Un escenario difícil como el actual puede servir para tomar datos útiles y analizar estrategias que permitan tomar decisiones
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Las precipitaciones acumuladas durante otoño, invierno y comienzos de primavera del 2022 son las menores del último siglo. En efecto, un trabajo del INTA Pergamino muestra, para esa localidad, que aún en años “relativamente secos” las lluvias de junio/octubre promediaban los 150 mm, contra los 39 mm observados en la actual campaña. El “evento inesperado” que afecta a miles de productores causará un daño cuya magnitud resulta por el momento difícil estimar.
Aunque cueste reconocerlo, no todo lo relacionado a la sequía es negativo. En particular, las condiciones adversas catalizan aprendizaje para la toma de decisiones. Por de pronto, técnicos tanto del sector privado (Aapresid, CREA, consultores) como del público (INTA, Conicet, facultades) dedican esfuerzo a recopilar datos y sacar conclusiones sobre alternativas de adaptación a las condiciones muy particulares que este año presenta.
Se genera un rico intercambio en aspectos relativos a la estimación de agua almacenada en el perfil, profundidad de la napa, beneficios y costos de atrasar siembras o cambiar plan de cultivos, confiabilidad de pronósticos meteorológicos, respuesta a fertilización en condiciones de estrés y otros aspectos. A nivel investigación, se potencia el interés por tecnologías como el gen HB4 (para soja y trigo).
Los productores también aprenderán del “cambio en las reglas de juego” que la “Madre Naturaleza” entregó este año. Algunas decisiones, habitualmente rutinarias, son ahora difíciles de tomar: “¿largamos la siembra o esperamos a que llueva?”. Otras decisiones son de naturaleza “estratégica” pues tienen impactos hacia futuro. Por ejemplo: ¿Cuál es la capacidad de la empresa de absorber la caída de ingresos, o aumento de costos resultantes de un año como el actual? ¿resulta posible pensar en alternativas contractuales que reduzcan riesgos hacia futuro?; ¿intensificar la producción en una superficie dada, o expandir el área reduciendo capital por hectárea en producción?; ¿Qué valor se otorga a mayores ganancias vis-à-vis los riesgos asociados a estas posibilidades de ganancias?; en otras palabras, ¿cuál es la tolerancia al riesgo del productor o de los socios de un emprendimiento?
La oportunidad para el aprendizaje no se limita a técnicos o productores. En efecto, los negocios de insumos replantean cómo se relacionan con clientes, (manejo de stocks de productos), financiamiento a clientes y otros aspectos. Algo similar ocurrirá con los bancos, cuya cartera incluye un considerable volumen asignado al sector. Asimismo, en las cooperativas y otras organizaciones, la sequía llevará a mayor interés por proyectos de transferencia de riesgo por parte de sus asociados, ya sea a nivel individual o colectivo.
La sequía ha generado un importante volumen de información tanto sobre tecnología como también adaptación humana. Pero cabe plantearse: ¿Cómo aprovechar este “experimento” para extraer enseñanzas de utilidad para el futuro? Los “datos” que genera este evento sólo serán de utilidad si se canalizan en forma adecuada. En parte esto ya se está haciendo, en especial en Estaciones Experimentales y en campos de productores de avanzada. Pero muchos datos valiosos no llegan a ser analizados o si son sujetos a evaluación, los resultados no se sistematizan de forma tal de permitir acceso futuro.
En foco
Un mejor aprovechamiento de los datos que genera un evento como la actual sequía requiere focalizar atención en al menos tres aspectos.
En primer lugar, identificar preguntas que requieren respuesta, e identificar que datos son necesarios para responder estas. Por ejemplo: ante un atraso en fecha de siembra en la zona “X”: ¿cual es la “fecha crítica” a partir de la cual conviene sembrar maíz tardío en lugar de soja?
Segundo, aprovechar la heterogeneidad de situaciones de producción (incluyendo precipitaciones) que se plantearon en la campaña 2022/23 para extraer conclusiones de aplicación general. Por ejemplo: ¿Cual es la relación existente entre el estrés hídrico de diversas zonas y la producción de materia verde en sistemas pastoriles? ¿Qué estrategias de adaptación fueron empleadas dependiendo de la duración e intensidad de la sequía experimentada?
Por último: dedicar esfuerzo a resumir experiencias y resultados de forma tal que estén accesibles en el futuro cercano (y no tan cercano). No alcanza con una planilla o un informe “depositado” en la memoria de nuestra computadora. Necesitamos análisis de datos integrando amplia variedad de situaciones agronómicas. Necesitamos también mayor interacción entre profesionales de distintas disciplinas, entre ellas agronomía, economía agrícola y sistemas de información/bases de datos.
El autor es docente de la Ucema
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