Para Rodolfo Tkachuk, un ingeniero agrónomo, la guerra en Ucrania es un déjà vu del relato de un antepasado que vino a la Argentina para ser productor agrícola en Misiones
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Cada día que pasa, la invasión rusa a Ucrania sigue un camino más peligroso y destructivo. Para el ingeniero agrónomo Rodolfo Tkachuk, lo que está ocurriendo en ese país es un “déjà vu” de la historia que contaba su bisabuelo Maxime, cuando escapó de esa nación en 1897 y llegó a la Argentina en busca de paz y trabajo.
“Desde siempre Ucrania fue un pueblo sufrido, envuelto en penurias. Allá, mis ancestros eran pequeños agricultores que vivían en la zona rural, cercana a Lviv, donde sembraban trigo. Tenían una economía de subsistencia. Pero era una región de disputa permanente entre el imperio austrohúngaro y los zares rusos, donde después de cada guerra se repartían las tierras”, contó a LA NACION.
En este contexto, detalló que su familia estaba cansada de los asedios del ejército del Zar Nicolás que llegaba, arrasaba y saqueaba todo lo que encontraba a su paso.
“Mi bisabuelo era cosaco, tenía un entrenamiento militar para defenderse de los rusos y era muy buen jinete, pero era difícil seguir así. No solo porque su granja se convertía en un campo de batalla y de muerte, sino que cada año los rusos iban y le sacaban toda su cosecha, solo le dejaban tres bolsas de trigo: una para su subsistencia, otra para que den de comer a sus animales y la tercera para que puedan volver a sembrar al año siguiente. Era una historia de nunca acabar”, relató.
Un día llegó a manos de su bisabuelo un panfleto del cónsul argentino que residía en Viena donde ofrecía tierras para aquellos que quisieran “habitar y trabajar el suelo argentino: “Dijo basta, no podía más porque ya había una hambruna creciente en la región. Con 18 años, recién casado con mi bisabuela, junto a un hermano los tres zarparon hacía la Argentina”, contó.
Del puerto del Hamburgo, apresurados, con algo de ropa pero sin olvidar las herramientas para las labores de campo y las bolsas con semillas de trigo para poder sembrar, llegaron a Buenos Aires, al Hotel de los Inmigrantes. “Mis parientes trajeron en baúles semillas pero hubo gente que se trajo sus carros desarmados en el barco”, detalló.
Luego de varios días, llegó el gobernador de Misiones de ese entonces, Juan José Lanusse, que se enteró de la presencia de un grupo de ucranianos y les ofreció 50 hectáreas de tierras fiscales, un buey, un arado y dos vacas por familia, en la antigua Reducción Jesuítica de San Pedro y San Pablo, en Apóstoles, con una paga a diez años muy accesible. Sin dudarlo, partieron rumbo a la tierra colorada.
Venían de una zona fría y cuando llegaron se encontraron con un clima cálido. Igualmente, en un primer momento sembraron las semillas de trigo que llevaron pero a los años, al ver que no funcionaba el trigo en esa región, sumaron maíz y mandioca. Además, con la leche de las vacas que ordeñaban hacían ricota para su plato tradicional: el vareniki.
“Siguieron con una economía de subsistencia. Tenían gallinas, cerdos y vacas para ordeñar. Con lo que les sobraba, agarraban el carro y llevaban a vender al mercado del pueblo. Después vino la yerba mate y la cosa cambió para los inmigrantes de la zona”, dijo.
Para Tkachuk, la característica del pueblo ucraniano que llegó a la Argentina es que es muy trabajador, arraigado a su tierra y a las tradiciones, gente muy sufrida, siempre viviendo con lo justo, hasta que en la década del 40 apareció el negocio de la yerba mate, que les dio un “ingreso permanente de dinero”.
“Siempre en el pueblo decían ‘estos gringos locos que trabajan todo el día’. Mi bisabuelo fue a la escuela en Ucrania, mi abuelo Miguel fue hasta 4º grado y lo que hizo fue continuar trabajando en la chacra. Mi padre Rodolfo ya fue a la escuela agrotécnica San José y yo también. Pero ya mis padres pudieron brindarme una educación universitaria y estudié agronomía en Santa Fe, lugar donde me quedé”, describió.
Según contó, su bisabuelo siguió manteniendo contacto con sus parientes granjeros vía epistolar pero que en un momento las cartas comenzaron a ser devueltas censuradas. “Hasta 1921 se carteaba con sus primos pero cuando llegó el comunismo se cortó todo. Nadie de mi familia volvió a Ucrania, tras 116 años fui el primero que regresé, cuando años atrás tuve dar una charla de siembra directa allí. Ahí pregunté por esa región en donde habían vivido mis antepasados pero me dijeron que ya nada había quedado, que los habían masacrado a todos los granjeros que permanecieron en Lviv”, relató.
“Con la llegada del comunismo, se terminó la propiedad de las tierras que pasaron a ser granjas comunitarias. Tras la caída del muro, comenzó un proceso de adecuar los catastros de esas granjas colectivas y ver a quienes pertenecían anteriormente esas tierras. Pero va a llevar tiempo resolverlo, ahora lamentablemente por la guerra todo vuelve para atrás”, añadió.
Tkachuk solo espera que esto termine pronto y que el pueblo ucraniano vuelva a tener la paz que tanto añoró durante toda su historia. “Lo que más le gustaba de la Argentina a mi bisabuelo era que no había guerra. Allá lo estaban logrando pero ahora todo se terminó”, concluyó.
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