Sobre la avenida Chorroarín, en el barrio porteño de Paternal, la semana pasada una oveja balaba entre arbustos y senderos. Pese al receso por vacaciones, muchos estudiantes asistían a las clases de verano en la Facultad de Ciencias Veterinarias (FCV) de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Marcela Coppola se despertó a las 6. Recorrió las 30 cuadras que la separan desde su casa, aquella misma que era de sus padres, y llegó alrededor de las 7 para comenzar el ordeñe. Era una mañana a sol pleno. "Creo que nací siendo veterinaria", explicó en diálogo con LA NACION.
En esa misma institución en donde hoy se desempeña como jefa de Trabajos Prácticos de la cátedra de Producción de Ovinos se recibió de médica veterinaria.
Coppola resaltó la importancia de que los alumnos no sólo incorporen conocimientos teóricos, sino también prácticos. "Es importante que mientras sean estudiantes se sientan parte", afirmó. Con ese objetivo nació el tambo ovino en 2010 como un proyecto de la cátedra de Producción de Ovinos.
Pero también hay estudiantes que llegan al tambo a través de una pasantía porque están interesados específicamente en la producción de leche. "Durante esta práctica se les enseña sobre el manejo reproductivo, el parto, la lactancia, el ordeñe, etc", explicó Coppola, encargada del tambo y con 25 años en la profesión.
Hoy tienen 40 animales, todos de la raza frisona de origen alemán. "La idea fue crear una unidad didáctica productiva: un espacio de aprendizaje. El objetivo no es hacer una demostración. El estudiante realiza una experiencia en la vida real: un productor pequeño podría tener este mismo tambo", contó la especialista.
Los estudiantes se dividen en 14 guardias de cuatro horas por semana. Los alimentan (por la mañana y por la tarde), limpian los corrales, los higienizan, se encargan de su sanidad. Unas 20 ovejas producen dos litros de leche al día por animal.
"La leche de oveja no es igual a la de vaca: produce menos cantidad pero tiene mucha más grasa. Como es un establecimiento chico, lo que hacemos es congelar el producto hasta que logramos una buena cantidad. El destino es la elaboración de quesos artesanales", agregó.
Coppola remarcó que cuando los alumnos se reciben de veterinarios tienen un interés muy grande en realizar prácticas. "Con el tambo sienten un vínculo especial con el animal y una experiencia de formación distinta: muchos jóvenes aspiran a tener su propio establecimiento y a otros les interesa conocer cómo funciona", explicó la docente.
Varios alumnos de de la carrera se sorprenden de la presencia del tambo en plena facultad; muchos hasta desconocen de su existencia. "Hace dos años me enteré por Facebook y fui a visitarlo", explicó Darío Luengo, estudiante de 22 años.
"Hice la pasantía y hace dos años que sigo siendo voluntario. Los ovinos son animales que generan una gran conexión. No conocía nada de ovejas: es un animal por momentos temeroso, pero muy inteligente", explicó.
Pasado el mediodía, Mariela Anacoreto, de 34 años, había concluido su turno en la guardia hacía un par de minutos. La estudiante está en el tramo final de su carrera (le quedan dos cursadas y finales).
Anacoreto tiene una peluquería y una pensión canina en su casa de Villa Adelina. "Me retrasé con las materias porque tenía que trabajar", explicó.
Normalmente se despierta a las 5.30 para estar a las 8, puntual, entre las ovejas. "Preparamos las raciones para cada uno de los animales: cada categoría tiene una alimentación distinta. También atendemos los casos clínicos. Los separamos de los corrales, los subimos a la tarima, los ordeñamos, entre otras tareas. Todos los docentes te hacen sentir parte del trabajo y de la toma de decisiones. Aquí descubrí el bienestar animal. La oveja es un animal muy noble: si se los trata bien se puede sacar muy buenos productos como leche y lana. Es sumamente inteligente y rutinaria: automáticamente aprenden lo que les enseñes", explicó.
Premiados en Ayacucho: primer puesto en frisones
Entre el 8 y el 10 de febrero pasado, Coppola participó, por primera vez junto a doce alumnos de la FCV, de la 96° Exposición de Reproductores Ovinos que se hizo en Ayacucho, una de las muestras más antiguas de la provincia de Buenos Aires.
"Por primera vez llevamos animales a una exposición que tiene una gran trayectoria. Fue una experiencia muy enriquecedora, desde la participación hasta los momentos previos: elegir las ovejas, prepararlas, enseñarles a caminar, etc. Los chicos estaban muy contentos: la presencia de la raza frisona en este evento es baja, por lo que nuestra participación fue muy valorada. El resto de los expositores nos invitaban a que nos cambiemos de raza", contó, entre risas, la docente.
De los siete animales que llevó el grupo (alumnos y voluntarios), la casa de estudios ganó el primer premio en frisones, categoría borregos hembras y machos ovinos. Desde 2013 asisten a la exposición con el propósito de fortalecer su aprendizaje en terreno y mantener un vínculo directo con los productores, pero esta fue la primera vez que llevaron animales para la jura.
"Los chicos son muy jóvenes y les viene muy bien un estímulo externo: fue su primera experiencia y compitieron con criadores y cabañeros", explicaron fuentes de la institución académica.
Por su parte, Benigno Garay, de la Sociedad Rural de Ayacucho e integrante del comité organizador del evento, destacó: "Me dio muy buena impresión la participación de la UBA. Los animales que trajeron tenían una presentación espléndida y los alumnos mostraron gran compromiso".
Una de las integrantes del grupo, Julia Peñalva, agregó: "Nos abrió los ojos a toda una cultura nueva, desde la admisión, la jura y el remate; pudimos conversar con gente de distintas cabañas, que se acercaban a hablarnos de sus campos y preguntarnos sobre nuestra tarea".