otra en Trenel donde hacen ciclo 1 y 2, y algo de ciclo 3. En total generan 800 puestos de trabajo; faenan 600 cabezas de vacuno por día. El objetivo es alcanzar en 2024 las 800 cabezas. La firma exporta el 55% de lo que producen y un 45% va al mercado local. Los destinos son países de la Unión Europea, Asia, África, Medio Oriente, y América Latina.
“Lo que nos motiva es hacer lo que creemos que tenemos que hacer. Lo que llevamos en la sangre es dedicarnos a la carne. Cada generación viene con una impronta: mi abuelo vino con un nuevo rubro, mi papá más allá de ser un buen administrador, agrandó mucho el negocio de mi abuelo, inventó las hamburguesas para la Argentina. Fue un precursor. Yo, trato de que la Argentina recobre su posición de líder que no lo tiene, a pesar de toda la propaganda que nos hacemos los argentinos, tenemos bastantes problemas. A través de segmentar, elegir y probar la carne, algo que no ocurre de manera corriente”, explicó.
A la hora de pensar en interiorizarse en un nuevo negocio, planteó, siempre observan que las dificultades son muchas. “Elegimos un momento bastante complicado, más allá de los aciertos y desaciertos, pero agarramos un periodo de gran intervencionismo estatal que obviamente coarta y dificulta el desarrollo normal de una actividad. En este caso, la producción ha sido muy politizada, muy intervenida y todo esto dificulta el desarrollo normal del sector”, explicó.
En el mundo, la Argentina tiene una tradición y nombre como proveedor de carne de calidad. “En el mundo entero, el consumo de carne vacuna ha sido de alguna manera atacado y puesto en duda. No es lo mismo un consumidor de 1980 a un consumidor de 2020, lo vemos en todo tipo de productos que se ha segmentado, que tienen más o menos problemas; hay que evolucionar. La carne ha tenido que rever su sistema de producción y selección. En la Argentina, si bien ha habido avance, el problema que existe es que la cadena de las carnes no tiene mucha comunicación en cuanto al producto que están haciendo o deben hacer”, advirtió.
“Los clientes plantean requisitos que de alguna manera se requieren en otros países, pero la Argentina no tiene una sistemática propia de selección como lo tienen, por ejemplo, los vinos, quesos y aceites”, planteó.
En la carne no se utilizan los ecógrafos, paneles de degustación, que son tecnologías que en otros países se usan y sirven para reafirmar la calidad del producto. “Eso hace que a la Argentina le cueste entregar una calidad consistente. Hasta tener buena calidad puede ser hasta peor, porque se entrega un producto 9 o 10 y después entregas un 7, que es un buen número a nivel mundial, porque hay muchos países a los que les cuesta producir un 7, pero después de entregar un 9 o 10, no alcanzás sus expectativas. Esa inconsistencia tiene que ser atendida”, explicó.
Estas falencias han despertado una necesidad de ordenamiento para que el consumidor no tenga tantos sobresaltos en temas cualitativos. Así surgió el camino de segmentación de la carne, con mediciones en el frigorífico, capacitaciones al personal y uso de tecnologías que habitualmente no se aplican.
“Hace dos años empezamos a poner un panel mixto: un panel subjetivo con degustadores no profesionales que prueban las mismas muestras que un panel objetivo profesional. Esto con trazabilidad por cabeza que en la Argentina no se aplica, sino que se aplica la tropa, para obtener más consistencia en las ofertas cualitativas”, dijo.
El empresario explicó que el sistema de la Argentina es “eficiente”, con un mercado que se rige por la oferta y la demanda. “Los frigoríficos no tienen previsto darle una información constante a los productores sobre el producto que están haciendo. Además, no se prueba. Se hacen pruebas puntuales, pero no están dentro de la gestión de producción como los vinos u otros productos, se maneja de manera visual y empíricamente. Es difícil salir de ese sistema, es costoso, porque incurrís en mayores costos de producción y lleva tiempo encontrar clientes que están dispuestos a pagar este diferencial”, planteó.
La segunda quincena de enero, contó, van a lanzar Degustados, a través de Ohra Pampa, donde el público va a poder probar carne como si fuera una cata de vinos, y va a tener calificaciones. En los últimos días encabezaron una iniciativa similar con una empresa de catering.
“Todo lo que hacemos es inclusivo, creemos que toda persona tiene derecho a poder elegir un corte de carne que haya encontrado y salido a buscar. La manera de hacerlo es atendiéndolo directamente y creando un vínculo”, afirmó. Este tipo de iniciativas apunta a clientelas que buscan darse un “gusto” cada tanto y pagar por un corte de calidad. “A nosotros nos pasó que hemos tenido que ponernos colorados y darnos cuenta de que sabíamos menos de lo que creíamos: hemos salido a Brasil a aprender sobre cómo se puede comercializar o manejar los cortes. Hay cosas que la Argentina viene descubriendo los últimos años, antes estaba muy limitada al carnicero tradicional o cortes y huesos que quedaban en el mayorista”, sintetizó.
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