Las lluvias han llegado tarde. Y, por eso, el panorama no cambiará demasiado. Un caso real: en el área de Pergamino, plena zona núcleo. Abel F. y sus socios sembraron, entre soja de primera y segunda y de maíz, 1200 hectáreas. Desahuciados, acaban de pasar las vacas de los potreros, carentes de pastos, a 400 hectáreas de esa superficie sembrada. Pretender cosecharlas es un despropósito: la venta del producto no alcanzará siquiera para pagar el costo de la cosecha. Es un tercio totalmente perdido. Y el resto, estiman que apenas servirá para cubrir los costos, siempre. En tanto, las napas de agua han bajado cerca de tres metros y los molinos no succionan agua para la hacienda.
Otro caso. Un pequeño productor de la misma zona, Mario R., tiene 40 hectáreas sembradas y otras 50 tomadas en arrendamiento, sembradas también de maíz y soja. Calcula cosechar la mitad de una producción “normal”. Su situación es desesperante porque debe pagar el arrendamiento “accidental” y casi la totalidad de los insumos.
He aquí una radiografía, ciertamente parcial. Aunque, en rigor, no lo es del todo pues estos casos se replican en casi todo el país. Es la radiografía del desastre climático que ha asolado el país: una terrible sequía complementada con heladas tempranas. Un hecho del que no se registran precedentes.
El país no ha tomado conciencia debidamente. Tampoco el mundo. Al menos hasta ahora. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, en sus siglas en inglés) hace unos días publicó sus estimaciones. Y después de una sucesión de estimaciones alejadas de la realidad, en la última publicación logró acercarse algo a la verdadera situación. Pero sigue en los cerros de Úbeda.
La presente campaña no será olvidada. El trauma subyacente durará muchos años. La reciente cosecha de trigo apenas llegó a un volumen de 11,50 millones de toneladas; en la campaña anterior fue de 23 millones.
Y… ¿qué va a pasar con los demás granos? Fijemos la atención en los dos principales que en poco tiempo deberán cosecharse.
Prevemos un volumen de soja cercano a 26 millones de toneladas. El año previo, alcanzó a 42,20 millones. ¿Y el maíz? La producción difícilmente supere el nivel de 35 millones. La del año anterior fue de 51 millones.
En consecuencia, la totalidad de las exportaciones de commodities agrícolas sufrirá una baja de al menos 22.000 millones de dólares.
¿Se acuerdan de la “renta inesperada”? El tema que tanto se hablaba en los círculos oficiales, hace tan solo unos pocos meses. Pero ahora desde el oficialismo nadie dice que el eslabón agrícola y ganadero se encuentra en una tormenta donde lo que prima es la “pérdida inesperada”. Y tal pérdida ha comenzado a desparramarse aguas arriba y aguas abajo.
La “pérdida inesperada” ha comenzado a golpear sobre los actores del campo. En breve, lo hará sobre la economía toda. Abril y mayo serán dos meses donde las máscaras caerán.
En la zona agrícola la cadena de pagos empieza a resquebrajarse. Decenas de servicios deberán reducirse, si no lo han hecho aún. ¿Ejemplo? Quienes se dedican a pulverizar, en lugar de correr de un lado para otro, hoy por hoy están tomando mate. A pocos les interesa invertir en el combate de plagas con el panorama que presentan los cultivos.
La ola negra ya comenzó a crecer en los pueblos y se dirige a las grandes ciudades. Pronto llegará a Buenos Aires, donde la política apenas vislumbra lo que asoma en el horizonte.
La situación es patética. Pero tiene un lado positivo: la dirigencia va a caer en la cuenta de la importancia del eslabón agrícola-ganadero como demandante de bienes y servicios y como oferente de productos que se dirigen a la industria y a la exportación.
El autor es economista y consultor de Agronegocios
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