Justo cuando los planetas comenzaban a alinearse para el campo, el Gobierno lanzó una serie de medidas que puede hacer que las cosas se salgan de órbita. Aunque el campo no es el destino principal, el cepo reforzado y las restricciones para refinanciar deudas en dólares a empresas que lanzó el Gobierno pueden afectar a la producción agropecuaria.
Esto lo advirtió la Mesa de Enlace en los últimos días. La agrupación ruralista, integrada por la Sociedad Rural Argentina (SRA), Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Federación Agraria Argentina (FAA) y Coninagro, consideró que las medidas "crean nuevas limitaciones que terminarán afectando los precios que reciben los productores agropecuarios, producciones regionales y pymes de todo el país, sumando nuevos riesgos a la operatoria, al limitar la posibilidad de poder contar con el financiamiento adecuado que se requieren para concretar las operaciones de comercio exterior, a través de la prefinanciación de exportaciones".
El viento estaba soplando en otra dirección por un conjunto de factores que cambiaron el escenario que se atravesaba hace tres meses. Por el aumento de las compras chinas de soja a Estados Unidos, que reflejan su intención de cumplir con la Fase 1 de la tregua comercial acordada por ambos países, por los problemas climáticos en el territorio norteamericano y por la baja del dólar a nivel global, entre otros factores, los precios de la oleaginosa y del maíz salieron de su tendencia bajista y comenzaron a escalar en Chicago. "Se dio todo en los últimos 45 días", expresó un informe de la consultora PBY agro.
Ese cambio de tendencia, se refleja también en la última encuesta del Centro de Negocios de la Universidad Austral que marcó un aumento de 43,7% en su índice Ag Barometer de este mes respecto de la anterior medición de junio pasado. En aquel entonces era de 48 y ahora llegó a 69.
"Hay una leve recuperación de la confianza de los productores, que si bien sigue en niveles bajos, manifiesta una mejora desde la medición de junio", dice el informe y subraya: "las intenciones de inversión de los productores son las más altas en dos años". ¿Por qué? "La suma de las restricciones cambiarias y un contexto de tasas más bajas en pesos, abre a los productores la posibilidad de capitalizarse", añade. Por supuesto, es una descripción general que no alcanza los casos de zonas donde se padeció sequía o hay turbulencias financieras.
El aumento de ventas de maquinaria agrícola y los precios sostenidos de la hacienda, en algunas categorías, son también un reflejo de ese escenario diferente.
Pero la distorsión de la macroeconomía juega en contra de que el campo sea el motor de la recuperación post pandemia. Brecha cambiara, presión impositiva elevada, con los derechos de exportación como bandera, y una inflación en aumento conspiran en contra de cualquier proyecto inversor de corto y mediano plazo. Otra vez, se corre el riesgo de que la actividad ingrese en una fase defensiva. Cuando eso ocurre, la inversión en tecnología decae.
Además, como si no hubiera pocas contradicciones, el presidente Alberto Fernández dijo que los dólares se necesitan para producir al mismo tiempo que fijaba restricciones para la compra de divisas y la reestructuración de deudas para empresas.
El mundo va en otro sentido y sigue ofreciendo oportunidades para la Argentina. Gustavo Idígoras, presidente de CIARA-CEC, destacó en el seminario Todo Maíz, Todo Agro, el papel que están cumpliendo los países del sudeste asiático como demandantes de alimentos. En el caso del maíz, en los primeros ocho meses del año, "Vietnam se sigue confirmando como el primer mercado de exportación para la Argentina, y este es un indicio de una tendencia que llegó para quedarse". La Argentina compite allí con otros mercados exportadores. "Y el sudeste asiático es el traccionador mundial, no solamente China", remarcó.
En ese escenario, el analista del mercado Pablo Adreani, calculó un aumento en la intención de siembra del cereal en 500.000 hectáreas, respecto de las estimaciones de julio pasado, cuando se preveía una caída de 100.000 hectáreas. Eso llevaría el área a 6,8 millones de hectáreas. Aun en medio de las dificultades, si se cumple esta proyección, el Gobierno tendrá la posibilidad de darse cuenta, si es que está atento, donde se generan los dólares que necesita la economía. Y podría dedicarse a tomar decisiones en favor de su crecimiento.
El partido más grande, el de la campaña de granos gruesos 20/21, ya comenzó a jugarse. Lo lógico sería que la producción estuviera más preocupada por las condiciones climáticas, con las probabilidades de enfrentar este verano un efecto Niña, que por las cuestiones macroeconómicas y políticas. Pero esto, se sabe, desde hace años está lejos de ocurrir en la Argentina.
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