La productora Marta Prado perdió 24 vaquillonas por una aparente deficiencia en un pasto; ocurre luego de la sequía en la región
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La productora Marta Prado, de Curuzú Cuatiá, Corrientes, busca reunir fuerzas para poder mantener en pie el negocio agropecuario familiar en el sur de esa provincia. Pero los problemas parecen no tener fin.
“Son todas pálidas y es desmoralizante”, dice a LA NACION la ganadera que, además de lidiar con la sequía, en el último tiempo perdió seis vaquillonas a causa de una infestación de garrapatas, y desde junio, otras 24 vaquillonas murieron, débiles, sin fuerza para parir. La productora teme que estos problemas estén relacionados con deficiencias en el pasto debido a la sequía y a un incendio que asoló su propiedad el año pasado, arrasando el 86% de su superficie.
“Todos los días pienso cómo hacer para sobrellevar la situación”, comenta. Entre 2022 y este año, la productora, que se dedica a la cría, se desprendió de una parte de su ganado. Pasó de más de 450 a menos de 300 animales. Lo único que dejó en el campo son las vaquillonas y las ovejas, el resto de la hacienda la vendió por temor a que no pueda sobrevivir. A pesar de que tenía para alimentar las 300 vaquillonas que quedaron, desde hace un tiempo ve que no tienen fuerzas: muchas murieron al intentar parir los terneros.
Todo comenzó el año pasado cuando un vecino intentó incendiar una osamenta, pero el viento propagó todo a su terreno, lo que ocasionó la devastación en la mayor parte de las 1900 hectáreas de la propiedad. Para poder sobrellevar la situación, los Prado sacaron un crédito en el Banco Nación y en el Banco de Corrientes. Una parte del dinero que recibieron la utilizaron para comprar alimentos y el resto lo invirtieron para preparar las instalaciones para afrontar la sequía. Construyeron molinos e hicieron perforaciones.
“El año pasado, como no teníamos que pagar las cuotas, lo podíamos sobrellevar, pero este año, encima de toda esta mala racha, empiezan los vencimientos que son de montos elevados”, indica y agrega: “Cuando sacamos el plan, pensamos que íbamos a poder ahorrar, pero con esta inflación es imposible”.
El primer camión de alfalfa que trajeron les costó más de 1 millón de pesos y el flete fue igual de caro. “Era imposible. Un fardo de alfalfa cuesta 3200 pesos en la zona. Mantengo a tres ovejas en el fondo de mi casa que alimento con alfalfa, y cada tres o cuatro días tengo que comprar un rollo. Si le diera esto a una vaca, entre dos se comerían uno por día”, dice.
De esta manera, la productora mantuvo a la hacienda hasta que comenzó a crecer el pasto natural. Si bien parecía que todo se había comenzado a arreglar, surgió un nuevo problema en junio cuando comenzaron las pariciones. “Las vacas no tenían fuerza para parir completamente, y en muchos casos, quedaba solo la mitad del cuerpo del ternero afuera. Fueron dos meses en los que estábamos pendientes porque si no las ayudábamos morían”.
Tampoco tenían fuerza para levantarse. “Estamos pensando en hacer un análisis del pasto porque creemos que le puede faltar algún componente, esta es una zona que suele faltar fósforo. En una época, el gobierno proporcionaba fertilizantes de fosfato con promociones que ayudaban a suplir las carencias en el campo, pero ahora con todas estas dificultades, no están seguros de si el incendio afectó la calidad del pasto natural”, detalla.
Por otro lado, señala que con la llegada de las pariciones dejaron de aplicar baños a los animales para garrapatas, pero se encontraron con que comenzaron a aparecer cadáveres en el campo.
“Es como si los problemas no tuvieran fin”, dice la productora. Según explica, cambiaron el producto que aplican para combatir las garrapatas porque temen que estas hayan desarrollado resistencia.
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