Es clave tomar decisiones para la campaña de maíz en base al conocimiento; qué se recomienda para la zona núcleo
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Dicen que zonzo es, refiriéndose al dicho, el que no posee la viveza de escuchar las alertas del peligro. Obviamente gran parte de la explicación de la frase tiene sentido, ya que por ejemplo el miedo es, en numerosas veces, el encargado de que no cometamos errores. Pero es verdad que otras veces el miedo paraliza y muchas veces sin sentido, como es el caso de la chicharrita en la zona núcleo.
Hay, además de la sensación de lo que pasó la campaña pasada, información basada en estudios y experiencias de zonas que conviven con este patosistema. Si bien es verdad que a todas las regiones geográficas donde llegó por primera vez se quedó, ninguna de todas esas áreas tienen la posibilidad de tener un invierno como los que solemos tener en zona núcleo.
Todos nuestros inviernos no son similares, al igual que el resto de las estaciones. Pero de vez en cuando tenemos nuestro “invierno ruso” en esta zona del país, que nos beneficia ante el avance de nuestro pequeñito enemigo, “la chicharrita”.
Entre las cosas que fuimos aprendiendo sobre este patosistema en este último tiempo está la importancia que tiene la “temperatura” en el desarrollo de la plaga y la enfermedad. Y como muchos de los requerimientos térmicos necesarios para la chicharrita (vector) y para el conjunto de enfermedades que trasmite no son similares a los que ofrece a veces nuestros inviernos, afectando la trasmisión del patógeno y la biología de la chicharrita.
De los huevos que ovipone Dalbulus maidis no hay eclosión por debajo de los 20° C. También aprendimos que temperaturas debajo de los 27°C en el día y 18°C durante la noche dificultan el desarrollo de la enfermedad, especialmente Spiroplasma y fitoplasma. Necesita temperaturas mayores a 30°C sostenidas el día y 18°C durante la noche para favorecer el desarrollo de la enfermedad y multiplicación del vector.
Sabemos que a través de los granos caídos al suelo de la cosecha anterior no nacen plantas enfermas y, a su vez, también aprendimos que no hay trasmisión transovárica, con los cual todas las ninfas que nazcan de los huevos van a ser sanas hayan estado o no infectados sus progenitores.
Con el invierno que venimos atravesando en la región núcleo, que contemplan semanas enteras de mínimas por debajo de los -6 y -7°C y duraciones de más de 10 horas, no va a ser fácil encontrar maíces vivos post julio que hayan sido infectados en la campaña pasada. Estas condiciones ambientales registradas recientemente nos hacen pensar en que no va a ser común encontrarnos con un vector fortalecido en número y un complejo de enfermedades muy presente para los meses de septiembre y octubre.
Otro factor interesante a tener en cuenta es saber que las altas temperaturas correlacionan positivamente con el crecimiento de las poblaciones de chicharrita, pero también lo hace en el porcentaje de infectividad del vector a medida que pasa el tiempo en sus generaciones. En el norte se midieron infectividades de las primeras poblaciones de diciembre de 4-10% y para febrero las mediciones ya mostraban 30%.
Lo que viene
También experimentamos la campaña pasada la importancia que tiene el “momento” en el cual ingresa la enfermedad a la planta de maíz. Es por eso el impacto que tuvieron las siembras más tardías la anterior campaña a medida que se expandían las poblaciones en el territorio. La sincronización de altas temperaturas, maíces en estado vegetativos iniciales y alto porcentaje de infectividad del vector es letal para el cultivo.
Con este conocimiento parecería muy extraño que el achaparramiento del maíz sea una amenaza para la intención de siembra del maíz temprano en la zona núcleo. Veo como una amenaza sustancialmente mayor la falta de agua en los perfiles que el riesgo de tener una enfermedad, que ni una campaña con mucha presencia como la pasada, no causo perjuicios sobre el cultivo.
Sobre los maíces de fechas de siembra tardía habría que ir viendo la evolución del año climático y dinámica de la plaga para la definitoria toma de decisiones. Pero teniendo en cuenta, que el miedo a sembrarlo en esta porción del país también está sobrevalorado.
En la zona en lo que es el sudeste de Córdoba y norte de Buenos Aires no presentó problemas generalizados de achaparramiento en siembras de hasta el 14-15 de diciembre la campaña anterior. Sin contar todos los problemas que se le adjudican a la enfermedad olvidándose del estrés térmico/hídrico de las dos últimas semanas de enero y primera de febrero sumado la alta incidencia de enfermedades de la base de la caña que produjo esa removilización por estrés.
Hay zonas, en cambio, donde la situación es bastante más complicada y corresponde a las zonas donde las altas temperaturas conviven con los momentos de implantación del cultivo. Por ejemplo desde el sur de Santa Fe y sur de Córdoba para arriba es muy difícil hacer una recomendación desde ahora, ya que por características invernales de cada región como por fechas de siembra utilizada, la incertidumbre existe y es real.
Entonces, sabiendo que hay zonas en riesgo de poder hacer maíz y con razón, sumado al conocimiento de los verdaderos riesgos que proporciona este patosistema en función de la temperatura y estado fenológico de infección, no sería buena idea no pensar en maíz temprano para esta campaña por el problema de “la chicharrita”. Parecería más una oportunidad que un problema sembrar maíz en la zona núcleo si la humedad lo permite en los lotes.
En conclusión, el miedo a veces no es zonzo y a veces sí, principalmente cuando no dejamos abierta la puertita del conocimiento frente a la duda. No nos dejemos llevar por el miedo colectivo y analicemos cada uno de nuestros sistemas productivos con su correspondiente caracterización ambiental para poder definir las estrategias de asignación de cultivos en la campaña.
El autor es técnico del INTA Marcos Juárez
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