Hernán y Ronal Berti tienen en su establecimiento ubicado en la provincia de Córdoba su propia planta en donde elaboran biodiésel
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CÓRDOBA.- En el establecimiento La Esperanza, ubicado entre las localidades de La Laguna y Pasco del departamento General San Martín de esta provincia, desde hace siete años que los Berti no compran gasoil. Sus nueve tractores, dos cosechadoras, dos camiones, una pulverizadora y todos los vehículos funcionan con biodiésel al 100%, que Hernán y su padre Ronal fabrican en una planta que construyeron en la misma propiedad para la elaboración del combustible derivado de la soja. Es un biocombustible de impacto positivo para el ambiente.
“Desde que tengo memoria que mi padre decía que quería dar valor agregado a la producción”, comenta Hernán mientras acomoda la manguera del surtidor en donde cargan el biodiésel. A sus espaldas está la planta que, junto a su padre, comenzaron a construir en el 2006 para cumplir con el deseo de industrializar lo producido en las 1800 hectáreas destinadas a soja y 500 a maíz que trabajan en campos arrendados de la zona. También tienen un tambo con 260 vacas de ordeñe.
Hernán cuenta que la idea inicial era hacer leche en polvo, pero para ello necesitaban una escala que no tenían. “En esa misma época empezaron a aparecer extrusoras de soja. Eran plantas chicas que se adaptaban a escalas como las nuestras”, comenta el productor.
Fue así que armaron en el establecimiento un espacio donde poder prensar la soja. El productor explica que como de ello se extrae aceite y expeller, al expeller lo empezaron a mezclar con maíz molido y microminerales para hacer alimento balanceado para su propio tambo, mientras que al resto lo empezaron a vender a terceros.
En tanto, al aceite, una parte la comenzaron a desgomar y vender; y la otra la empezaron trasformar en biodiésel para autoabastecerse. “Ese año hicimos un recorrido por plantas de biodiésel que ya existían en el país en busca de un modelo que se adecuara a nuestro establecimiento”, relata.
Desde ese entonces llevan más de un millón de litros biodiésel producidos con los que hacen funcionar sus nueve tractores Case IH de entre 90 HP y 240 HP de potencia, las dos cosechadoras de la misma marca modelos 4130 y 8210, y una pulverizadora, entre otros.
Por día prensan 25 toneladas de soja con lo que logran aproximadamente 3500 litros de aceite. Al año hacen unos 200.000 litros de biodiésel, para lo que hacen falta 200.000 litros de aceite porque la relación es uno a uno. En tanto, consumen por mes aproximadamente unos 12.000 litros. No obstante, Hernán aclara: “Es muy estacional, porque en época de cosecha aumenta el consumo”.
Según detalla, el costo de biodiésel va directamente relacionado con el costo de aceite de soja. “En los seis años tuvimos momentos en que el aceite de soja tuvo un precio muy bajo con diferencias de cuatro a uno, salía 18 pesos hacer biodiésel y 65 el gasoil. Mientras que a fin del año pasado paso a ser más caro el biodiésel”, detalla.
En rigor, a fines de septiembre del año pasado fue la primera vez que Hernán y Ronal pararon la planta porque paso a ser más barato comprar gasoil que hacer biodiésel. Hasta que a fin de febrero comenzó a escasear el combustible y volvieron a ponerla en marcha. De esta manera, los Berti se evitaron de hacer las largas colas en las estaciones de servicio o pasar por momentos angustia por temor a quedarse sin combustible para la campaña gruesa.
Hernán y su padre indican que en estos momentos tienen problemas por el dólar soja. “Están perjudicando a los que le damos valor a la oleaginosa”, reclaman. Ocurre que con la decisión del Gobierno de fijar en 200 pesos la paridad con el dólar para la liquidación de soja durante septiembre, las ofertas abiertas de las fábricas treparon a 72.500 pesos por tonelada de la oleaginosa. Esto, explican, encareció el acceso al grano para quienes lo industrializan.
“A pesar de que hay una resolución que indica que para la expeller se debería vender a 50.000 pesos, no se consigue a ese valor, así que la terminamos pagando a 70.000 pesos y tenemos problemas con los clientes porque al trasladarlo al precio, te reclaman que hay una resolución que lo prohíbe, pero la soja a ese valor no se consigue”, indicó. Si bien ellos procesan granos que ellos mismos producen, indica que hay “un fuerte costo de oportunidad”.
La historia de los Berti
Los Berti conservan colgada en la pared de una de las oficinas del establecimiento una foto de la abuela de Hernán que posa con una canasta y una pava aladas de una cosechadora arrastrada por caballos con la que levantaban el trigo. “Es de la época de cuando a la actividad productiva había pasado a la segunda generación”, comentan.
Ocurre que el bisabuelo de Hernan llego a los 16 años solo en barco de Macerta, Italia, y permaneció en el país durante tres años, hasta que decidió regresar a su ciudad natal para ver a su madre. Pero al poco tiempo volvió y se instaló en la Cruz Alta para comenzar con la producción agropecuaria. Luego se trasladó a La Laguna y al tiempo se mudo a Pasco, en donde compro un campo.
Los primeros años hicieron trigo, pero hace 60 años la falta de lluvias y la sequía extrema llevaron a la familia abandonar el cultivo invernal y comprar un tambo. Al poco tiempo remataron toda la hacienda y volvieron a hacerse de tierras para agricultura. “Es increíble si hoy uno vende todos los animales, comprás con suerte dos hectáreas y en ese momento compraron 160 hectáreas, y a su vez empezaron a alquilar”. Ahí comenzó todo.
Ahora es el turno de Hernán que heredó la pasión de su familia. “Él siempre decía que estudiaba para ser ingeniero agrónomo o no estudiaba nada”, cuenta su padre, que recuerda que con seis años su hijo se sentaba en el guardabarros del tractor Fahr 86, “sin cabina”, y no se bajaba hasta la noche cuando él terminaba de pasar la rastra a disco.
Esta nota se publicó originalmente el 24 de septiembre pasado
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