El primer paso es caracterizar su condición mediante análisis de laboratorio; luego hay que evitar el ascenso de sales a la superficie con prácticas de manejo
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En los lotes con suelos salinos, donde hay una napa salobre peligrosa a cierta profundidad, será conveniente tratar de reducir su ascenso y procurar su lavado hacia las capas más profundas mediante prácticas agronómicas, aconsejó Horacio Videla, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Laboulaye, al hablar sobre “Calidad de agua para sistemas de producción” en el Congreso de Aapresid, que se realizó en la Rural con el apoyo de Expoagro.
Previamente, el técnico recordó la definición de suelo salino y explicó cuál puede ser el origen de la salinidad. Se llama suelo salino a uno con exceso de sales, generalmente de sodio. Son los clásicos potreros bajos, de barro blanco, con pelo de chancho como vegetación predominante. En cuanto al origen de la salinidad, puede ser:
- Primaria. Es consecuencia de un proceso natural que se da por efecto de aguas subterráneas, inundaciones con aguas muy salinas y por efecto del viento, que traslada sales desde otros lugares.
- Secundaria: La provoca el hombre, al regar con agua salobres. También puede producirse por el uso excesivo de fertilizantes. Otra causa de salinización se da cuando se distribuyen efluentes o subproductos con cargas salobres.
Videla recordó que “las napas freáticas son beneficiosas porque les aportan agua a las raíces de los cultivos, pero siempre y cuando no tengan sales perjudiciales”. Si la contienen, al retirarse las napas en profundidad, quedan las sales que afectan las propiedades del suelo.
Las napas con sal ascienden por capilaridad. Pueden precipitar sobre la superficie y pueden volver a bajar si ocurren lluvias abundantes, en el caso de que sean solubles. Entonces, “hay que ver las características de la napa y, sobre todo, su contenido de sales. Si contiene sales insolubles, se genera su concentración en el perfil y se altera y abastecimiento de agua a las plantas; además, cuando se modifica el pH, se pueden generar déficit o exceso de minerales en el suelo”, alertó Videla.
La calidad del agua en un lote se puede medir con distintos parámetros. El principal es la conductividad eléctrica, que debe ser menor de 2 decisiemens por metro (dS/m); valores mayores evidencian salinidad y superiores a 12dS/m se miden en perfiles totalmente degradados por salinidad. También se puede medir el pH, que debe ubicarse entre 6 y 7, y el índice RAS, que mide la proporción relativa de sodio, calcio y magnesio del suelo.
Manejo de suelos salinos
Si en un lote hay una napa peligrosa por su salinidad, hay que tratar de reducir su ascenso y procurar su lavado hacia profundidad. El primer paso debe ser el análisis de suelo, para verificar la conductividad eléctrica, el pH, el valor RAS y los aniones y cationes presentes. En esta etapa ayudan mucho los mapas satelitales y de drones, y los mapas de ambientes. Por su parte, el uso de barrenos y del equipo Veris (un sensor que mide la conductividad eléctrica) ayudan a evaluar las condiciones del suelo y a detectar la profundidad de la napa y el riesgo para los cultivos.
Con esos datos, se pueden establecer las condiciones de uso y prácticas a desarrollar a campo. Como principio general, siempre será conveniente trabajar con un mulch que dé cobertura permanente al suelo.
“Se pueden implantar cultivos anuales o perennes que mantengan cubierto suelo y eviten que las sales lleguen a la superficie. Una fertilización con altas dosis contribuirá a un buen desarrollo de raíces, que dan porosidad y contribuyen al lavado de sales. En los casos que el análisis de suelo lo aconseje, también se pueden efectuar enmiendas con calcio, para corregir el pH”, aconsejó Videla.
En suelos inundables, será conveniente optar por pasturas perennes, que deben ser bien manejadas para asegurar su persistencia.
Cuidados al regar
Por su parte, Cristian Álvarez, del INTA General Pico, consideró el uso del agua al regar con pivotes. “Con aplicaciones reiteradas de agua, en los lotes comienzan a verse encharcamientos, peladales y rodales con colores blanquecinos, rojizos o negruzcos que modifican el paisaje original”, alertó Álvarez.
“Son indicadores de problemas en el ingreso del agua al suelo, con demoras en la infiltración, manifestados también por acartuchamiento de la soja o pérdida de altura en trigo”, agregó. Son provocados por una estratificación de la estructura del suelo y por un incremento del porcentaje de sodio intercambiable, al aumentar de la lámina de riego en años secos. Estos fenómenos provocan pérdidas en la eficiencia del uso del agua y mayor costo por milímetro aplicado, que podrán atenuarse con un manejo adecuado de la técnica”, concluyó.
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