La relación en soja entre el stock y el consumo mundial está en niveles similares a los de 2012, cuando la cotización de Chicago llegó a US$550. La demanda está tan firme que Estados Unidos exportó el 89% del saldo 2020/21, a cuatro meses de haber terminado la cosecha.
El rally que está protagonizando la soja en las últimas semanas incluyó varias etapas. La primera empezó tibiamente en invierno con la verificación de que la cosecha de Estados Unidos era menor a lo estimado, por caídas en el área sembrada y en los rindes. Simultáneamente, la perspectiva de un fenómeno La Niña generaba preocupación en Sudamérica, por la posibilidad de falta de agua para los cultivos de Brasil y de la Argentina.
Ambos factores determinaron que el mercado hiciera un giro y emergiera de las cotizaciones del subsuelo en el que las había instalado la pandemia, para llevarlas a niveles semejantes a los de 2019, con un tono sostenido.
En la segunda etapa, el mercado fue tomando más calor porque se vio que el stock final en Estados Unidos se derrumbaba -hoy es de solo 4,8Mt-, lo que proyectó una relación stock/consumo inaudita -3,9%-, la más baja de los últimos años y muy lejos de la de 2019 (13%) y de 2018 (23%).
Simultáneamente, China no paró de despachar barcos hacia los puertos de Estados Unidos porque Brasil había agotado su disponibilidad exportadora y porque necesitaba mercadería para seguir recuperando su stock porcino. El mercado, entonces, pasó de sostenido a firme, con valores que ya superaban a los de 2019.
La tercera etapa determinó que, como resultado de lo anterior, a cuatro meses de la cosecha Estados Unidos ya exportó el 89% de lo que tenía planificado para toda la campaña 2020/21 (59Mt). Obviamente, este nivel está muy por encima del promedio de los últimos cinco años.
Si faltaba algún combustible para terminar de avivar el fuego, en diciembre se tomó conocimiento de que la soja de segunda no podrá ser sembrada en varias zonas de cultivo de la Argentina y que las de primera sufren importante estrés hídrico.
Eso llevaría a un recorte fuerte de la producción, que la Bolsa de Cereales de Buenos Aires estima en 46,5Mt frente a 49Mt del ciclo previo. En Brasil también llovió menos de los normal y los pronósticos son poco alentadores.
En el nivel mundial, la relación stock/consumo también se derritió hasta llegar al 23,2%, una situación similar a la vivida en la campaña 2012/13, cuando la soja se catapultó a 550U$S/t en Chicago. Con esos datos, los fondos especulativos, con pocos estímulos para invertir en el mercado financiero, que ofrece tasas de interés cercanas a cero, tomaron posiciones compradas en los mercados de granos y echaron más llena al fuego.
Maíz
La historia es similar para maíz. La primera etapa incluyó una reducción de la estimación de cosecha de Estados Unidos; luego se agregó el dato de menor producción y exportación de Ucrania.
La segunda fase de estuvo caracterizada por presión de demanda sobre el grano de Estados Unidos, con la aparición de China como un protagonista relevante, al llevarse 11Mt, lo que elevó las exportaciones a niveles muy superiores a los de los últimos años. También influyó positivamente la recuperación de la demanda de la industria del etanol.
La tercera etapa muestra que Brasil ya tiene pérdidas de maíz de primera por la seca y muchos interrogantes sobre la safrinha por los retrasos en la siembra de soja, lo que dará como resultado una reducción de la oferta exportable.
Además, la Argentina tiene gran proporción de la superficie con cultivos tardíos, lo que también desembocará una menor producción respecto del año anterior. El área sembrada podría acercarse a los 7,2Mha de la campaña 2019/20, pero ya nadie espera que se alcance el mismo rendimiento de 82,4qq/ha. Como síntesis de todo este proceso, el precio del maíz aumento un 61% de mayo a diciembre de 2020, al pasar de 120 a 163US$/t.
Demasiados riesgos sin coberturas
Queda claro que los precios para la época de cosecha argentina están bien por encima de los estimados al principio de la campaña. También queda claro que hay fundamentos sólidos en el mercado para pensar que continuará la situación de tirantez entre oferta y demanda. En ese contexto general, sin embargo, nadie puede asegurar que no puede aparecer otro cisne negro como fue la pandemia en 2020.
Es decir que la tendencia sigue siendo favorable, pero los árboles no crecen hasta el cielo. Y el comienzo del nuevo año encuentra a los productores con muy bajas posiciones tomadas en el mercado y con poca mercadería vendida con precio cierto.
Por ejemplo, a fines de diciembre de 2020 se habían vendido con precio solo 2,1Mt de soja, es decir el 4% de la estimación de producción vs el 16% de la campaña pasada a igual fecha. De maíz se habían comprometido 7,6Mt, el 15% de la producción proyectada, vs el 28% de igual fecha del año pasado.
Por más que existan razonables dudas respecto de la producción por obtener en un año con limitaciones hídricas, seguir esperando sin cubrir tanto volumen de granos es demasiado riesgoso. Sería recomendable, en cambio, realizar coberturas flexibles –por ejemplo compra de puts- para establecer pisos de precio pero con reacción a la suba y sin compromiso de entrega física.
Por ejemplo, el Mercado a Término de Buenos Aires permite comprar un put de 306U$S/t con 10U$S/t de prima. Para maíz se ofrecen 160US$/t para la posición julio, con 6,5US$/t de prima.
Un paso más puede ser la realización de una venta futura en el Mercado a Término de Buenos Aires, contando con alguna liquidez mínima que exige el mercado para posibles diferencias.
En síntesis: cada productor debe analizar qué cobertura le conviene implementar en función de la estructura, objetivos, logística y gestión de su empresa, para construir precios promedio de venta y, de ese modo, asegurar un resultado, más allá de los vaivenes que, probablemente, muestren los mercados a lo largo del ciclo comercial 2020/21.
Los autores son analistas de mercados de AZ-Group
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