En medio de la polémica abierta al interior de la cadena del agro por la posibilidad de que el Gobierno reimplante un diferencial de retenciones en la soja para favorecer la industrialización, como admitió el ministro de Agricultura Luis Basterra, referentes a nivel internacional en el comercio de granos destacaron, en el evento Experiencia Idea Agroindustria 2020, las ventajas de tener un diferencial.
En 2018, el gobierno de Mauricio Macri eliminó un diferencial de tres puntos que el grano de soja tenía sobre los subproductos como la harina y el aceite. Para la industria, eso ayudaba a industrializar, competir con otras industrias del mundo, vender con mayor valor agregado y evitar una primarización. Para los productores, en tanto, ese diferencial solo era una transferencia de recursos desde el sector productor a las empresas. China, que compra el poroto de soja de la Argentina, grava con un 3% el grano que llega a su mercado, 5% la harina de soja y 9% el aceite. Esto lo hace para que sus empresas compren el grano y luego lo industrialicen internamente.
Según Ivo Sarjanovic, exejecutivo de Cargill y experto en agronegocios, con un diferencial, como el que fue del 3%, la industria se podría acercar al 5% del arancel con el cual se grava este producto en China y, además, generar un margen de US$10 por tonelada que, indicó, las mismas industrias podrían volcar en unos US$5 por tonelada a favor de los productores.
"Está mal que es un beneficio para el industrial, es un beneficio para el productor y el país", dijo, por su parte, Gonzalo Ramírez Martiarena, exCEO Global de Louis Dreyfus Company. "No es un subsidio, es un mecanismo para poner a la industria en igualdad de condiciones", añadió Sarjanovic.
De los US$65.000 millones que el año pasado la Argentina vendió al mundo entre todos sus productos, un 11% fue a China. De ese porcentaje a China, el 70% fue poroto de soja y carne vacuna.
Para Sarjanovic, hay que poner a la industria argentina "en igualdad de condiciones" con otras que muelen en destino, como en China. Alertó que a iguales derechos de exportación a los subproductos se los termina gravando en dólares más que al poroto y eso no incentiva a la industria.
También expresó que no es lo mismo vender a un solo comprador en materia de riesgos, como con el poroto concentrado en China, que hacerlo con múltiples destino como con la harina de soja que se exporta a unos 50 destinos. Para Ramírez Martiarena, en tanto, entre otros puntos las fábricas podrían trabajar mejor durante el año.
La Argentina consiguió el año pasado la apertura de China para su harina de soja, Sin embargo, todavía no vendió. Al margen de lo que pasa con las retenciones, si bien las plantas argentinas están autorizadas, falta un registro administrativo final en ese país que se retrasó por la pandemia.
En el encuentro, que moderó Enrique Humanes, presidente de Idea Rosario y director de Trafigura SA, también disertó Melinda Meador, consejera agrícola de la embajada de los Estados Unidos. Describió los problemas que provocó la pandemia en la cadena de suministros de alimentos en EE.UU., pero que ya se logró recuperó. Además, señaló que en el año fiscal 2020 las ventas a China superarán las de 2019.
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