En un país afectado por las recurrentes crisis económicas, las perspectivas de sus redes de producción que generan las divisas necesarias para dejar de padecer esos cimbronazos deberían ser motivo de interés del debate público. Este, por el momento, no es el caso de la Argentina.
Sin embargo, los protagonistas de la cadena se preocupan porque eso suceda y hacer visible el escenario que enfrentan: se esfuerzan por explicar las cosas que se están haciendo mal y las oportunidades que tiene el país si se hicieran las correcciones necesarias.
Esto es lo que hará la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (Acsoja) esta semana en su seminario anual que realizará en Rosario.
“La cadena está preparada para un nuevo momento, para un punto de inflexión que apunte al crecimiento en superficie y en rendimientos”, cuenta Rodolfo Rossi, presidente de Acsoja, a LA NACION.
Hace tiempo que en toda la red del principal complejo generador de divisas para el país hay signos de alarma sobre el estancamiento. Más allá de las perspectivas de crecimiento para esta campaña agrícola, la soja perdió unos cuatro millones de hectáreas en manos del maíz en los últimos años, recuerda Rossi. El principal factor de esta regresión son los derechos de exportación, de 33% para el poroto, contra 12% del cereal. “Hay una discriminación, sabemos que las retenciones tienen que bajar progresivamente”, añade el presidente de Acsoja.
A la presión impositiva, vía los derechos de exportación, se suman la brecha cambiaria y las alquimias de mercado que lleva adelante el Gobierno con el “Programa de Incremento Exportador” que altera las estrategias de comercialización.
En esta campaña, recuerda Rossi, “si bien se va a haber más superficie, tenemos incertidumbre porque que se sembrará con un gobierno y se cosechará con otro y la inversión por hectárea va a ser menor”. Esto, en referencia a que la fertilización será la variable de ajuste.
“No estamos fertilizando, no estamos usando agroquímicos y no capitalizamos el enorme avance de las agtech”, advierte Rossi. Además, puntualiza que en la Argentina se está “desinvirtiendo en mejoramiento genético” y que los grandes países productores, como Estados Unidos y Brasil tienen más tecnologías a su disposición. Esto, como se sabe, es por la ausencia de un marco normativo moderno para el reconocimiento de la innovación y la propiedad intelectual en semillas.
“Pero están dadas las condiciones para utilizar la tecnología y retomar la senda del crecimiento”, afirma el presidente de Acsoja. En la entidad, creen que el cultivo puede crecer tanto en área como en rendimientos promedio. “Podemos llegar a los 21/22 millones de hectáreas”, es decir, entre cuatro y cinco millones de hectáreas más que en el actual ciclo. Con una mejora de las condiciones macroeconómicas, también crecerá el resto de los cultivos, dice Rossi. “Puede ser un crecimiento sustentable, con intensificación y rotaciones”, añade.
El principal escenario que invita a ser optimista con la soja es que la demanda global de alimentos sigue en aumento. Pese a algunos vaivenes de China, el principal importador mundial de la oleaginosa, la necesidad de mejorar la calidad proteica de las dietas en diversas partes del planeta está en alza. “Según los datos del USDA (Departamento de Agricultura de los Estados Unidos) la demanda está creciendo en todo el mundo; no hay ninguna perspectiva de baja del consumo, quizás sí sea moderado, pero siempre está creciendo”, explica Rossi. Esto, claro, ya lo aprovechan otros países, como Brasil que se encamina a producir la mitad de la soja que se cosecha a nivel mundial. “Se ha transformado en una potencia, crece en rinde y en área y el clima no es un problema”, sostiene el presidente de Acsoja. Estados Unidos, a su vez, viene creciendo en producción de harina de soja por el mayor uso del Aceite vegetal Hidrotratado (HVO, en sus siglas en inglés) con destino a biodiésel. “En algunos años será un problema para nosotros”, advierte Rossi. Por otra parte, la molienda argentina exhibe signos de retroceso, ya que la capacidad ociosa de las plantas de entre 40 y 50 por ciento es una constante en los últimos años.
En definitiva, en un mundo en el que nadie regala nada, y menos los mercados, la Argentina está a tiempo de hacer las cosas que debe hacer para aprovechar a la soja como palanca para el desarrollo. Las alarmas están encendidas.
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