Con 20 contenedores y chatarra de descarte, Matías Fraga y Alfredo Merlo idearon el establecimiento MAAL, en Mendoza
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MENDOZA.- ¿Bien o mal? Sin dudas, hay sitios o experiencias que no colman las expectativas. Lo mismo ocurre en el mundo del vino. Pues bien, este no es el caso, a pesar de que su nombre indicaría todo lo contrario. Se trata de la bodega “MAAL”, una apuesta en la industria vitivinícola en la provincia que sorprende por ser disruptiva, creativa e innovadora, sostenida íntegramente en el uso de materiales reciclados, la cual ahora le abrió las puertas al enoturismo, con gran aceptación.
La denominación de este establecimiento, ubicado en el distrito Las Compuertas, en Luján de Cuyo, con la Cordillera de Los Andes de fondo, es parte del juego al que se prenden los visitantes, con opciones de las más variadas para disfrutar del único vino emblema que producen: Malbec.
En primer lugar, lo llamativo de la propuesta es su moderno edificio, en base a la arquitectura limpia. Así, para la imponente construcción se utilizaron 20 contenedores, cientos de cañerías de tubbing y varillas de perforación, maderas y chapas viejas, además de varias toneladas de chatarra de descarte.
“Nunca una bodega se había animado a reciclar tanto. A nivel productivo, sin embargo, la bodega cuenta con toda la tecnología necesaria para la elaboración de vinos tintos de la más alta calidad”, indicaron a LA NACION en la firma comandada por dos amigos, unidos por pasión por los caldos: Matías Fraga, reconocido empresario gastronómico, y Alfredo Merlo, renombrado enólogo. De hecho, el nombre de la bodega alude a las dos primeras letras de cada nombre.
El origen
Cuando Fraga, “gastronómico que quisiera vivir del vino” como él se define, y Merlo, “enólogo que quisiera vivir de la música”, decidieron juntarse para elaborar cuatro barricas de Malbec con uvas de una finca abandonada en Vista Flores, en el Valle de Uco, nunca imaginaron que su ensayo llegaría tan lejos. Ese primer vino experimental no solo llamó la atención de familiares y amigos sino de una importante importadora de vinos en Estados Unidos que propuso adquirir todo lo producido. Desde ese momento, decidieron transformar el hobby en una propuesta profesional. En esto, Fraga se encargaría del branding y la comercialización mientras que Merlo de la elaboración. Al equipo se sumó Daniel, hermano mayor de Merlo, para ordenar todo el proyecto.
Las tres R: Reducir, Reusar, Reciclar
Todos tenían bien en claro qué querían cuando empezaron a soñar en su propia bodega. En primer lugar, no podían instalarse en ningún lado que no fuese Luján de Cuyo, tierra en la que los Merlo están afincados hace un par de generaciones. Por eso, en 2015 eligieron Las Compuertas, un sitio único, que a los tres les fascinaba por sus vistas y su potencial enológico.
En segundo lugar, querían un tamaño de bodega que pudiese ser manejada por ellos mismos, “para que cada botella de vino que hicieran tuviera una impronta verdadera”. Hubo otra condición: no querían construir una bodega que pareciera un templo, frío e intimidante, con sensación de museo. Querían una bodega que fuese un lugar para amigos, con música sonando de fondo y la calidez de una casa que te recibe con los brazos abiertos.
Junto a la arquitecta Eugenia Mora, del Estudio Mora-Hughes, proyectaron un diseño de bodega que además de transmitir energía positiva, fuese en sí una “pieza de arte” que despierte sensaciones, “buenas o malas”, pero sensaciones al fin, y que a su manera “gritara” un mensaje claro y contundente. “Se puede crear belleza y al mismo tiempo reducir, reusar, reciclar”, explicaron sus dueños.
En este sentido, estudiaron la mejor opción de reciclaje, sabiendo que Mendoza, al tener gran actividad industrial y petrolera, es paso obligado para miles de contenedores que cruzan a Chile. Esto genera una gran congestión de chatarra industrial que podía ser la base del sistema constructivo, y así volver a poner en valor toneladas de material ya considerado basura.
Luego, vino el otro desafío: lograr armonía en la combinación de todos los materiales a reciclar, además de limpieza y modernidad. De hecho, se observa un impactante techo de maderas recicladas y viejas chapas acanaladas que descansa sobre ingeniosas columnas de tubbing de aspecto futurista. La estructura de planta alta está contenida por barandas hechas con varillas de perforación dobladas a la fragua. Los diferentes colores gastados de los contenedores, aprovechados hasta para hacer las puertas, contrastan en equilibro con paredes grises de aluminio reciclado.
Malbec
Hoy, la fermentación y guarda se realiza en pequeñas piletas de hormigón con capacidad de entre 50 y 200 hectolitros tanques de acero inoxidable y barricas de 225 y 500 litros. Por año, se elaboran aproximadamente 200.000 botellas, utilizando exclusivamente uva de viñedos propios o rigurosamente controlados. “La combinación de suelos ricos, proximidad a la montaña y altitud, impactan en vinos potentes pero muy elegantes. Esta finca se maneja de manera orgánica”, destacaron en el establecimiento.
En 2010, Maal realizó la primera cosecha. Desde ese momento, enfocados en el Malbec, toda la producción la realizan exclusivamente con la cepa emblema de la Argentina. De esta manera, buscan elaborar solo con esta variedad la mayor cantidad posible de estilos y perfiles, lo que les permite vender sus productos en todas las provincias del país y exportar a más de 10 países.
Contrastes
La bodega inició sus actividades hace dos años pero recién ahora está abierta a los turistas, en el Pasaje De La Reta, en el corazón de Las Compuertas, uno de los sitios con mayor proyección enoturística de Mendoza. De hecho, el establecimiento está rodeado de históricos viñedos y cerca de reconocidos establecimientos vitivinícolas.
En este sentido, desde que inició la construcción de su bodega, se enfocó en la hospitalidad en cuanto al diseño y la distribución. Así, los visitantes se encuentran con un sitio que contrasta con la típica bodega de paredes de hormigón, pisos de mármol o techos de cristal.
Durante la visita, no solo hay un paseo por los rincones de la finca y la bodega, sino que además se hace mención a la importancia y el desafío de construir con chatarra y de la historia de los diferentes materiales que le fueron dando forma a la estructura, culminando en una sala de degustación especial, de diferentes estilos de Malbec, mientras se observa de fondo la Cordillera de los Andes.
Las paredes están revestidas con miles de pequeños trozos de madera reciclada cortadas de manera simétrica y cuidadosamente colocados, como el inicio de un viaje al espacio. Los visitantes toman posición en un viejo mesón que supo ser del Correo, con copas de cristal cuidadosamente acomodadas para una degustación guiada que repasa los múltiples estilos del varietal.
En este tren, en la bodega conjugan vinos, gastronomía y cabalgatas o trekking. Y, así, todo hace juego con el nombre en un lugar único.
Esta nota se publicó originalmente el 27 de octubre de 2022
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