En una charla en Aapresid, Santiago Guazzelli, de la Comisión Directiva de la entidad, expresó: “El mundo está pidiendo alimentos con baja huella de carbono y nosotros tenemos la posibilidad de vendérselos”
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Para competir en el mercado global de alimentos es imperativo que los productores minimicen su impacto ambiental, una exigencia que crece entre los países compradores de la producción argentina. En este contexto, el país tiene una ventaja significativa, ya que cuenta con prácticas que apuntan en esa dirección. Sin embargo enfrenta una importante deficiencia en los mecanismos de medición de estas prácticas
En el marco del congreso de Aapresid, el Comité Ejecutivo Agrobioindustrial convocó el jueves pasado a 35 legisladores de todo el país para explicarles conceptos claves sobre el suelo. Se enfatizó la urgencia de medir la huella de carbono del país y diferenciar la producción agrícola de otros competidores globales. El Comité Ejecutivo Agrobioindustrial es un espacio articulado por la Fundación Barbechando conformado por la Asociación Argentina de Girasol (Asagir), la Asociación de la Cadena de la Soja (Acsoja), la Asociación Argentina de Trigo (Argentrigo), la Asociación de Maíz y Sorgo Argentino (Maizar), Aapresid, Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), CREA, Coninagro y la Asociación Argentina de Semilleros (ASA).
“Debemos mejorar nuestros métodos de medición de inventarios de efecto invernadero. Esto no solo mejorará nuestra imagen global, sino que también nos permitirá cumplir con nuestros compromisos ambientales, como la reducción del 4% en las emisiones para 2030 y alcanzar emisiones netas cero para 2050″, indicó Santiago Guazzelli, de la Comisión Directiva de Aapresid, que estuvo a cargo de la charla.
El encuentro se centró en el funcionamiento del ciclo del carbono, destacando diferentes puntos clave. Primero, indicó, la fotosíntesis es el único proceso natural que captura carbono de la atmósfera y lo transforma en estructuras vegetales, finalmente convirtiéndolo en materia orgánica. Segundo, el 70% del carbono de la biosfera se encuentra almacenado en los suelos. Por lo tanto, incrementar la fotosíntesis junto con la actividad microbiana del suelo mejora significativamente el almacenamiento de carbono en este.
“La materia orgánica, en gran medida, está compuesta por carbono, el cual forma parte de los microorganismos y de las moléculas complejas que constituyen el suelo. Entendiendo esto se comprende la importancia que tiene el carbono para esta relación suelo-planta”, dijo. “Por lo tanto, el dióxido de carbono en el mundo puede ser un contaminante, pero si se logra, a partir de la fotosíntesis, incorporarlo al suelo como materia orgánica, puede ser el mayor aliado para producir más con menos”, agregó.
Por esa razón, destacó que es necesario demostrar los beneficios y ventajas que tiene la Argentina al utilizar el sistema productivo de siembra directa propuesto por Aapresid, el cual ofrece ventajas sobre los sistemas de agricultura convencional utilizados en el resto del mundo.
“Esto es lo que ha quedado demostrado en distintos estudios, como los de Rodolfo Bongiovanni: que los productos agrícolas de la Argentina tienen la menor huella de carbono del mundo. Esto abarca maíz, soja, trigo, producción de aves, entre otros, debido a que usamos ese sistema que es climáticamente más inteligente que los otros que se utilizan en el mundo”, manifestó.
Frente a este escenario, Guazzelli también destacó la importancia de considerar la huella de carbono y las demandas globales sobre las emisiones de gases de efecto invernadero como una oportunidad para Argentina: “Más bien debemos verlo como una oportunidad para el desarrollo de la Argentina, aprovechando nuestra vasta cuenca fotosintética, nuestros excelentes suelos y nuestro sistema de siembra directa, que está probado, es productivo y sustentable”.
“Además contamos con los recursos humanos; los productores argentinos, considerados los mejores del mundo, que trabajan constantemente a la vanguardia, innovando de la mano de la ciencia. Fueron ellos los que aplicando tecnologías de procesos y de insumos transformaron la producción. Por eso pasamos de 60 millones de toneladas a 150 millones”, agregó.
La propuesta central de la discusión fue centrarse en cómo mejorar para poder demostrar y certificar que los sistemas agrícolas argentinos tienen una baja huella de carbono. Guazzelli subrayó la necesidad de un consenso nacional antes de legislar sobre estas cuestiones, destacando que “el espacio es transversal a todos los espacios políticos y líneas ideológicas. Seamos pragmáticos, el mundo está pidiendo alimentos con baja huella de carbono y nosotros tenemos la posibilidad de vendérselos”.
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